Iñaki Ezkerra-El Correo

  • Un mundo tan revuelto juega un papel de impagable aliado del sanchismo

Sí. Creo que Sánchez ha tenido mucha suerte con la época que le ha tocado y en la que está pudiendo hacer como que nos gobierna. Si le llega a tocar un contexto internacional serio, el deterioro al que está sometiendo la imagen de España resultaría insostenible por grotesco: un fiscal general del Estado sentenciado por el Supremo, una familia y una cúpula de su partido cercadas por los jueces y acordonadas por la Policía, un candidato a las elecciones extremeñas procesado por amañar los puestos huecos del hermanísimo… En una Europa dirigida por gente solvente como Adenauer o Willy Brandt, Mitterrand o Chirac, Sánchez se habría tenido que ir ya a casa por simple sentido del ridículo. Pero un mundo tan revuelto como el que tenemos está jugando un papel de impagable aliado del sanchismo. Está limando los contrastes que hace unos años serían escandalosos. Está relativizando su papelón, haciéndole casi pasar desapercibido.

Un mundo revuelto, sí, empezando por el actual inquilino de la Casa Blanca, que tan pronto se amiga como se mosquea con Putin o sube y baja los aranceles según el pie con el que se levanta. Hablo de Trump, pero desde que Cameron se puso a jugar a la ruleta rusa con el referéndum escocés, Reino Unido también ha dejado de ser la referencia sólida, respetable y envidiable que fue. Luego llegó el populismo, el Brexit y Boris Johnson con sus juergas en pleno covid y sus chanchullos económicos con Maduro hasta un presente inestable donde el catastrófico Nigel Farage vuelve a parecer un rival verosímil del laborismo. Y a ese feo panorama anglosajón se suma la Alemania que se mueve entre la pájara ecologista y el neonazismo de la AfD o la Francia más inestable y fraccionada aún donde Macron va de crisis en crisis y de charco en charco entre el lepenismo y la ultraizquierda de Mélenchon.

Sí. Admitámoslo para entender el presente y también para no flagelarnos demasiado. Con una Francia y una Alemania y una Gran Bretaña que ya no son lo que eran, Sánchez se encuentra como en su salsa. Se ha dicho y se ha repetido que Europa le iba a parar a Sánchez los pies que hasta ahora no hemos sabido pararle los españoles. Como también se ha dicho y repetido lo contrario: que no esperemos que Europa nos saque las castañas del fuego. Esta última tesis es la más probable, entre otras razones porque los países que encarnaron de forma más emblemática la UE están también hoy hechos unos zorros. En el fondo no solo Sánchez se beneficia de eso sino también nosotros. Con este panorama, en el que Meloni parece una lumbrera, pasa como con los pantalones donde no se notan las manchas porque son de un color muy sufrido. No digo yo que solo nos quede como alternativa el ‘mal de muchos, consuelo de tontos’. O quizá sí.