EL CORREO, 16/02/03
Maite Pagazaurtundua cree que el Gobierno vasco es «responsable de negligencia política» en el asesinato de su hermano y aboga por «desenmascarar el juego hipócrita de los gobernantes de Lizarra» «Los votantes del PNV deben saber que es bueno castigar a este partido para que se regenere»
Nada revela, a simple vista, que la tragedia se haya cernido hace una semana sobre la casa de los Pagazaurtundua. Por la moqueta y entre los cojines del sofá reptan y brincan varios niños y niñas, llenando la estancia de risas y de jeroglíficos en euskera. Algunos adultos se ponen a su altura y se revuelcan con los pequeños en el suelo. El timbre de la puerta suena insistente y anuncia la llegada de más familiares que entran, se ofrecen para lo que sea y se van. No se percibe un ambiente fúnebre, plañidero ni afectado. Huele a familia unida. Corren de mano en mano los refrescos y las pastas. Pero algo indefinible que flota en el ambiente y en el cansancio acumulado de los rostros habla de una pérdida fatal e irreparable.
Tres mujeres destacan en la estancia: Pilar, la madre de Joseba, el jefe de la Policía Municipal de Andoain asesinado por ETA el pasado día 8; Estíbaliz, su viuda, y Maite, su hermana. Tres mujeres que esconden su dolor y su angustia tras una coraza de naturalidad y valentía. «Que hable Maite, que está acostumbrada y lo hace muy bien», dice Estíbaliz. Y la joven ex parlamentaria, colaboradora de Fernando Buesa en el Gobierno vasco, concejal del PSE en Urnieta y militante activa de Basta Ya comienza a desgranar sus sentimientos con una voz suave y cargada de denuncia.
-Estuvo usted junto a su hermano Joseba en sus últimos momentos de vida.
-Le vi agonizar. Estuve con él esas horas. Le juré en su agonía que cuidaría de su familia, de sus hijos, y que esto no saldría gratis.
-¿Presentía que algo así podía pasar?
-Era la crónica de una muerte anunciada. En 1995 nos comunicaron que un comando tenía información muy elaborada sobre Joseba y que iban a atentar inminentemente contra él. Hicimos gestiones con Ramón Jáuregui y con Fernando Buesa, que consiguieron que le trasladaran en comisión de servicios a la Ertzaintza, en Laguardia. Allí rehizo su vida y llevó una existencia bastante feliz durante varios años. En 1999, el mismo día en que estaba mirando una parcela para comprarla y asentarse definitivamente, le dijeron que volviera. Intentamos de nuevo hacer gestiones y nos encontramos con un muro de silencio absoluto. Nos dejaron solos, nos abandonaron.
-¿Es eso lo que sintieron?
-Los dirigentes de este país conocían el caso. Les rogamos que no le hicieran volver. Desde entonces hemos vivido momentos muy duros Cuando, en una ocasión, atentaron contra el domicilio de mi familia en Andoain, no pude contenerme y le llamé a Juan Mari Atutxa. Le lloré en el teléfono. Le dije que se habían equivocado en sus decisiones, le recordé que la tregua con los asesinos no iba a funcionar nunca. Que a los asesinos hay que detenerlos y a los intolerantes ponerles fuera de la circulación, porque si entendieran de pactos no matarían. Me respondió que él ya no tenía responsabilidades en Interior. Le pregunté que quién era entonces el responsable de las decisiones del pasado. Me quebré y lloré de impotencia, porque no tuvimos ninguna respuesta.
-¿Sólo habló con Atutxa?
-Algún tiempo más tarde asesinaron a Juan Priede, que también era un gran amigo. Me desplacé a Orio y se me acercó Josu Jon Imaz para darme el pésame. Le conté este caso y le dije que yo no quería la condolencia, que no servía para nada, que lo que tenían que hacer era abandonar ese camino político en el que se habían metido, porque nos ponía en el disparadero, en el matadero. Con Lizarra habían dado oxígeno a los etarras, como se ha visto. Creo recordar que le dije: ‘¿Cuándo maten a mi hermano, vas a venir a darme la condolencia? No quiero eso’. Conocían perfectamente el caso. No vale que no actúen donde tienen que actuar y que luego vayan conmiserándose. Es un ejercicio de pura hipocresía política.
-¿Fue ése uno de los motivos por el que su familia vetó la entrada en el velatorio a los firmantes de Lizarra y al actual Gobierno vasco?
