Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Tras la derrota de Calviño para presidir el Eurogrupo es muy posible que las cantidades a recibir por España sean menores y las condiciones para su concesión, mayores
El nuevo fracaso de la candidatura española a la presidencia del Eurogrupo ha generado un amplio debate acerca de los motivos que provocaron la pérdida imprevista de la votación y de los efectos que tendrá en el próximo futuro. Hay opiniones para todos los gustos. Hay quien piensa que su condición de mujer le ha perjudicado por dos razones. Era la única de un colectivo masculino y hay ya dos mujeres en puestos relevantes. Christine Lagarde preside el Banco Central Europeo y Ursula Van der Leyen al frente de la Comisión Europea. Se ha hablado mucho de todo ello pero, en mi opinión, no habrá tenido el menor peso a la hora de emitir los votos. Aunque quien sabe…
Más relevante habrá sido el hecho de que la vicepresidenta tercera del Gobierno español representaba a un país ‘grande’ y a la vez ‘pedigüeño’. La Unión Europea es un club muy democrático cuando se habla de países y muy poco -más bien nada en absoluto- cuando hablamos de ciudadanos. El voto de Luxemburgo, con 300.000 habitantes, o el de Malta o Chipre valen lo mismo que el de Alemania con casi 90 millones. Algo parecido a lo que sucede hoy aquí, cuando el voto de los vizcaínos vale mucho menos que el de los alaveses o guipuzcoanos. Cuestión de equilibrios inestables…
Y en la UE los países pequeños están un tanto cansados de que los países grandes impongan su criterio en base no a los votos sino a los pesos específicos. Calviño estaba apoyada por Alemania, Francia e Italia y, en contra del sentido común, quizás eso le haya supuesto un hándicap. Además, representaba a un país que es muy estricto en la exigencia a los demás de la solidaridad más generosa, pero es muy laxo a la hora de aplicar y respetar las normas comunes. Total, que los ‘frugales’, antes llamados ‘halcones’, se han unido con el resto de los pequeños para evitar que la relajación de las cuentas se convierta en la norma a seguir, en lugar de ser la excepción a combatir.
Por último, y por más que la versión oficial trate de ocultarlo, lo cierto es que el Gobierno español, una coalición socio-comunista, constituye una originalidad dentro en un grupo de gobiernos mayoritariamente de centro-derecha a los que las veleidades populistas y las indefiniciones económicas provocadas por la inestabilidad política desatan todas las alarmas y despiertan miedos y temores.
Vamos ahora con los efectos. La noticia es mala por todos los lados. En España debilita, o al menos no fortalece, la posición de Nadia Calviño dentro del Gobierno, que es nuestra mejor esperanza de una evolución futura de sensatez y cordura. Tras el desastre sanitario que padecemos nos espera la debacle económica y no es lo mismo afrontarla sin respeto por las cuentas públicas y sin control del gasto, que con dosis de rigor y sentido común de tal manera que seamos capaces de afrontar los retos del presente sin olvidar los peligros del futuro.
Y en el ámbito Europeo tampoco es lo mismo que las ayudas se decidan bajo la presidencia de un país receptor a que lo haga un país pagador. Es muy posible que las cantidades a recibir sean menores y las condiciones para su concesión, mayores. Y este asunto es clave. Aquí el dinero europeo es una variable que lo condiciona todo. Condiciona tanto lo que vamos a poder hacer para paliar la crisis, como el precio que pagaremos por ello. Y no se olvide que todo esto lo va a tener que hacer un gobierno en el que una parte abomina de los ajustes y los controles y la otra, sencillamente, los odia.
Nadia Calviño en el Eurogrupo nos hubiese ayudado desde fuera y hubiese adquirido músculo para enfrentarse a los peligros internos. Ya no será posible. La votación perdida por Luis de Guindos fue una pena. Esta vez es mucho peor, es una verdadera lástima.