El viernes se producía en la democracia española un hecho sin precedentes, en España y en cualquier otro sistema democrático. La cuadrilla gobernante había decidido reformar el artículo 315.3 del Código Penal para despenalizar la actividad de los piquetes coactivos en las huelgas. Su reforma debía hacerse mediante Ley Orgánica, y hete aquí que el pasado viernes, el Boletín Oficial del Estado incluía la sanción real de dicha Ley, en cuyo preámbulo se puede leer este tercer párrafo contra el partido de la oposición: “Con la crisis como oportunidad, desde la llegada al Gobierno del Partido Popular en diciembre de 2011, se inició un proceso constante y sistemático de desmantelamiento de las libertades y especialmente de aquellas que afectan a la manifestación pública del desacuerdo con las políticas económicas del Gobierno”. Por si no había quedado suficientemente claro se añadía más adelante que la reforma laboral y el citado 315.3 “habían servido para desplegar una serie de leyes que asfixian la capacidad de reacción, protesta o resistencia de la ciudadanía y de las organizaciones sindicales, hacia las políticas del Gobierno”.
Nunca se había visto nada igual: un Boletín Oficial magreado por el Gobierno para agredir a la oposición. Los lectores, si los hubiere, comprenderán el sentido de mi eslogan sobre esta tropa que nos desgobierna: Pedro Sánchez emputece todo lo que toca. Igual, no, parecido, sí: los dos párrafos espurios que el sanchista José Ricardo de Prada introdujo en su sentencia sobre la Gürtel y que constituyeron el argumento ilegítimo para que el doctor Fraude cimentara su moción de censura.
Mueve a perplejidad que el Rey sancione una ley con dicterios contra una Administración anterior. No sé si la Casa del Rey desprecia preámbulos para centrarse solo en lo mollar: sacudir a la oposición. En fin, ya tienen experiencia para saber que a esta tropa hay que leerle hasta el pensamiento.
La Asociación de Fiscales denuncia que se utilicen las normas para hacer política partidista en el B.O.E. En realidad, todo estaba pregonado desde hace años. Recordarán aquel 22 de enero de 2016, cuando Pablo Iglesias convocó a la prensa al terminar su entrevista con el Rey. Mientras Felipe VI recibía al candidato Sánchez, Iglesias, rodeado por sus fieles, tres de los cuales (Domenech, Errejón y Bescansa) han causado baja, se anunció como vicepresidente de un Gobierno de coalición, con el control de las secretarías de Estado y de los organismos que le correspondan, a saber: el C.I.S., el C.N.I. y el B.O.E. (Doc. ‘Un país para la gente’, 15 de febrero de 2016).
Uno pensó que hacía falta ser algo lerdo para creer que se podía hacer literatura creativa con el boletín. El lerdo era yo. Aquí tienen un B.O.E. cuya dirección parece encomendada a Dina Bousselham, el C.I.S. de Tezanos y a saber lo que ha hecho del C.N.I.
Es preciso señalar que a la hora de su publicación en el B.O.E., Iglesias era un don nadie, bueno, como lo ha sido toda su vida, quiero decir que ni siquiera era vicepresidente. El problema, una vez más, es Pedro Sánchez.