Gabriel Albiac-El Debate
  • La política. Una metódica religión del engaño. La mentira no es ni una violación ni un accidente en ella. Es la esencia del político: ese profesional al cual toda ética le está vetada

¿Qué decimos cuando decimos «izquierda», qué cuando enunciamos «derecha»? Una disposición topográfica y un juego de simetrías. Y –por tropo que remite al recuento de una votación del 28 de agosto de 1789 en Versalles– al conjunto «de los representantes de los partidos no conservadores ni centristas», según la enumerativa definición del diccionario de la RAE.

Pero, en política, las metáfora envejecen deprisa. Y, al cabo de 236 años, ni izquierda ni derecha significan ya más que lo que se le antoja a aquel que toma –o pretende hacer tomar– sus deseos por realidades. Dediqué a ese callejón del gato, cuyos monstruos pudren toda la visión política moderna, un libro que cumple ahora un cuarto de siglo. No era tan ingenuo como para pensar que saberlo fuera a salvar de nada. No pretenderé pues que me haya sorprendido que, más que nunca, esa impostura conceptual imponga hoy su imperio sobre la curiosa tendencia de los humanos a construirse desdichas a la medida.

Un solo ejemplo.

Una mujer europea en la cuarentena. Profesionalmente muy cualificada. Dirigente política. Feminista y lesbiana. Desposada civilmente con una mujer empresaria de orígenes asiáticos. Madres ambas de dos hijos de distintos genitores. La ubicación metafórica sería aquí, en España, automática: obvio arquetipo de izquierda woke. En Centroeuropa, ése resulta ser el currículum de la mujer que dirige la Allianz für Deutschland, en la cual se amalgaman desde los iracundos jóvenes neonazis hasta muy comedidos nacionalistas ultraliberales, y que ha sido la gran triunfadora de las elecciones de ayer en Alemania.

Alice Weidel fue duramente reconvenida, hace muy poco, en toda Europa por haber proclamado que «Hitler fue un socialista». O sea, por repetir lo que Adolf Hitler proclamó de sí mismo en 1934: «Mi socialismo es distinto del marxismo… No soy únicamente el vencedor del marxismo…, soy también su realizador. Aprendí mucho del marxismo… Todo el nacionalsocialismo cabe en él». Pero leer lo que a uno puede hacérsele insoportable, no está al alcance de todo el mundo.

Casi tan insoportable como recordar que fue el pacto Ribbentrop-Molotov el que hizo posible, en agosto de 1939, el desencadenamiento de la ofensiva nazi sobre Europa y el reparto de Polonia con Stalin, antes de que Alemania juzgara conveniente traicionar a su aliado y apoderarse también de la geografía rusa, dos años más tarde. Hasta junio de 1941, bolchevismo y nacional-socialismo, Stalin y Hitler, se dieron a sí mismos como las dos variedades –con frecuencia confrontadas por la captación de idéntica clientela– del socialismo: internacionalista, la bolchevique; nacionalista, la hitleriana.

Ni «izquierda» ni «derecha» tenían contenido conceptual alguno ya entonces. Y así, cuando Stalin tuvo que recurrir a una mitología funcional para fusionar a la población soviética en la terrible guerra contra los invasores, supo que aquella metáfora topográfica no iba ya a movilizar a nadie. Y «La Internacional» dejó de ser el himno de la URSS. En su lugar, una cancioncilla folklórica tradicional vino a exaltar las entrañable raíces del pueblo ruso. Y las más rancias letanías del fervor hacia la eterna «Madre Rusia» desplazaron para siempre la retórica revolucionaria del cosmopolita «proletariado sin patria». Los partidos comunistas, consecuentemente, pasaron a ser reorganizados como secciones exteriores del blindaje internacional de la URSS estaliniana. Y en eso se quedarían hasta su extinción por vejez biológica, medio siglo más tarde.

Puede que la política no sea más que eso. Aunque en aquellos lejanos años podamos verla, como en un laboratorio, desplegar sus variedades más crueles: las que produjeron millones de muertos y la destrucción irreversible de Europa. Pero es eso. La política. Una metódica religión del engaño. La mentira no es ni una violación ni un accidente en ella. Es la esencia del político: ese profesional al cual toda ética le está vetada. Nadie va a librarnos de eso. Ni aquí ni en ningún sitio.