ABC 16/03/14
IGNACIO CAMACHO
· Se está fraguando en Cataluña un motín a la ucraniana. Un desafío popular soberanista ante la opinión pública del mundo
No es Crimea. En el conflicto ucraniano hay un precedente peligroso para la tensión soberanista catalana pero no se trata, o no sólo, del referéndum en la península del mar Negro. De esa probable autodeterminación ilegal se pueden derivar paralelismos a largo plazo que afectarían al papel de los ciudadanos del Estado preexistente en el caso de una secesión, pero eso es una hipótesis aún muy lejana. El verdadero problema de la crisis de Ucrania, el que amenaza con incidir sobre Cataluña en un reflejo especular de alto potencial desestabilizador, se relaciona con la revolución que ha volcado el régimen a partir de un motín popular en las calles. Con la plaza Maidán, cuyo modelo se ha convertido en la referencia estratégica del independentismo.
Se está fraguando unMaidan en Barcelona. Esa es la respuesta que el bloque secesionista tiene en mente para contestar a la segura prohibición de la consulta de noviembre. Una ocupación callejera masiva. Decenas, tal vez cientos de miles en personas instaladas en la plaza de Cataluña y en las Ramblas, en las estaciones y los aeropuertos, dispuestas a permanecer allí hasta que prevalezca su aspiración de votar por la independencia. Días, semanas de presencia continua en los telediarios y periódicos del planeta. Un desafío frontal al orden político articulado a través de la poderosa Asamblea Nacional de Catalunya, la organizadora de la cadena humana de septiembre, cuya capacidad de convocatoria ha quedado contrastada de sobra. Un plante a la egipcia, a la ucraniana. Un audaz órdago a la grande contra la legalidad del Estado, formulado con una intensidad y un eco suficientes para convertirlo en cuestión central de la agenda de la UE.
Ya no se trataría, como en anteriores ocasiones, de una demostración de fuerza simbólica, sino de un reto determinante. El éxito de la movilización de Kiev, como antes el de El Cairo, ha sentado precedente: al respaldar la protesta ucraniana, Europa ha aceptado de hecho que una movilización popular puede alterar el statuquo de un régimen. Los soberanistas lo saben y han tomado nota: hay un nuevo orden político capaz de expresarse e imponerse por la fuerza de los hechos al margen del cauce democrático convencional. Maidan ha abierto una vía de subversión de los sistemas institucionales a través de la toma de los espacios públicos. «El pueblo», ese concepto que se vuelve abstracto cuando se representa a través de masas agitadas, reclamando un presunto derecho a ser escuchado. Un marco mental con enorme fuerza expansiva frente a los argumentos jurídicos de los principios constitucionales.