Jon Juaristi-ABC

  • Tras estos tiempos vendrán/ otros tiempos y otros y otros,/ y, lo mismo que nosotros,/ otros se jorobarán

No sé si la vicepresidenta primera repitió varias veces, en mítines sucesivos, que el PP quería «infringir al Gobierno una derrota electoral» o si lo que circuló por distintos noticiarios radiotelevisivos, a lo largo del lunes y del martes, era una única grabación. En cualquier caso, la impresión que recibió la peña fue que Montero –la cual, como de costumbre, se mostraba (sospecho que ella misma lo diría así) hecha un obelisco, o sea, infuriada como un monumento fálico más o menos egipcio– trataba de imponer a las masas un nuevo significado del verbo ‘infringir’. A mí me queda la duda de si se trataba de un simple patinazo o, por el contrario, de un acto deliberado y consciente de creación de neolengua sanchista.

Aunque, en eso de pasar de contrabando neolengua camuflada en aparente burricie, los socialistas se las pintaban solos mucho antes de Sánchez. Recuerdo el caso de un gobernador civil felipista de la Vizcaya de mis amores que, durante las inundaciones de dicha provincia en agosto de 1983, repetía sin descanso que la gota fría lo había «abnegado» todo a su paso (pocos años después terminó en el trullo, por hallarse muy abnegado por la trama de los GAL). Y también lo bordaba la ínclita Carmen Calvo Poyato, implacable a la hora de detectar «anglicanismos» en el uso corriente del español de España, que para eso era ministra de Cultura.

Yo creo que el Instituto Cervantes, en vez de dedicar este año a despellejar a Franco por el ancho mundo, debería impartir un curso de español urgente a los ministros y ministras del Gobierno, cuadros y cuadras del partido de la clase obrera, y miembros y miembras del mismo con posibilidades de pillar cargo o carga. De nada vale esforzarse en implantar en los chinitos y chinitas un perfecto modelo de lengua supervisado por la RAE, si luego se nos desparrama la vicecosa «infringiendo» derrotas por la espalda a las denodadas huestes de Luis García Montero.

Para eso, mejor quitarse de encima, además del Cervantes de París, los de Roma, Berlín y Londres. En fin, el PP no debería flagelarse por votar la entrega del primero de ellos a la abertzalada. Ya adelanté en la columna de la pasada semana que el edificio de Avenue Marceau, 11, está gafado hasta el pararrayos. Como me confiaba hace unos días Félix de Azúa, su primer director, debe de haber todavía bajo sus cimientos una fosa común de curas refractarios que no lograron emigrar disfrazados de rameras.

O sea, que los de Feijoo voten sin culpa, pulsando un simple botón. Lo aconseja Chomín de Amorebieta. Quizás alcancemos a ver cómo se comporta el ‘poltergeist’ con los del PNV y a lo mejor le toca algo al propio Chomín, como exlehendakari. No desesperemos. Lo importante es tener salud, sin incurrir en una Guerra de los Botones, como quiere la derecha-extrema-derecha… Así es la vida, don Juan.