EL CONFIDENCIAL 19/12/16
JUAN RAMÓN RALLO
· Dado el absurdamente breve lapso temporal (tres días) que había para canjear ese medio de pago, la intención de Maduro era la de estafar a la cuasi totalidad de tenedores de billetes de 100 bolívares
La economía venezolana atraviesa un convulso periodo de hiperinflación: en apenas tres años, los precios se han multiplicado por 13 y la expectativa es que solo en 2017 lo hagan por 17. La situación se halla completamente fuera de control, debido a la irresponsabilidad del propio Gobierno chavista: el hundimiento de los ingresos petroleros y la oposición de la oligarquía bolivariana a recortar el gasto estatal han terminado disparando el déficit público del país hasta niveles cercanos al 25% del PIB. Una crisis fiscal de primer nivel que, en lugar de ser contrarrestada mediante políticas de austeridad que restablecieran la credibilidad y solvencia del Gobierno, ha sido afrontada mediante monetizaciones de deuda pública por parte del Banco Central de Venezuela: de ahí la hiperinflación actual. Basta con ver el exponencial incremento de los pasivos de la autoridad monetaria durante los últimos años.
Pero la auténtica sorpresa no fue la ampliación del cono monetario —proceso típico en todas las hiperinflaciones— sino lo que vino después. El pasado martes, Maduro se desdijo de sus intenciones iniciales y comunicó por decreto que los billetes de 100 bolívares dejarían de ser moneda de curso legal en un plazo de apenas 72 horas. Es decir: la ‘kakistocracia’ venezolana no solo quería cargarse el billete más usado por los venezolanos, sino que apenas les concedía un plazo de tres días para que lo canjearan en las oficinas del banco central. Afortunadamente, las protestas ciudadanas forzaron al autócrata bolivariano a que este sábado diera marcha atrás en sus intenciones iniciales, alargando el periodo para canjear los billetes hasta el 2 de enero.
Muchos analistas han interpretado la sublevación de los venezolanos como una exteriorización de las molestias que les habría supuesto quedarse sin medios de pago hasta que llegaran las nuevas hornadas de billetes de más alta denominación. En realidad, sin embargo, la sublevación constituía una reacción contra la vil estrategia del socialismo bolivariano de atracar y arruinar a los ciudadanos más pobres del país para seguir engordando la capacidad de gasto del Estado.
Recordemos que los pasivos del Banco Central de Venezuela se han multiplicado por 25 durante la última década, por haberlos utilizado para financiar los déficits públicos del Gobierno. Cualquier agente económico que vea multiplicar sus deudas por 25 sin que, a su vez, sus activos de alta calidad se multipliquen por un importe similar verá cómo el valor de mercado de esas deudas se desplomará. Es muy simple: los pasivos emitidos por agentes quebrados (bonos basura) cotizan con un enorme descuento frente a su valor nominal. Ese enorme descuento, en el caso de los pasivos del banco central, es la (hiper)inflación: todo se vende mucho más caro frente al bolívar porque el bolívar vale muchísimo menos. ¿Y por qué vale el bolívar muchísimo menos? Porque el bolívar es un pasivo del Estado y el Estado venezolano está en expansiva bancarrota.
Una vez constatado esto, entenderemos mucho mejor los tramposos movimientos de Maduro durante los últimos días. ¿Cómo puede un agente quebrado incrementar su renta disponible y su capacidad de gasto? Pues impagando sus deudas a sus acreedores. Si yo te debo 100 y te dejo de pagar 60, mi situación financiera mejora en esos 60. El Banco Central de Venezuela pretendía hacer algo parecido: todos sus billetes de 100 bolívares no canjeados en el plazo exprés de tres días iban a ser repudiados como pasivo del banco central. Se estima que el valor agregado de los billetes de 100 bolívares ronda los 500.000 millones de bolívares, esto es, más del 15% de todos los pasivos emitidos por la autoridad monetaria. Dado el absurdamente breve lapso temporal (tres días) que había para canjear ese medio de pago, la intención de Maduro era claramente la de estafar a la cuasi totalidad de tenedores de billetes de 100 bolívares.
De hecho, la estrategia de momento le ha funcionado: el lunes 12 de noviembre, un dólar se intercambiaba en el mercado informal por 4.254 bolívares; este domingo, por el contrario, se intercambiaba por 2.507 bolívares. Es decir, después del anuncio de repudio del billete de 100 bolívares, la divisa venezolana se ha apreciado un 70%. Nada sorprendente: dado que el deudor carga con menos deudas, el valor de mercado de sus deudas restantes se incrementa. Ese es precisamente el delictuoso plan de Maduro: que, cuando lleguen las nuevas hornadas de bolívares (los billetes de entre 500 y 20.000 bolívares), su fraudulenta divisa haya recuperado algo de poder adquisitivo para que su Gobierno cuente con una mayor capacidad de gasto real. El Ejecutivo bolivariano quiere gastar los nuevos bolívares a un valor menos depreciado merced al ‘default’ con el que castigará a aquellos venezolanos incapaces de intercambiar sus billetes de 100 bolívares en las oficinas del banco central.
Las susodichas protestas ciudadanas han conseguido retrasar la retirada de los billetes de 100 bolívares hasta el próximo 2 de enero
¿Y quiénes son esos venezolanos ‘atrapados’ por el ‘default’ bolivariano? Cómo no, Maduro los identifica con las mafias colombianas. En realidad, y vista la intensidad de las protestas que han obligado al autócrata bolivariano a dar marcha atrás parcial en su decretazo, es obvio que se está atracando a la inmensa mayoría de ciudadanos y muy en particular a los más pobres: es decir, a aquellos que siguen realizando la práctica totalidad de sus operaciones en efectivo por estar muy escasamente bancarizados. Las susodichas protestas ciudadanas han conseguido retrasar la retirada de los billetes de 100 bolívares hasta el próximo 2 de enero: unos días más para intentar protegerse de un expolio que, en cualquier caso, terminará afectando a millones de personas humildes y sin recursos.
Fíjense, pues, en el maquiavélico plan del socialismo del siglo XXI: retirar de circulación —en un plazo exprés— los billetes de 100 bolívares para que los ciudadanos más pobres no tengan margen de canjearlos en el banco central; acto seguido, aprovecharse de la revalorización del bolívar derivada de este inesperado impago para incrementar la capacidad de gasto del Gobierno conforme este vaya inyectando los nuevos billetes de 500 a 20.000 bolívares. Algo así como cobrarles un gigantesco impuesto extraordinario a los más pobres para que Maduro y sus camaradas puedan seguir gastando a manos llenas: una redistribución de pobres (venezolanos expoliados) a ricos (la boliburguesía agolpada en torno al Estado chavista) que ilustra la naturaleza típicamente parasitaria del socialismo bolivariano.