Ignacio Camacho-ABC
- Cuando has convertido la política en un choque de bandos te da igual que la realidad circule en sentido contrario
Ala España de la polarización no se le iba a ir vivo un elemento tan aparatoso como el apagón, y menos a un Gobierno especializado en dinámicas del enfrentamiento y señalado en primera instancia por las responsabilidades del fundido en negro. Así que ya tenemos otro factor de debate para sumar a Trump, la dana, la corrupción o el rearme. Si hemos sido capaces de dividirnos entre Broncano y Pablo Motos cómo vamos a desperdiciar la oportunidad de discutir sobre energías fotovoltaicas o nucleares. (De la hidroeléctrica, que también es renovable, y del ciclo combinado no se acuerda casi nadie pese a su papel decisivo en la recuperación del desastre: no sirven para atacar al adversario con argumentos doctrinarios tajantes).
Al polarizador profesional sólo le interesan los reduccionismos. Y el problema de Sánchez es que aún no ha encontrado un relato eximente, es decir, un culpable exclusivo al que achacar el misterio de los gigavatios desaparecidos. Lo está intentando con las compañías «privadas» pero el carácter mixto de Red Eléctrica, en cuyo consejo de administración tiene vara alta el Ejecutivo, le pone en un compromiso: no puede estigmatizarla sin salpicarse de algún modo a sí mismo. Por eso insiste en dejar abierta la conjetura del ciberataque, que le permitiría apuntar a un hipotético enemigo. Está ganando tiempo hasta que su gente le tenga listo un guión sobre el que basar la estrategia del conflicto.
La oposición, centrada en la importancia de las nucleares, le va a ayudar en el intento de alejar la discusión de cualquier punto de vista ecléctico. Error; el asunto de fondo no es el de la confrontación de unas energías con otras sino el de sus respectivos porcentajes en el ‘mix’ eléctrico. El presidente sacará ventaja de cualquier disputa que descarte criterios intermedios; de hecho lleva todo su mandato tratando de laminar los espacios de encuentro. La conciliación no encaja en su naturaleza. Necesita fracturar la sociedad, intoxicarla con el veneno cismático, escindirla en el rígido eje ideológico, o más bien emocional, de izquierda y derecha (a la que añade siempre el estrambote de extrema). Y no le irá mal mientras mantenga el ambiente de contienda.
Para eso tiene que pintar un cuadro maniqueo a brochazos. Negro y blanco, bueno y malo. En este caso, todo el que abogue por un proceso de generación más heterogéneo o equilibrado –con menos peso de las renovables– o por hacer la transición un poco más despacio es un negacionista del cambio climático. Cuando has convertido la política en una colisión de opuestos, en una dialéctica de bandos, te da igual que la realidad circule en sentido contrario. La epistemología y el populismo son incompatibles porque los ‘hechos alternativos’ siempre resultan más gratos cuando están convenientemente construidos a la medida de tu electorado. Y es de eso de lo que estamos hablando.