- Nada debe impedir que el presidente vuelva a reunir a esa Comisión del Odio para denunciar ese odio que un grupo de matones está destilando contra una criatura de cinco años
Un niño con 5 años. Un niño español. Podría haber sido de cualquier otra nacionalidad y el resultado hubiera sido el mismo. No habría importado ni su raza ni su religión ni su sexo ni su ideología. Nadie le habría acosado salvo que hubiera reclamado, vía paterna, el cumplimiento de una sentencia judicial.
El niño vive en España. Va a la escuela en un pueblo de Cataluña. Vive en un pueblo catalán y según la doctrina Pujol, “catalán es aquel que vive y trabaja con nosotros en Cataluña”. Sus padres, catalanes también, han pedido que su hijo estudie utilizando las dos lenguas oficiales de Cataluña: el catalán y el castellano. O sea, dos lenguas españolas. Una de ellas, la catalana, estuvo prohibida durante la dictadura y, por eso, la democracia apoyándose en la Constitución, ha evitado la discriminación de la riqueza lingüística española potenciando ls cuatro lenguas oficiales de nuestro país.
En la dictadura había que ser monolingüe y hablar solo la lengua del “imperio”. Si a alguien se le hubiera ocurrido decir “Visca Franco”, habría sido sancionado por dar vivas al dictador en catalán y por decir tonterías, lo que demuestra una vez más que se pueden decir idioteces en cualquier idioma.
Así que 75% de enseñanza en catalán para corregir la desventaja y 25% en castellano para mejorar la lengua común de todos los hispano-hablantes.
Que le pregunten a Messi que jugó tantos años en lo que antes era más que un club y que ahora parece estar preparándose para jugar solo la liga catalana
Como consecuencia de la petición del ejercicio de un derecho, algunos energúmenos -de esos que existen en todos los colectivos- han querido demostrarle a sus paisanos sus cualidades y la falsedad de que la escuela educa siempre y bien a quienes asisten a sus aulas. Seguramente un tal Jaume Fàbrega llegó a la Universidad sin haber pasado por la escuela. Si no, le hubieran enseñado que no se puede anunciar el deseo de apedrear la casa en la que vive un niño de cinco años. Si un tal Albert Donaire en lugar de haber sido Mosso d’Escuadra hubiera sido mozo de cuadra no hubiera instado a dejar al niño de esta familia solo en clase”. “Los niños no vuelven a clase hasta que esto no se arregle”, dijo el mozo. “Esto” es la desobediencia a la sentencia que los tribunales han dictado en relación con el uso de ambas lenguas en el procesos educativo obligatorio.
Llama la atención que a los niños se les prohíba hablar en castellano en los patios de los colegios y sin embargo no se prohíba ese idioma en el césped del Camp Nou. Y si no, que le pregunten a Messi que jugó tantos años en lo que antes era más que un club y que ahora parece estar preparándose para jugar solo la liga catalana.
En el caso de la falsa denuncia de una agresión homófoba, el presidente del Gobierno convocó con carácter de urgencia la Comisión de seguimiento contra los delitos de odio. Fue víctima de un engaño pero le pudo el afán de proteger a quien se suponía perseguido y agredido por su condición sexual.
Ni el nuevo Defensor del Pueblo, ni el Gobierno de Cataluña han hecho nada para evitar la vergüenza que sentimos quienes todavía seguimos poniendo la decencia por encima de las lenguas
En este caso, la agresión y la persecución es real. Si noble fue su intención en la agresión falsa, nada debe impedir que el presidente vuelva a reunir a esa Comisión para denunciar y atajar el odio que un grupo de matones está destilando contra una criatura de cinco años que no tiene más que al gobierno de España para ampararlo y protegerlo ante semejante agresión. Ni el nuevo Defensor del Pueblo -que ha tenido la mejor oportunidad de estrenarse para dejar constancia de porqué está ahí-, ni el Gobierno de Cataluña han hecho nada para evitar la vergüenza que sentimos quienes todavía seguimos poniendo la decencia por encima de los idiomas, de las lenguas, de los votos o de los intereses más bastardos que animan a cuantos miran para otro lado para no ver la crueldad de los rufianes de la tribu.
Ejemplos como los acontecimientos de Canet nos vienen a recordar el sufrimiento de tantos afroamericanos que durante tantos años tuvieron que soportar discriminaciones iguales o peores que las que soporta en pleno siglo XXI un niño de cinco años; aquellos por el color de su piel y este por el idioma.
Solo falta que al mozo y al profesor universitario y a todos cuantos se unan a ese tipo de cobardía les pongan un cucurucho made ku klux klan para que nadie vea sus sucios rostros.