Tonia Etxarri-EL Correo

Que los partidos independentistas catalanes hayan perdido la cómoda mayoría en la que estaban instalados no implica directamente que el ‘procés’ se haya esfumado como por arte de magia. Se interrumpió aquella hoja de ruta cuando el Estado de Derecho actuó y se impuso la ley contra el desafío secesionista. Se reanudó cuando Pedro Sánchez indultó a los protagonistas del golpe constitucional, reformó el Código Penal para eliminar el delito de sedición, rebajar la malversación y se comprometió a servirles en bandeja la próxima ley de amnistía. Fue entonces cuando recuperaron el resuello para seguir exigiendo prebendas al Gobierno más débil de los últimos años. Quien crea que los independentistas catalanes van a tirar la toalla conoce muy poco a nuestros clásicos. Lo llamarán de otra manera, pero no cejarán en su empeño. No se debe confundir la desmovilización electoral del independentismo con su agonía.

Eso no ocurrirá mientras Junts y ERC sigan teniendo el poder de bloqueo a la gobernabilidad de España. Mientras siga el inhabilitado Junqueras al frente de un partido herido en Cataluña pero con siete escaños en el Congreso de los Diputados; mientras Puigdemont continúe pretendiendo, también con sus siete diputados en Madrid, atar en corto a Pedro Sánchez para presionarle a que le facilite la Presidencia de la Generalitat desde su segundo puesto.

Si el PSOE está celebrando los resultados de las elecciones en Cataluña porque el independentismo ha sido derrotado, ¿hay que entender que se alegra de que el voto constitucionalista haya crecido exponencialmente en Cataluña? No parece que vaya por ahí el cuento de Pedro Sánchez porque, en ese caso, estaría tejiendo pactos con el centro derecha.

¿Quiénes son constitucionalistas y quiénes no en Cataluña? Es una pregunta que nos conduce a un terreno pantanoso. Los ministros socialistas llevan horas haciendo malabarismos con el relato. Pero sostener que ha sido la amnistía la que ha hundido al independentismo es una tesis tan interesada como irreal. Lo que ha ocurrido es que una parte del nacionalismo catalán, el que no se quedó en casa, no ha tenido problemas en votar a Salvador Illa porque los socialistas han ido adaptando su discurso al de los independentistas, adoptando medidas que han quebrado el principio de igualdad y que, hace tan solo un año, ni ellos mismos se imaginaron que serían capaces de rebasar.

Quedan tres semanas y media para las elecciones europeas. Hasta entonces no sabremos quién va a cambiar de opinión. Si ERC o Junts… ¿O Illa?

Un Puigdemont contrariado pero persistente sabe que el votante independentista ha manifestado su cansancio ante tanto victimismo. Y que, con este Parlamento catalán, con 61 escaños de 135, no puede aprobarse otra DUI. Por eso quiere tomar impulso para reunificar el independentismo y volver a las andadas. Hoy se reúne con la cúpula de su partido, sin quitar la vista de una Esquerra al borde del cisma. No piensa retirarse. Si esto es así, La Moncloa tiene un problema.