FLORENCIO DOMÍNGUEZ, EL CORREO 08/04/14
· El mensaje extendido es que las víctimas no figuran entre las prioridades del Gobierno vasco.
El cese de Txema Urkijo como asesor del Gobierno vasco para asuntos relacionados con las víctimas del terrorismo ha puesto en cuestión el trabajo que se realiza desde la Secretaría de Paz y Convivencia en la que estaba encuadrado el cesado. A estas alturas ha quedado claro que el cese de Urkijo no tiene nada que vez con la retención de la carta de un preso y ni siquiera con las diferencias de método esgrimidas por el Gobierno para justificar la baja de su asesor. Las causas consisten en diferencias políticas sobre las prioridades que debería tener el organismo dedicado oficialmente a la paz.
El programa de Paz y Convivencia, con un lenguaje que fue tachado por el socialista Rodolfo Ares como «ingeniería de mediación», aboga por conseguir microacuerdos entre los grupos políticos sobre diversas cuestiones. Mal ejemplo puede dar, sin embargo, la Secretaría de Paz que encabeza Jonan Fernández si no es capaz de conseguir un acuerdo de puertas adentro y las diferencias internas acaban con el destierro del disidente. Claro que previamente tampoco había conseguido un acuerdo de puertas afuera con el plan de Paz. Lo único que ha logrado es el rechazo de socialistas, populares y UPYD, partidos con los que, sobre el papel, el Gobierno vasco tendría que tener más cercanía en esta materia que con Bildu.
En vez de los microacuerdos que pregona el plan de Paz, la secretaría acumula macrodesacuerdos. No sorprende que se planteen estas diferencias si se tiene en cuenta, por ejemplo, que para incorporar al plan el «suelo ético» aprobado por el Parlamento hubo que esperar a las enmiendas de los partidos, cuando lo lógico hubiera sido que esas bases compartidas entraran por derecho propio en cualquier esquema de paz nacido del Gobierno.
Con el cese de Urkijo llueve sobre mojado en el terreno de la desconfianza hacia el plan de Paz y hacia el órgano del Gobierno encargado de su desarrollo. El mensaje que se ha extendido es que las víctimas del terrorismo no figuran entre las prioridades del Go-
bierno vasco. Es cierto que no todos los grupos de víctimas estaban de acuerdo en todo con las actuaciones de Txema Urkijo. Algunas eran críticas con su gestión, como se puso de manifiesto recientemente con los reproches de Covite a cuenta de la carta de Kepa Pikabea a la que no se dio trámite. Otras víctimas, en cambio, defienden abierta y calurosamente la actuación de Urkijo. Sin embargo, todas, incluso las discrepantes, coincidían en reconocerlo como un interlocutor válido, el único puente con el que contaba el Gobierno vasco con el mundo de las víctimas. El gabinete de Urkullu queda ahora con una imagen mucho más escorada de lo que estaba.