-Tal vez fue el detonante. Pero, en cualquier caso, la situación de Andoain justifica un veto de estas características. Ejemplifica la degradación en la política del Gobierno vasco y la degradación del liderazgo institucional. En Andoain no existe democracia. Que el PNV niegue la posibilidad de quitar la Alcaldía a Batasuna es absolutamente intolerable. La irresponsabilidad de este partido ha ido creciendo: la política despojada de conmiseración y de respeto hacia el que es distinto; esa política de exclusión de los no nacionalistas que comienza en Lizarra y sigue en ese pacto secreto con ETA Es tremendo. La decisión sobre el velatorio surgió en la familia de forma natural.
-¿No es excesivo responsabilizar al Gobierno vasco, aunque sea por omisión o desidia, de lo que le ocurrió a su hermano?
-En absoluto. No estoy diciendo que sean conniventes ni cómplices. Lo que decimos y sentimos es que son responsables de negligencia política. En un país donde el liderazgo del Gobierno y del partido que lo sustenta se desmorona, donde el presidente del PNV es capaz de insultar al líder político de la formación de una persona asesinada; del partido que se está jugando la vida en las calles, es de una aberración moral tan grande No es nuevo, pero ha ido ya tan lejos que debemos ser capaces de desenmascarar ese juego hipócrita de los gobernantes de Lizarra.
-¿Qué les pide a los nacionalistas?
-No les pido que dejen de serlo. Sólo digo que no se merecen liderar el país porque no lo lideran. Más bien, parece que tenemos un Gobierno vasco de notarios y de plañideras. No necesitamos que nos digan que las cosas están muy mal ni que nos vengan a dar el pésame. Necesitamos que actúen. Y eso significa, en primer lugar, reconocer que hay pluralidad y que es increíble que la representación de casi la mitad de la sociedad vasca esté perseguida y coaccionada.
El más vulnerable
Pilar, la madre de Joseba, lleva varios días hurgando y rebuscando viejas fotografías de su hijo. Las tres mujeres ojean con avidez los últimos descubrimientos. Imágenes a color de ‘Pagaza’ con sus hijos y su mujer, disfrazado de bucanero portando una pancarta de la primitiva LAB, se mezclan con otras en blanco y negro de antepasados: gudaris que portan ikurriñas, exiliados en Francia o América de la anterior dictadura o bisabuelos con sus trajes de faena en la Guipúzcoa profunda.
-Joseba, pese a saberse en la diana, seguía con el ritual de acudir al mismo bar a tomar un café y leer los periódicos.
-Hubo un momento en el que mi madre quería que todos nos fuésemos del País Vasco. Sentía que vivíamos bajo amenaza. Ella siempre decía que el elemento más vulnerable era Joseba, porque estaba en Andoain, porque era policía y no le podían proteger. Le gustaba su trabajo y se protegía, también evitaba las rutinas, pero nunca puedes vivir en una paranoia constante. Se estaba jugando la vida y la ha perdido. Aunque en Euskadi parece un sacrilegio hacer una crítica profunda al nacionalismo vasco gobernante, hay que hacerla. Y las gentes de bien que les votan deben saber que tienen que liberarse, que tienen que entender que es bueno castigar al PNV para que se regenere. Es posible otro tipo de nacionalismo.
-Después de lo que ha ocurrido, ¿su madre ha vuelto a plantearles la posibilidad de abandonar el País Vasco?
-Ni nos lo hemos planteado. Hemos intentado reorganizar el equilibrio familiar, ver cuáles son los puntos débiles de cada uno de nosotros desde el punto de vista psicológico y personal. Lo que deseamos, ante todo, es educar a nuestros hijos como gente de bien, sin ira, con ganas de pelea, siendo piratas, libres, rebeldes, con deseos de justicia que sean buena gente. Es el objetivo inmediato de la familia, estar unidos, como siempre lo hemos estado, y, desde nuestra modestia, intentar llamar la atención sobre esta situación.
-Ardanza sí estuvo presente en el velatorio y le dio un abrazo. ¿Por qué le permitieron el paso?
-Porque no somos antinacionalistas. Sabemos que Euskadi es profundamente plural, que el partido más antiguo de esta comunidad es el socialista. Que la identidad moderna de las personas se construye de las cosas más variopintas. Uno puede ser pirata, ser vascoparlante y gustarle la ‘Internacional’ y otras cosas. La identidad tiene que construirse con libertad. No hay nadie que, con la amenaza, pueda decir cuál es el modelo del buen vasco. No queremos que los nacionalistas dejen de serlo. Queremos unas reglas de juego, juego limpio.
-Las palabras de Ibarretxe, tras el atentado, ¿le sirvieron de algún consuelo?
