Miquel Escudero-El Correo

Soñar y desear por uno mismo, no por lo que se nos diga, es algo que nos individualiza y que permite caracterizarnos. Para ello necesitamos ayuda o, al menos, que no nos lo pongan muy difícil con trabas externas. Los políticos tienen por esto la responsabilidad de facilitar la sensatez y la igualdad, y la de proteger la libertad. Por supuesto, trabajar para limar asperezas y no alimentar bloques exasperados. ¿Tienen los diputados esta idea o bien sirven al canibalismo? Es inevitable preguntarse de qué madera deben estar hechos para que les incluyan en unas listas cerradas y bloqueadas, a qué intereses deben obedecer.

Hablemos de Clarín, seudónimo que adoptó el escritor Leopoldo García-Alas con 23 años de edad. Fue al entrar en el diario ‘El Solfeo’, donde cada colaborador debía elegir el nombre de un instrumento para firmar sus artículos. Tras doctorarse, comenzó a preparar oposiciones y consiguió la cátedra de Economía Política y Estadística de la Universidad de Zaragoza; con una peripecia que es para hablar otro día.

En el siguiente diálogo de su gran novela ‘La Regenta’ (1885) el fingimiento brilla como si fuera algo natural:

– «¡Ministro! ¿Para qué? Yo no tengo ambición política… Si milito en un partido es por servir a mi país, pero la política me es antipática… Tanta farsa…, tanta mentira…

-Efectivamente, en los Estados Unidos solo son políticos los perdidos, pero en España… es otra cosa».

Años después, en 1898, sucedió el desastre de Cuba que evidenció la ficción que nos embargaba desde hacía años, en especial a la clase política. Y hoy día, ¿qué podemos esperar de nuestros representantes?, ¿qué debemos exigir y cómo?