Ignacio Camacho-ABC
- España no ha logrado arrancar una mención explícita de la OTAN a Ceuta y Melilla. Es decir, que siguen desprotegidas
En el derecho y la política internacional cualquier compromiso que no esté escrito (y a menudo los escritos también) tienen el mismo valor aproximado que una charla de café. En el caso de la OTAN son los mapas, es decir, la geografía, los elementos que definen el marco de su estructura defensiva. Y sucede que su Tratado fundacional, que sigue vigente tras las sucesivas ampliaciones de miembros, no admite ninguna interpretación que contemple en su ámbito a Ceuta y Melilla. Por tanto, mientras los artículos 5 y 6 de dicho acuerdo -o en su defecto algún documento posterior- no las mencionen de forma explícita, las plazas del norte de África no están protegidas. La nueva definición del Concepto Estratégico aprobada en Madrid tampoco las cita entre los «desafíos de seguridad» que recoge de modo expreso, lo que significa un fracaso del principal objetivo particular que perseguía el Gobierno. El sintagma «flanco sur» es un término demasiado abierto, sobre todo teniendo en cuenta que la Alianza también considera «aliado importante extra OTAN» -MNNA en sus siglas inglesas- a Marruecos. Parafraseando la malhadada frase de Sánchez sobre el incidente fronterizo que causó una treintena de muertos, el problema ha quedado mal resuelto.
Y esto es así porque las relaciones con el vecino marroquí también son claves en el diseño geoestratégico de los países occidentales, tanto para controlar el yihadismo en el Sahel como para ocuparse de los flujos de inmigrantes. Ni Estados Unidos ni ninguna otra nación influyente piensa mojarse en la cuestión más allá de la abstracta alusión a las integridades territoriales. Es cierto que el paraguas atlántico también excluye a Hawái, pero la diferencia es notable porque ese archipiélago pertenece a la mayor de las potencias militares. De manera que por mucho que la propaganda oficial se esfuerce en disimularlo, el asunto está claro: España tendrá que ocuparse de sus territorios africanos. Y si en el futuro estalla algún conflicto armado sólo podrá aspirar a que los socios lo ayuden a zanjarlo con gestiones en el plano diplomático.
Ningún análisis ecuánime puede sin embargo aseverar que Sánchez haya salido de la reunión de vacío, al margen de su baño de protagonismo. El refuerzo de la base de Rota es una decisión estimable y beneficiosa que refuerza la colaboración militar, política y económica, aunque el presidente tendrá que convencer de ello a los antisistema que lo sostienen en la Moncloa. Menos concreto parece el muy publicitado pacto de ‘cooperación migratoria’, en realidad apenas una línea de coda en una nota llena de buenas intenciones y generalidades retóricas muy poco sólidas. En cualquier caso la principal reclamación española no queda satisfecha con una cosa ni con otra. Habrá sin duda razones para que esta cumbre pase a la historia, pero al final Ceuta y Melilla se quedan como estaban. Solas.