La política española afronta desde mañana una semana de notable relevancia. Arranca el juicio sobre la denominada ‘caja B’ del Partido Popular. Sobre las presuntas ‘mordidas’ que percibió durante años la formación a cambio de la adjudicación de contratos públicos; comisiones ilegales que hicieron posible que muchos dirigentes conservadores cobraran jugosos sobresueldos opacos al fisco y que sirvieron hasta para reformar la sede de la calle Génova. Y la campaña para las elecciones catalanas del 14-F entra en su recta final con crecientes interrogantes.
El PP de Casado tiene el mal trago garantizado, con el agravante de que es el primero de varios, ya que en los próximos meses se sucederán los juicios por corrupción. El sofoco popular aumentará o disminuirá en la medida en que Luis Bárcenas sea capaz de aportar pruebas concluyentes de sus acusaciones contra los Rajoy, Cospedal, Arenas, Acebes, Rato y compañía.
En Cataluña, a medida que avanza la campaña, desaparecen certezas y crecen las dudas, con una excepción: Si los sondeos no se equivocan, algo que esta vez parecería más justificado dada la elevada abstención que se prevé por culpa de la pandemia, el nacionalismo moderado puede convertirse el domingo en extraparlamentario. Las dos formaciones posconvergentes, el PDeCAT del expresident Mas y el Partit Nacionalista Catalá de Marta Pascal, creado a imagen y semejanza de sus aliados del PNV, tienen escasas posibilidades, por no decir casi ninguna, de estar en el próximo Parlament. Sin duda, malos tiempos para la moderación.
Por eso y por más. Y es que si hace unas semanas la victoria parecía segura para ERC, ahora las encuestas dicen que son tres los aspirantes: los republicanos, Junts per Cat (la coalición del huido expresident Puigdemont) y hasta el PSC del exministro Illa, según insiste el CIS de Tezanos.
Si los de Junqueras -que a estas horas ya se habrá arrepentido de presentar como candidato al Palau a alguien con un perfil político tan bajo como el president en funciones, Pere Aragonès- pierden los comicios, las esperanzas de que el conflicto catalán siga en un tono bajo se esfumarán casi por completo.
La política española afronta una semana de notable relevancia, con el juicio sobre la ‘caja B’ del PP y las elecciones catalanas
Si es porque gana Illa, vayan pensando hasta en una repetición de los comicios. ERC jamás compartiría gobierno con los socialistas yendo de segundón. Y es igual de improbable desde un perspectiva de política nacional que el PSC pacte con Ciudadanos, el Partido Popular y Vox.
Si el vencedor es JxCat, Esquerra cambiara de raíz su política de entendimiento con Sánchez. Semejante bofetón del electorado, además de arrumbar con su sueño histórico de liderar al nacionalismo catalán recogiendo el testigo de la extinta Convergencia, le empujaría muy probablemente a pactar con Puigdemont. Con el consiguiente riesgo de que se reavive el incendio secesionista.
Y lo más importante: el sueño de Sánchez e Iglesias de conservar el poder esta legislatura e incluso otra más, con permiso de Europa, se transformará en pesadilla si fracasa ERC. Incluso si el culpable es Illa. Todo eso está en juego el 14-F.