Emmanuel Macron ya tiene primer ministro: Édouard Philippe, diputado de Los Republicanos y «hombre de derechas», en sus propias palabras. Se trata de una novedad absoluta, algo que empieza a ser costumbre con Macron, que ayer se reunió con Merkel para «refundar» Europa: por primera vez, un presidente recién elegido nombra jefe de Gobierno a alguien ajeno a su partido.
La maniobra es audaz: el objetivo consiste en utilizar a Philippe como señuelo para atraer votos conservadores hacia ¡La República en Marcha! y lograr, en las elecciones parlamentarias de junio, una mayoría macronista en la Asamblea Nacional.
Édouard Philippe, hasta ahora alcalde de la ciudad portuaria de Le Havre, es amigo personal de Macron desde 2011 y pertenece a la corriente más centrista de Los Republicanos, encabezada por Alain Juppé. Nació en la ciudad normanda de Ruán, sus padres votaban al Partido Socialista y él mismo se afilió al partido en su época universitaria, por admiración hacia Michel Rocard. Luego se aproximó al gaullismo y a Alain Juppé, de quien fue portavoz durante la campaña de las primarias de Los Republicanos, el pasado otoño.
Es un hombre alto (1,96 metros), que practica el boxeo tres veces por semana, se define como «furiosamente centrista» y muestra a veces un carácter intimidatorio. Como Macron, se graduó en la Escuela Nacional de Administración y, además, en Sciences-Po, la prestigiosa facultad parisina de Ciencias Políticas. Habla alemán (cursó el bachillerato en Bonn), ha publicado dos novelas policiales (en las que las víctimas son parlamentarios gaullistas) y durante una época ocupó un cargo directivo en Aresa, la gran multinacional francesa de la energía nuclear, lo que, a ojos de los ecologistas, le descalifica para el puesto de primer ministro.
Numerosos portavoces gaullistas subrayaron, cuando empezó a circular como rumor el nombre de Philippe, que se trataba de un «peso ligero» y que su designación como primer ministro no lograría fisurar las filas de la derecha. El propio Juppé aclaró, en cuanto se conoció la noticia, que él se mantendría fiel a Los Republicanos y a sus candidatos.
Pero el golpe de Macron logró un cierto impacto. Más de 20 notables de Los Republicanos, entre ellos gente del peso de Jean-Louis Borloo, Christian Estrosi, Thierry Solère o Nathalie Kosciusko-Morizet, firmaron un comunicado en el que reclamaban a su partido que respondiera «a la mano tendida por el presidente de la República». Ese gesto provocó a su vez una reacción más o menos furiosa de quienes temían que Macron lograra fagocitar al gaullismo, como ha devorado ya buena parte del Partido Socialista.
Eric Ciotti, secretario general de Los Republicanos, acusó a Édouard Philippe de «oportunismo». El comité de campaña de Los Republicanos lamentó que Philippe hubiera aceptado la oferta de Macron y consideró que se había situado «al margen de nuestra familia política», aunque descartó la opción de expulsarle del partido.
Jean-François Copé, ex secretario general, hizo notar que un debilitamiento de las fuerzas gaullistas podía convertir al Frente Nacional, si la presidencia de Macron fracasara, en «la única alternativa».
Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa, dijo que, con el nombramiento de Philippe, la derecha se había «arrojado en brazos de Macron». El Frente Nacional, por su parte, afirmó que el nombramiento demostraba que «los gaullistas y los socialistas componen, en realidad, un mismo partido mundialista».
El nuevo primer ministro puede convertirse en un eje de la presidencia de Macron. También puede ser efímero. Todo dependerá de las elecciones parlamentarias. Si la derecha, encabezada por François Baroin, obtiene la mayoría, éste exigirá encabezar un Gobierno de cohabitación y Philippe se verá obligado a marcharse. Por el contrario, una victoria de ¡La Républica en Marcha! consagraría el triunfo del dúo Macron-Philippe y daría al presidente su gran objetivo: atraer hacia sí a los dos antiguos partidos mayoritarios, gaullistas y socialistas, formando una gran coalición de derecha, centro e izquierda bajo los principios del reformismo y el europeísmo, dejando la oposición en manos de ambos extremos, el Frente Nacional de Marine Le Pen y la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon.
El alcance de la gran coalición buscada por el presidente Macron se hará más perceptible hoy, cuando se conozca la composición del Gobierno. Se supone que en él habrá socialistas y gaullistas. Macron y Philippe se reunirán por la mañana y ultimarán una lista que debería hacerse pública poco después de mediodía, con el fin de que todos los ministros hayan tomado posesión de su cargo antes del Consejo de Ministros de mañana.
«Soy un hombre de derechas», declaró anoche Édouard Philippe, en una entrevista televisada. «Soy de derechas porque valoro la libertad sobre todas las cosas, pero tengo también rasgos de la izquierda, como, por ejemplo, que valoro la importancia de un Estado fuerte y capaz de luchar contra las injusticias». El nuevo primer ministro se declaró dispuesto a llevar «hasta el final» la liberalización del mercado de trabajo prometida por el presidente y afrontar todas las reformas necesarias, de forma rápida, «porque los franceses quieren que las cosas cambien».