Álvaro F. Cruz-El Confidencial
- El presidente Emmanuel Macron logró contener el empuje de la extrema derecha y este domingo se impuso con claridad en la primera ronda de las presidenciales. Le Pen será su rival tras un apretado recuento por la segunda plaza
El presidente Emmanuel Macron logró contener el empuje de la extrema derecha y este domingo se impuso con claridad en la primera ronda de las presidenciales francesas con un 27,4% de los votos —al 96% escrutado—. Si no hay sorpresas de última hora, el mandatario volverá a verse las caras con Marine Le Pen, que ha logrado un histórico 24% de los votos, el próximo 24 de abril. Un duelo por el destino de Francia que, irónicamente, dirimirán los votantes de izquierda de Jean-Luc Mélenchon, quien con 21,57% del electorado ha estado a punto de hacer saltar por los aires todos los pronósticos.
El desempeño de Macron ha superado las expectativas de los sondeos que, tras pasar buena parte de la campaña absorbido por la guerra en Ucrania, pronosticaban un estrecho margen de dos puntos sobre la líder ultraderechista. El mandatario no solo ha resistido, sino que ha logrado el mejor resultado de un candidato a la reelección en primera ronda desde François Mitterrand en 1988. Pero la carrera por el Elíseo no está cerrada.
«Todavía no hay nada decidido y el debate que tendremos en las próximas dos semanas es decisivo para nuestro país y para Europa», advirtió el propio presidente en su discurso en la noche electoral ante sus simpatizantes.
Aunque Macron parte con ventaja, Le Pen confirmó en las urnas la fortaleza de su partido, Agrupación Nacional, antiguo Frente Nacional, con su mejor resultado histórico en primera ronda. Estos apoyos, sumados a los de quienes respaldaron al polemista xenófobo Éric Zemmour (6,9%) —quien ya ha pedido el voto para Le Pen— materializan un importante avance de una ultraderecha que, alimentada por el descontento antisistema, parte hacia la segunda ronda con más de un 30% del electorado francés a sus espaldas.
Con una abstención estimada del 26,2% —la más alta desde que el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen alcanzara la segunda ronda en 2002— la segunda vuelta «va a estar más ajustada que en 2017 y las próximas dos semanas serán decisivas», opina con cautela Arsenio Cuenca, doctorando en sociología del École Pratique des Hautes Études de París y analista de ‘El Orden Mundial’.
Hace cinco años, Macron ya venció con facilidad a Le Pen, con el 66% de los votos frente al 33%. Pero desde entonces, mucho ha cambiado. El presidente ha perdido su aura de disruptor y algunas ideas de Agrupación Nacional han parecido moderadas a ojos de los franceses frente a las propuestas todavía más extremas de Zemmour. El primer sondeo del instituto demográfico IPSOS, tras publicarse los primeros resultados, dio al mandatario una ventaja de seis puntos sobre Le Pen (54% a 46%) en el enfrentamiento directo.
«Hay un voto escondido a Agrupación Nacional que las encuestas no logran captar, aunque se haya normalizado el hecho de votar por ella y defender su programa», señala Cuenca. Pero la clave de la segunda ronda recae en los correligionarios del auténtico candidato revelación. Un Mélenchon y sus Insumisos que han venido protagonizando un auge meteórico entre encuestas, proyecciones y escrutinio para quedarse al borde de la segunda ronda. ¿Votarán por Macron, se abstendrán o habrá trasvase a la extrema derecha? Le Pen tiene trabajo, adelanta el experto: «El fantasma del ‘gaucholepenisme’ no existe tal y como ha sido presentado. Hay obreros que votan a Le Pen, pero son obreros de derechas. No votaban antes a Mélenchon, que atrae más a gente acomodada que obrera». No obstante, Cuenca reconoce que los sondeos que muestran la disposición de sus votantes a pasarse a Le Pen en segunda ronda están ahí. Son el gran enigma por resolver.
Seducir a la izquierda
Las sumas a partir de ahora son complicadas. En teoría —y solo en teoría—, Macron sería el candidato preferido por la mayoría de los más de seis millones de franceses que no votaron por ninguno de los cuatro primeros. Además, «el ‘front républicain’ —frente republicano contra la extrema derecha— parece haber resucitado», observa la directora de la oficina del European Council on Foreign Relations en París, Tara Varma, en relación con las llamadas para votar a Macron de la mayoría de sus rivales derrotados. Con este caladero y sus 8,5 millones de votos, es favorito.
