Nicolás Redondo Terreros-ABC
- Lamento que algunas personas que admiraré siempre y otras a las que quiero personalmente hayan decidido seguir al hechicero. Yo seguiré con la razón
La política española sufre una profunda crisis que nadie honradamente puede negar. Una expresión de esta crisis es la tensión que se extiende por todo el espacio público, y que tiene entre otras manifestaciones la proliferación de manifiestos. Son tales los requerimientos para suscribir textos colectivos que decidí hace unas semanas poner punto y final a rubricar esta clase de alegatos. Al fin y al cabo, tengo algunas opciones mediáticas para hacer pública mi opinión mientras la clerecía gubernamental no logre imponer mi exclusión de alguno de ellos. Vaya por delante que no discutiré el derecho a firmar manifiestos contrarios a los que he firmado o a mis conocidas posiciones políticas; simplemente haré algunas aportaciones que considero imprescindibles para que podamos entendernos mínimamente los unos y los otros (tampoco me rasgaré las vestiduras por más punzante que sea el lenguaje, porque también rechazo ese argumentario políticamente correcto que puede confundirse con el prospecto de un medicamento).
Yo creo –lo dije desde el primer día– que esta legislatura es la expresión de la corrupción política más grave. Sánchez, efectivamente, no ganó las elecciones, pero estaba legitimado para intentar formar gobierno. Ejecutivos de esa naturaleza son perfectamente legítimos, y así nos encontramos con varios en el continente europeo. Considero que el Gobierno de Sánchez se basa en una grave corrupción política, y no porque lo haya formado con partidos que no ganaron las elecciones, sino porque para formarlo recurrió a un partido político que tiene a su líder máximo huido de la Justicia española, en Waterloo, y otro que, siendo legal, no ha rechazado el legado que heredó de ETA. No conozco ningún gobierno que nazca y se mantenga gracias a una persona que no puede pisar territorio español sin ser detenida. Por eso dije que esta legislatura no debió nacer, y por la misma razón creo que debe ser lo más breve posible.
Que Sánchez convoque elecciones impediría que siga pagando el rescate político al que le obliga Puigdemont, que actúa como un usurero, exigiendo religiosamente el pago de lo prometido bajo amenaza de maltrato político, no aprobando esta ley o aquella y siempre negando la posibilidad de dotar al Gobierno de presupuestos, porque perdería el control de las cadenas con las que tiene maniatado al presidente de todos los españoles. Que considere imprescindible la convocatoria electoral, que rechace enérgicamente a Pedro Sánchez como líder del PSOE, y en su calidad de presidente, no me relaciona mínimamente con el señor Trump, y tampoco con el señor Bolsonaro. Es más, a quien veo un cierto parecido con el presidente estadounidense es al señor Sánchez, por lo que los que lo apoyan, aún involuntariamente, terminan situados más cerca de Trump que yo, que rechazo por igual el populismo de las derechas y el de las izquierdas. Trump indultó a los norteamericanos, confundidos por teorías conspirativas, que asaltaron el Capitolio, y Sánchez ha amnistiado a políticos, subyugados por ensueños conspirativos antiespañoles, que embistieron contra la Constitución española como aquellos, con la agravante de hacerlo aprovechándose de los resortes del poder. Esta reflexión, que algunos pueden rechazar y otros compartir libremente, es mía, exclusivamente mía. No pertenezco a ninguna congregación, ni a ninguna tribu; no sigo a ningún hechicero, y no tengo conciencia de pertenecer a ningún grupo conspirativo.
Es conveniente que los manifiestos hagan pública la visión del grupo que lo suscribe, pero sin alterar alegremente los hechos. ¿Los jueces quieren derrocar al Gobierno ? Los jueces, que mayoritariamente se sienten presionados o descalificados por el Gobierno, hacen su trabajo desde su perspectiva y atendiendo a ley cuando citan a Cerdan o a Montoro. Los jueces pueden hacerlo bien o cometer fallos, y algunos seguro que se equivocan lamentablemente, pero en términos generales decir que conspiran contra el Gobierno es una exageración que cercena peligrosamente el debate democrático.
Existen medios de comunicación a los que yo no he dado nunca una entrevista, pero dejar escrito que los medios integran una conspiración relevante para derrocar a Sánchez es –se diga o no– la expresión de una personalidad inquisitorial, reticente con la pluralidad mediática, parte fundamental de las reglas que hacen que la democracia merezca la pena.
Y justamente pido que Pedro Sánchez deje la presidencia o convoque elecciones porque soy socialdemócrata. Y para una persona que es racionalmente de izquierdas resulta inaudito que un gobierno, autoproclamado socialista, desguace el Estado, dinamite el principio de igualdad y desprecie la solidaridad de quienes forman la nación.
Rompe el Estado al firmar una fiscalidad privilegiada para Cataluña, que menoscaba las expectativas sociales de los territorios más desfavorecidos. Quiebra el principio de igualdad cuando amnistía a determinados ciudadanos los delitos cometidos a cambio de sus votos, como reconoce la Comisión Europea. Quiebra el principio de igualdad y la solidaridad al aceptar que Asturias, la que siempre estuvo a la altura de su historia, según una afortunada canción; Andalucía, la de los «andaluces de Jaén» de Miguel Hernández, Extremadura, Galicia, Castilla y Leon, la de los olmos y los chopos de la ribera machadiana, o Castilla-La Mancha, siempre olvidadas, siempre postergadas, en las que antaño eran igual el descuido y la emigración, hoy vuelvan a ser parte de la España desesperanzada, preterida, moneda de cambio de un presidente del Gobierno enfermo de soberbia.
En fin, me alegro de poder discrepar y lamento que algunas personas que admiraré siempre y otras a las que quiero personalmente hayan decidido seguir al hechicero. Que ellos sigan con la tribu. Yo seguiré con la razón, defenderé la importancia del Estado para garantizar la libertad y la igualdad de oportunidades, y me opondré a aceptar coimas, convolutos, chantajes políticos para que los ‘nuestros’ sigan en La Moncloa. Nos volveremos a encontrar cuando la extrema derecha de verdad llegue al poder… La diferencia será que yo nunca habré colaborado para que esto suceda y ellos, por defender al jefe de la tribu, tendrán alguna responsabilidad. Ellos son satisfechos integrantes de una de las dos Españas, que se retroalimentan y se enfrentan desde hace siglos. Yo quedaré sin aliento por serlo de aquella tercera que hoy languidece.