ABC 21/10/16
DAVID GISTAU
· El PSOE sí podrá encarnar durante la legislatura el papel de oposición de intramuros del sistema: Iglesias rechazó el papel
ME parece comprensible que Pablo Iglesias interrumpa sus simulaciones escandinavas cuando tiene que haberse dado cuenta de que en el último debate de investidura sus puñitos ya eran un divertimento autoparódico y de que, por la vía institucional y electoral, no irá más lejos de donde ya está: en una acumulación de escaños suficiente para hacerse crónico como extravagancia pero no para derribar el ciclo del 78 desde dentro, atacando su mismo sistema inmunológico. Es un botín frustrante si además exige traicionar la pureza de tam-tam, disolverse en la normalidad y hacerse semejante a cualquier otro partido profesional hasta en el uso del metalenguaje de laboratorio político. Entre sumar trienios y decir todo el día en las tertulias cosas como «nuestras líneas rojas» o volver a entregarse uno a las fantasías revolucionarias y a la tentación de la violencia purgante, pregúntense ustedes con qué se liga más. ¿Como diputado por Teruel o como terrible hacedor de octubres rojos? ¿Como portavoz de una comisión o como reventador de conferencias de la casta culpable? Por eso es difícil que los que ya estamos metidos en matrimonios de larga duración nos hagamos el bocadillo y la mochilita de salir a hacer revoluciones y nos presentemos en el AVE a preguntar cuál es el tren que va a la estación de Finlandia.
Sin máscaras estratégicas –sin las máscaras que sólo los muy fachas veíamos–, Podemos regresa por tanto a la anacrónica Montonera de cursis himnos y homicidas intenciones y se propone convertir el Parlamento en el contexto de un «show» parecido al que montaron en la cámara vasca los etarras institucionalizados que de pronto se levantaban para volcar un saco de cal en los escaños socialistas: esto es una idea para la próxima investidura, no me digan ustedes que no. Autoexcluyéndose del juego de contrapesos democrático, Podemos hasta hará menos traumática la abstención socialista porque el PSOE sí podrá encarnar durante la legislatura, a pesar de esta anomalía, el papel de oposición de intramuros del sistema: Iglesias rechazó el papel.
Todo esto lo entiendo. Lo que entiendo menos es la contumacia de los socialdemócratas y los distintos elementos de la «gauche-divine» que se autoengañaron para sentir pertenencia, a través de Podemos, al nacimiento de algo más puro y mejor que permitía huir de las miserias de la decadencia nacional. Pero que ahora, incluso cuando Iglesias anuncia un regreso a la radicalidad y exculpa a cualquier canalla que ejerza violencia política, siguen negando esa radicalidad y atribuyen difamaciones a los propagandistas de la casta. Para estos utópicos de Bocaccio, la vida, desde hace muchos años, consiste en aferrarse a una herramienta ideológica, provechosa para su conciencia y su narcisismo, que luego la historia les rompe. Desde la URSS hasta el Che pasando por la selva Lacandona: el turismo del ideal lo hacen ahora a los manglares de Podemos.