Editorial-El Correo
- La emergencia presupuestaria devuelve al Gobierno a Lecornu con la expectativa de que los socialistas renuncien a censurarlo
El primer ministro francés tiene que presentar mañana un proyecto de Presupuestos para 2026 al Gobierno y el miércoles a la Asamblea Nacional. Su Ejecutivo, que todavía ha de constituir, debe conseguir el apoyo de una mayoría parlamentaria en una Cámara ingobernable desde las elecciones anticipadas de junio de 2024. Para el país vecino, sacar adelante las Cuentas públicas es imperativo si pretende acometer un severo ajuste fiscal que permita reducir el déficit al 5% del PIB para finales del próximo ejercicio, muy lejos todavía del 3% que exige Bruselas. Y afrontar una deuda del 114%, en un momento en que el comportamiento de la segunda economía del euro concita la preocupación de los mercados y del conjunto de la Unión Europea.
Desde la noche del viernes, encabeza el Gobierno Sébastien Lecornu, que había dimitido el lunes de la misma responsabilidad después de solo 27 días en Matignon y cuando apenas hacía doce horas que había presentado su Gabinete. Es el cuarto primer ministro en menos de un año y Emmanuel Macron le ha devuelto al cargo para afrontar la emergencia presupuestaria y fiscal ante la que se rindió la primera vez. Su segundo nombramiento se topa ya con al menos cinco anuncios de censura de otros tantos grupos parlamentarios. La suma de su representación dejaría a Lecornu a una veintena de votos de la puerta de salida.
¿Por qué coloca Macron a un fiel candidato a palos en semejante trance? Desde las legislativas adelantadas del año pasado, el presidente se ha esmerado en cerrar el paso a la cohabitación con el vencedor de aquellos comicios, el Nuevo Frente Progresista, hoy roto. A base de apelar a «la responsabilidad» de los demás, el mandatario ha transformado la ideología en un defecto. Ahora podría simular un aplazamiento de la reforma de las pensiones para que el Partido Socialista salve al Ejecutivo de la caída. O cortocircuitar a la clase política con una nueva llamada a las urnas.
Macron ha sumido a Francia en el caos. La ultraderecha a la que decía querer cerrar el paso alcanza una intención de voto del 36% y Marine Le Pen atrae como un agujero negro a efectivos de la coalición macronista. A la líder extremista no la convocan al Elíseo pero es la única que no teme el reproche de los electores. Y sueña seguramente con revertir la inhabilitación antes de las presidenciales de 2027.