Pero su ventaja tras la primera votación es de menos de un millón de votos, frente a los 7,7 millones que logró Le Pen, a la que reforzarían los 2,1 millones de apoyos a Zemmour. Los 6,5 millones de franceses que optaron por Mélenchon tiene la llave del Elíseo y estos obedecen a sensibilidades muy distintas, desde la izquierda más clásica a radicales antisistema.
Pese a que Mélenchon fue meridianamente claro en su primer discurso tras los resultados —»No debéis votar a Le Pen, no hay que darle un solo voto a la señora Le Pen», insistió en varias ocasiones—, la encuesta de IPSOS muestra que en torno a un 30% de los votantes de Mélenchon en primera ronda está seguro de que elegirá a Le Pen en dos semanas.
«Soy más de izquierdas, pero en la segunda vuelta mi elección es que se vaya Macron. Ya nos ocuparemos de Le Pen después», explicaba Jean, jubilado de 74 años, tras depositar su voto en el colegio electoral número 56, en las inmediaciones de la colina del Sacré Coeur de París.
Le Pen lo tiene claro y aprovechó sus primeras palabras para dirigirse a esos votantes de izquierda descontentos con el sistema, en lo que fue un ensayo general de su estrategia para ensanchar su base electoral por la izquierda y desafiar al presidente en la segunda vuelta. «Llamo a todos los franceses, de todas las sensibilidades, a unirse al gran reagrupamiento nacional y popular que yo represento», aseguró en su intervención del domingo. «Quiero crear un Estado protector que garantice la libertad de todos. Mi ambición es unir a los franceses, convertir a Francia en una potencia de paz, un país que vuelva a tener grandeza», agregó con una indisimulada sonrisa entre vítores de sus feligreses.
Francia se prepara para vivir catorce días de una campaña de máxima intensidad, que hasta ahora había sido eclipsada por la invasión rusa a Ucrania y sus consecuencias económicas para los franceses de a pie, como el precio de la gasolina, la electricidad o los alimentos. El enfrentamiento será duro.
«Es improbable que la campaña se convierta ahora en un sosegado debate de ideas y propuestas sobre las mejores alternativas para contrarrestar la inflación y la escasez de materias primas, que son los problemas reales de la población», reflexiona la doctora en Economía María Eugenia Sanin, investigadora asociada de la École Polytechnique.
La desintegración del bipartidismo
Lo que sí quedó sellado en la primera vuelta fue el estruendoso final del bipartidismo francés, cuya derecha, Los Republicanos de Valérie Pécresse (4,8%), e izquierda, el Partido Socialista de Anne Hidalgo (1,7%), protagonizaron derrotas inapelables. Las dos formaciones que monopolizaron los gobiernos franceses de la Quinta República hasta la llegada de Macron apenas sumaron dos de los 32 millones de votos emitidos el domingo.
Especialmente sangrante fue el caso de Pécresse, que comenzó con un subidón en las encuestas que llegó a situarla entre las favoritas a principios de año. Pero desde el comienzo de la campaña, la aspirante conservadora se vio atrapada entre el extremismo de Le Pen y Zémmour y la jerarquía centralista de Macron. Su base se diluyó en el voto útil y ahora espera el recuento más ajustado de los votos para ver si llega al 5% que da acceso al reembolso público de los costes de la campaña.
Por su parte, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, quedó enterrada en la décima posición con un 1,7% de los votos. Su fracaso, como el del ecologista Yannick Jadot, que terminó en sexta posición con el 4,7%, muestran cómo la izquierda se ha pegado un tiro en un pie al ser incapaz de unirse en torno a un candidato.
El domingo en París fue un día de sol radiante y temperaturas primaverales, perfecto para la manida fiesta de la democracia. En el café La Môme, en la plaza Saint-Bernard, los vecinos del XVIII Distrito entraban y salían del local comentando la jornada. Los menos discretos explicaban y debatían lo votado sin mayores reparos. Pero hasta mediodía, la dueña comentaba en la barra con sus clientes que nadie le había reconocido haber votado a Macron.
Pero estaban ahí, discretos en esta primera ronda ante el carrusel de aspirantes a batirse con su líder en dos semanas. Como Françoise, de 82 años, abrigo rojo y gafas verdes, que en una de las mesas de la terraza compartía el signo de su voto con un pareado: «Sin discusión, yo he votado por Emmanuel Macron».