- Eso, si no se coloca al lado del Monarca para formar parte del besamanos junto a su simpar esposa, como ocurrió en la Fiesta Nacional de 2018
El campeón mundial del progresismo, feminismo y derechos de los gays por poco no tiene que pedir a los forenses del Valle de los Caídos, donde ayer activó el francomodín para tapar los negocios poco presentables de Begoña Gómez, que le ajusten las vértebras cervicales, con contractura después de que se partiera la cerviz ante el sátrapa saudí, al que visitó hace un par de días en Riad. En España nos conformaríamos con que Pedro Sánchez guardara la compostura exigida ante nuestro jefe de Estado, que es el suyo, al que niega la preceptiva reverencia y al que, en la primera oportunidad, desprecia, llegando más tarde que él a los actos oficiales o adelantándose varios pasos a la comitiva real. Eso, si no se coloca al lado del Monarca para formar parte del besamanos junto a su simpar esposa, como ocurrió en la Fiesta Nacional de 2018 en el Palacio Real.
Ni siquiera hace falta que coja con sus dos manos la de Felipe VI, ni que se parta el cuello en la pleitesía como hizo el miércoles con Mohammed bin Salman. Está claro que el presidente tiene especial querencia por los Mohammed, y cuanto más dictadores mejor, a los que guarda absoluta idolatría –y quién sabe si también pavor por algo inconfesable como en el caso de otro Mohamed, el marroquí. Es curioso que sienta alipori por su Rey, constitucional, absolutamente respetuoso con los derechos de las minorías, la igualdad y la libertad de todos, y manifieste al mismo tiempo ese arrobo por sus contrafiguras. Está bien que cumplimente, como es su obligación, a jefes de Estado a los que visita, sobre todo de países con los que Europa mantiene relaciones comerciales importantes, pero esa sobreactuación solo puede deberse a su proverbial impostura cuando nos vende tanta moralina barata sobre los derechos humanos. Si ve a Puigdemont como un avezado progresista, cómo no va a encontrar al líder saudí como un nuevo Roosevelt.
Mientras pide cita en el fisioterapeuta para arreglarse el cuello, le voy a recordar al señor presidente de nuestro Gobierno que «Su Alteza Real, Mohammed bin Salman», al que tanto adula, fue acusado por Estados Unidos y Turquía de haber ordenado en 2018 el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, informador crítico con el régimen saudí, eliminado y descuartizado cuando acudió al Consulado de su país, en Estambul, para arreglar los papeles para casarse. Entró, y de él nunca más se supo, pero las autoridades de Ankara, que tenían la legación diplomática saudí llena de cámaras y micrófonos, no tuvieron duda a la hora de señalar al Príncipe de Arabia como ideólogo del suceso. La CIA también elaboró un informe indubitado sobre la responsabilidad del susodicho. Parece ser que el periodista terminó quemado en una barbacoa.
Sánchez, defensor oportunista de Jenni Hermoso que ahora usa a su exprotegido Luis Rubiales como cortina de humo para sus vergüenzas, debe saber más cosas: en ese país donde él se siente tan cómodo, y a pesar de las tímidas políticas aperturistas de Salman, no solo se puede dar besos no consentidos a las mujeres, sino que está bien visto cualquier comportamiento impropio con ellas. Hasta hace bien poco no se les permitía ir al cine, abrir una cuenta corriente, conducir, no se las autoriza a sentarse junto a los hombres en las gradas deportivas, ni llevar bikini salvo en áreas de baño señaladas, y el régimen condena a penas de cárcel a activistas en favor de los derechos de la mujer. Huelga decir lo que hacen con los homosexuales y todo eso sin convocar alertas antifascistas ni comisiones contra los delitos de odio, tan del agrado de Pedro y Marlaska en esta parte del mundo.
Así que mejórese, señor Sánchez, del esfuerzo hecho, y, si acaso, el rollo este de la igualdad se lo cuenta usted a Su Alteza Real saudita mientas le coge la mano y, si lo ve oportuno, le pregunta por ese intento de comprar el 10 por ciento de Telefónica.