La princesa no entiende nada. Soñaba que España iba a conceder capacidad de decisión y territorialidad a Euskal Herria, y por eso los de ETA dejarían de matar. Se despierta y hay dos manifestaciones en una misma tarde: la de los supuestos nacionalistas moderados y la de los radicales. Los príncipes son de cuento, pero cuando aparecen nos complican la existencia.
Mientras ella, intentando despabilarse de un largo sueño, con ese humor y ojeras que gastan las princesas, se miraba desolada al espejo intentando mejorar su faz, pensaba en el idiota del príncipe que bajando de su blanco corcel fue a estamparle el beso que la despertó.
La pesadilla empezaba ahora, nada era como cuando cayó en los felices brazos de Morfeo. Porque si hubiera seguido dormida no se hubiera enterado del crack de la bolsa, ni del rebote de días más tarde, a pesar de que todos pusieron verde al responsable del Banco Europeo por negarse a bajar los tipos de interés. La culpa de verdad la tiene el príncipe, porque de seguir dormida no se hubiera enterado de tanto quebradero de cabeza y tanto susto.
Y es que su mundo ya nada tiene que ver con el que le rodeaba cuando se durmió. Las maldiciones de las brujas ya no son lo que eran y los sueños para la eternidad no duran ni un año. Entonces Otegi era todo un caballero, casi un auténtico príncipe azul de verdad, un interlocutor en aquel proceso de paz, y ahora está en la cárcel. Menos aún hace que ANV se presentó a las elecciones semilegalizada, y ahora viene el príncipe idota y besucón y resulta que de proceso nada de nada, y que no solo van a ilegalizar a los de ANV sino también a los del PCTV.
¿Qué ha pasado para tan traumático cambio en tan poco tiempo? Lo único que sigue como siempre es la pelea a codazos y agarrones del pelo entre Esperanza Aguirre y Gallardón. Lo de la derecha, ya se sabe, siempre ha sido más estable. Es como Kramer contra Kramer; por este camino nunca ganarán.
Pero no se trata sólo eso. La cabeza de la disgustada princesa parece que va a estallar y busca su frasco de sales. Ni doctrina Botín ni nada. Desesperada, se acaba de enterar de que el Tribunal Supremo condena a Atutxa, a Kontxi Bilbao y a Gorka Knörr a año y medio de inhabilitación para cargo público, lo que provoca una reacción de indignación contra la judicatura por parte del nacionalismo de mucho cuidado, declarando que el pacto de la transición se ha roto. Recuerden ustedes el comportamiento de los del Partido Demócrata cuando el Supremo estadounidense le dio la presidencia a Bush por pocos y discutibles votos. Nadie la pió, porque en una sociedad democrática los tribunales, y más el Supremo, son sagrados. La princesa, evidentemente educada en la ideología dominante nacionalista, no entiende nada. Creyó que España iba a conceder de una vez capacidad de decisión y territorialidad a Euskal Herria, y que por eso los de ETA iban a dejar de matar. La princesa no entiende nada, ni siquiera sabe todavía que Imaz (el tiempo no es para los sensatos), descabalgado de su presidencia, se ha tenido que ir a escribir sobre las elecciones americanas. No entiende que se hayan producido tantos acontecimientos impensables hace tan poco tiempo. Entonces sí que parecía iba a darse un final de cuento.
Total, que se despierta y hay dos manifestaciones, la de los supuestos nacionalistas moderados, que claman por el «sabotaje» de los jueces al autogobierno vasco, y la de los radicales en una misma tarde. Todo está cambiado y patas arriba. Definitivamente, era preferible quedarse durmiendo. Los príncipes azules son de cuento, no existen en la vida real, pero a veces, cuando aparecen, nos complican mucho la existencia.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 30/1/2008