Chapu Apaolaza-ABC

  • Que le quieran matar a uno le otorga legitimidad para cualquier cosa

Antes en este país se comentaba de La Pantoja y, ahora, de la UCO. De las conversaciones manipuladas de un mando de la Unidad Central Operativa con un confidente se abstrajo que le quería poner a Sánchez una bomba lapa. En realidad, querían decir que la bomba lapa se la iban a poner a él, pero el Gobierno, que no pierde una oportunidad de martirizarse, obvió algunos mensajes y lanzó a tres ministros y a Patxi López a propagar la noticia de que un mando de la UCO, que estaba ahora a sueldo de Ayuso en la Comunidad de Madrid, fantaseaba con poner una bomba en el coche del presidente. Apocopando, apocopando, llegábamos a escuchar que el Gobierno sostenía que Ayuso quería matar a Sánchez.

Si uno entorna los ojos como con las emisiones porno de aquel Plus, va identificando el patrón de los mensajes del Gobierno y ya no sabe si vive en Caracas o en Madrid donde los riders venezolanos visten camisetas de manga larga y en los semáforos bailotean un merengue imaginario. El primer signo de la degradación de nuestra democracia fue cuando el sanchismo dijo que lo investigaban pseudomedios. Después, que lo perseguían pseudojueces, las Policías que ahora llaman las cloacas del Estado y, por último, lo quiere matar la oposición con una bomba lapa. Yo no quiero matar a Sánchez, aunque temo que muramos todos del asco mientras termina esta maldita legislatura infame, corrupta y desvergonzada que nos llevara a todos por delante. El magnicidio, que es el octavo círculo del infierno de la majadería populista, significa la quiebra máxima de todo lo que teníamos porque no se puede ir más allá que decir que el que piensa diferente pretende asesinarte. Es el ‘non plus ultra’ del autoritarismo, en cuanto acusar de un golpe a la oposición supone asumir el esquema del autogolpe por parte de todos los dictadores que han sido. Que le quieran matar a uno le otorga legitimidad para cualquier cosa. Para poner a tus amigos de jueces, retorcerle el brazo a la Fiscalía, partirles las piernas a policías molestos, poner a la pasma a la orden de los fiscales que de quién depende, demonizar a los medios y un largo etcétera que termina en Soto del Real convertido en el Helicoidal de Maduro. Todo vale con tal de que Ayuso no mate al presidente con una bomba lapa.

Yo recuerdo que intentaron matar a Aznar y al Rey y una bomba lapa que pusieron curiosamente en el techo del coche del gobernador militar de Guipúzcoa; la posó una moto al pasar. Se escuchó un acelerón, la onda expansiva como un empujón y cayeron de golpe todas las hojas de los árboles del Boulevard de San Sebastián. No sé cuántos murieron. Los cristales de mi casa cayeron sobre la gente de la acera que los llevaba clavados en la espalda como puñales transparentes. Los herederos de los que mataban entonces son ahora los aliados del Gobierno y la oposición, una asesina en un esquema tan cercano al autogolpe de Estado que da escalofríos solamente de pensarlo.