El presidente francés rechaza la cooficialidad de la lengua, los límites al acceso a vivienda para los no-residentes y la amnistía para los presos en un discurso en la isla
El presidente francés, Emmanuel Macron, aceptó el miércoles una reivindicación del nacionalismo corso: la mención de Córcega en la Constitución francesa, un símbolo del reconocimiento de una isla que, dijo, se encuentra “en el corazón de la República”. «Estoy dispuesto a reconocer la singularidad de Córcega en la Constitución, debido a su geografía, a sus especificidades», dijo. Pero rechazó otras reclamaciones esenciales para los líderes locales, como la co-oficialidad de la lengua corsa, la exclusión de los no-residentes de la compra de propiedades, o la amnistía para presos condenados por actos de terrorismo.
El discurso en Bastia, la segunda ciudad de la isla, al término de una visita de dos días, fue una demostración de macronismo en estado puro, la combinación de firmeza y flexibilidad en el gesto, de verticalidad casi monárquica y voluntad de diálogo, de republicanismo jacobino y unas pequeñas dosis de diversidad de tradición girondina. Las concesiones, a falta de concretarse, son más simbólicas que efectivas.
El presidente francés presentó con detalle su visión y propuestas para Córcega, uno de los territorios con unas señas de identidad más marcadas de la Francia europea, y también uno de los más pobres y más violentos. Era su respuesta a las exigencias de los dirigentes locales —el presidente del consejo ejecutivo corso, el autonomista Gilles Simeoni, y el de la Asamblea, el independentista Jean-Guy Talamoni—, presentes en la sala. A la salida, ambos se declararon decepcionados.
La lista conjunta de Simeoni y Talamoni, con un programa autonomista, obtuvo un 56% de votos en las elecciones de diciembre. Se sienten legitimados para dar un paso hacia una mayor autonomía para la isla, de 330.000 habitantes, y para enviar un mensaje fuerte a París.
Macron exhibió con toda su plenitud la retórica del al mismo tiempo, una expresión que usa con frecuencia y que señala su intención de buscar soluciones pragmáticas que tengan en cuenta todas las facetas de los problemas. La idea central fue, primero, que Córcega ya dispone de instrumentos para desarrollarse y que, con la contribución del Estado central, debe aprovecharlos mejor. Y segundo, que la isla es inseparable de la República Francesa pero que presenta unas particularidades innegables.
La incógnita consistía en saber hasta qué punto Macron estaría dispuesto a reconocer estas particularidades y darles forma legal. De las cuatro reivindicaciones principales de los nacionalistas —la cooficialidad, el estatuto de residentes, el acercamiento y eventualmente la amnistía de los presos, y el reconocimiento constitucional de la isla— el presidente respondió con un no a las tres primeras y con un sí a la cuarta.
Los principios de la República “indivisible”, como proclama el artículo primero de la Constitución, son incuestionables. Y es más, cualquier diferenciación topa con la alergia de principio, por parte de la Francia republicana y jacobina, a reconocer los particularismos regionales y a ceder poder a los poderes locales.
De ahí el no sin matices a reconocer la cooficialidad de la lengua —el artículo 2 de la Constitución proclama que «la lengua de la República es el francés”—, aunque al mismo tiempo Macron celebrase el bilingüismo y la promoción del corso. «En la República, y aun antes de la República”, dijo, “hay una lengua oficial, y es el francés”. De ahí también la negativa a admitir que las autoridades corsas puedan vetar a quienes no vivan en la isla la compra de bienes inmobiliarios, una medida destinada a combatir la especulación y el aumento de los precios. Esta medida, dijo el presidente, no resolvería el problema del acceso a la vivienda, y violaría los principios de igualdad de la Constitución francesa y el derecho de la UE.
Tampoco hay margen para una amnistía, como recordó el martes en la conmemoración en la capital, Ajaccio, del vigésimo aniversario de asesinato del prefecto Claude Érignac a manos de un comando nacionalista. Pero, como se plantea en el caso de los presos de ETA en Francia, sí podría contemplarse que, caso por caso, se acerquen presos que cumplan los requisitos legales, opción que, sin embargo, no citó en el discurso.
La sorpresa llegó en la parte final, cuando parecía que Macron negaría cualquier concesión a los nacionalistas. “Les anuncio con solemnidad hoy que soy favorable a que Córcega sea mencionada en la Constitución”, dijo. Y añadió: “Es una manera de reconocer una identidad y de anclarla en la República”.
La mano tendida tiene letra pequeña. Macron propuso incluir esta mención —que ahora solo tienen los departamentos y regiones de ultramar— en el artículo 72 de la Constitución. Pero los nacionalistas quieren que se les incluya también en el 74, específico para las llamadas “colectividades de ultramar”, que les daría más autonomía legislativa. Córcega, dijo, «no es ni Nueva Caldonia ni mi Picardía natal”. Es decir, ni una región más, sin rasgos identitarios acentuados, ni tampoco un territorio colonial en las antípodas. Las discusiones se incluirán en la revisión constitucional programada para los próximos meses.
“¡Vive la República! ¡Viva Francia!”, terminó Macron, sin mencionar a Córcega en los vivas finales. De fondo tenía diez banderas: cinco europeas y cinco francesas. Ni una palabra en corso, ni una bandera corsa. Los símbolos también son el mensaje.