-En absoluto. Lo que queremos es que actúen. Primero en Andoain y después en la política vasca. Lo que hacen falta son hechos.
-Nació en Hernani y ahora es concejal en Urnieta. ¿Cómo vive un no nacionalista en pequeñas localidades gobernadas por Batasuna?
-Impera la ley del miedo. Los que no se han significado viven clandestinamente. En Hernani hay gentes que tienen confianza con su librero o quiosquero y les guardan en una bolsa opaca el periódico para que lo puedan llevar a casa. No se puede cerrar los ojos y actuar como si nada pasara. Desde Lizarra es tal la persecución de los que no somos nacionalistas, que ésto no puede aguantar más tiempo.
-Es usted vasca por los cuatro costados, euskaldun, experta en cuestiones de cultura vasca y euskera. ¿Nunca ha pensado que con otro carné en la cartera hubiera podido llegar muy lejos?
-No me lo he planteado. Jamás lo he hecho. Yo sé lo que me han enseñado en mi casa. Nuestra madre, Pilar, nos inculcó desde antes de tener conciencia que nadie es más que nadie y que nadie es menos que nadie; que nunca hay que engañarse y que hay que ser responsable de los propios actos. Y Joseba era un ejemplo de eso. Intentamos ser honrados y honestos con nosotros mismos.
-Hay quien ha dicho que los concejales de a pie del PP y del PSE de las pequeñas localidades vascas son los principales resistentes.
-Es verdad. Viven en una situación, en muchos casos inhumana. No hay derecho a lo que tienen que soportar. No se puede pedir a nadie que sea un héroe, que se juegue la vida. Es una situación de alarma democrática tan grave que no podemos mirar a otro lado ni un minuto más.
Los piratas
‘Pirata’ es una palabra frecuente en el vocabulario de los ‘Pagaza’. La culpa quizá la tenga un libro de grandes dimensiones publicado en 1963 y traducido del italiano que lleva por título ‘Historia de Piratas’. Sus hojas están manoseadas, sobre todo aquellas en las que se ilustran dramáticos abordajes, entierros de tesoros y escenas tabernarias regadas con ron. «Es como el libro de la familia -bromea Maite-. Mis hermanos y yo pasábamos de pequeños horas y horas perdidos en él. Ahora también lo hacen nuestros hijos». Quizá haya sido este libro el que ha convertido a los Pagazaurtundua en una especie de familia corsaria, que navega a contracorriente y entre la adversidad hacia un destino que se llama «libertad individual».
-¿Por qué cree que el PNV y EA se han opuesto a desbancar a Batasuna de la Alcaldía de Andoain?
-No hay razón objetiva ni moral para permitir que el alcalde de Andoain siga gobernando. Si queremos devolver la dignidad democrática tenemos que empezar en Andoain, que es donde más ha sido perseguida. Si conseguimos que los perseguidos dirijan las instituciones municipales habremos hecho una pequeña revolución en Andoain. Demos la vuelta a las cosas.
-El PNV ya ha dicho que no.
-No son tolerables sus argumentos. PNV y EA deben recapacitar, y si no lo hacen, tienen que ser señalados y castigados democráticamente. Y si la sociedad no está aún preparada para entender algo tan dramático, deberán llevar sobre sus conciencias el peso de la vergüenza absoluta.
-¿Es optimista? ¿Existe un punto de encuentro entre los vascos?
-Nos tenemos que encontrar en la modernidad, en el futuro. Los no nacionalistas no queremos ser una comunidad; queremos ser individuos, ciudadanos, cada uno con la identidad que le dé la gana. A mí, por ejemplo, me gustan los ‘bertsos’ y leer en euskera, pero no me interesa nada el concepto nacionalista escindido de España. ¿Por qué no puedo tener esa identidad con toda naturalidad? ¿Por qué hay nacionalistas que no practican el euskera? Todos no pasan por el euskaltegi. Para ser feliz siendo euskaldun no necesito que el señor Anasagasti aprenda euskera o que el señor Ibarretxe escriba un poema en esa lengua. Es preciso un sentido laico de la existencia en Euskadi; es necesario un sentido laico del vasquismo. Hay muchos campos de mestizaje que explorar, y cuando los nacionalistas de bien y nosotros nos podamos ir acercando, la política vasca será mucho menos agria. El nudo gordiano es el PNV en su dirección actual. Por su catarsis pasa que se desaten las energías positivas del país.
-¿Sin odio, pero sin perdón?
-Sin odio, pero sin pausa. Nos va la vida en ello.
EL CORREO, 16/02/03