Josep Martí Blanch-El Confidencial
- Dos días han bastado para tomar nota de que JxCAT, con Borràs al frente, va a incrementar la belicosidad de sus posicionamientos políticos
La incertidumbre sobre quién se haría con las clavijas de mando de JxCAT tras la renuncia de Carles Puigdemont a la presidencia y el adiós voluntario de Jordi Sànchez a la secretaría general no ha sido tal.
La amenaza de que el partido llegara dividido al congreso ha durado lo que Laura Borràs, la actual presidenta del Parlament y representante del torrismo sin Torra, tardó en hacerle entender a Jordi Turull, consejero del Gobierno de Carles Puigdemont, indultado por el Gobierno de Pedro Sánchez y apoyado por los sectores más pragmáticos de JxCAT, que o bien se plegaba a sus exigencias sin discutirlas o que ya se verían las caras ante los militantes.
El resultado es que el órdago de Borràs surtió el efecto inmediato de amilanar a Turull que arrojó la toalla en el primer asalto. Formalmente, ambos han pactado repartirse al 50% el mando en plaza de JxCAT, ella desde la presidencia ejecutiva y él como secretario general. Pero la realidad es que el partido quedará en manos de Borràs, que ha colocado a una persona de su confianza como secretario de Organización y a todo su círculo de centuriones en la ejecutiva.
Aunque queden aún unas semanas para la celebración del congreso, una vez cerrado el acuerdo, el efecto Borràs ha empezado a notarse en las decisiones políticas. El jueves, ella mismo anunció que hay que consultar con la militancia del partido si quiere mantener el pacto de gobierno con ERC en la Generalitat y que también hay que inquirirla sobre el que JxCAT tiene con los socialistas en la Diputación de Barcelona. Y ayer mismo JxCAT anunció su no definitivo a la modificación de la reforma de la ley de política lingüística consensuada con ERC, En Comú Podem y el PSC para dar al castellano trato de lengua vehicular en la enseñanza. Dos días han bastado para tomar nota de que JxCAT, con Borràs al frente, va a incrementar la belicosidad de sus posicionamientos políticos, a torpedear al propio Gobierno del que forma parte y a alejarse de las posiciones de consenso y acuerdo que incluyan a no independentistas. Una mala noticia para Cataluña y sus necesidades presentes de tejer complicidades y construir puentes entre independentistas y no independentistas.
Las consecuencias políticas del empoderamiento de Borràs al frente de JxCAT son fáciles de advertir. La coalición de gobierno ERC-JxCAT en la Generalitat va a resentirse de inmediato. La relación, ya muy deteriorada entre ambos socios, va a enrarecerse todavía más. Superado el primer año de legislatura del Gobierno de Pere Aragonès, una JxCAT liderada por Laura Borràs supone la puesta en marcha de la cuenta atrás para la implosión futura del Ejecutivo. Vamos a asistir, sin ninguna duda, a un incremento de la presión sobre los republicanos y sobre su estrategia de apaciguamiento y negociación con el Estado. Ayer mismo, a raíz del descuelgue de JxCAT del acuerdo lingüístico, los reproches entre ambas formaciones ya subieron de tono en una escalada que con Borràs tenderá a acentuarse todavía más. A fin de cuentas, ella se cuenta entre las que hubiesen preferido que JxCAT y ERC no hubiesen alcanzado un acuerdo de gobernabilidad.
El ambiente político en Cataluña va a enrarecerse un poco más a partir de ahora. Puigdemont, que presidía JxCAT hasta ahora, no entraba en el día a día y solo hacía valer su ‘auctoritas’ en momentos puntuales. Quien mandaba realmente en la formación era Jordi Sànchez como secretario general, que invertía toda su energía en mantener en pie los equilibrios ente las diversas familias, procurando que prevaleciese un cierto sentir pragmático en la estrategia de la formación. Ahora, con la presidencia ejecutiva y el día a día en manos de Laura Borràs, JxCAT inicia de nuevo el ascenso a la montaña del torrismo. El mal humor está por volver a la política catalana.
Laura Borràs consigue también con su encumbramiento a la presidencia ejecutiva de JxCAT comprarse un castillo desde el cual defenderse ante su incierto futuro judicial, que ha de resolverse en el TSJC, lugar en el que será juzgada por los delitos de malversación, fraude, prevaricación y falsedad documental por actuaciones llevadas a cabo cuando estaba al frente de la Institució de les Lletres Catalanes de la Generalitat. Como nueva líder de JxCAT, Borràs maniata a su partido, que ya sabe que, pase lo que pase en el juicio, estará obligado a cerrar filas con su presidenta y a taparlo todo con la manta de la persecución política por su condición de independentista. Una argumentación que, en este caso en particular, es una absoluta barbaridad.
El impacto sobre la agenda nacional y el tablero político español será imperceptible en un primer momento y puede que también a largo plazo. De momento, vamos a ser los catalanes únicamente los que vamos a padecer el incremento de la tensión entre los dos partidos que gobiernan la Generalitat y el enrarecimiento del debate político que tiende a promover el populismo de Borràs que, hay que reconocerle el mérito, juega con mucha más inteligencia que el expresidente Quim Torra, con quien comparte buena parte de su corpus político.