Editorial-El País
Con los Presupuestos, Rajoy aspira a prolongar una legislatura sin política
El Gobierno de Mariano Rajoy posee la facultad de convertir lo extraordinario en norma incluso en asuntos tan esenciales como los Presupuestos Generales del Estado (PGE). A finales de junio del año pasado se aprobaron los de 2017, con la mitad del año ya consumido, y los de este ejercicio llevan, con suerte, el mismo camino. Repite también el Ejecutivo la iniciativa de presentar dichos presupuestos sin pactarlos previamente para asegurarse su aprobación, lo que le obligará, otra vez, a hacer concesiones de última hora, previsiblemente a los nacionalistas vascos. Por ello resulta más hiriente que el partido gubernamental y Ciudadanos pidan ahora al PSOE que se abstenga o les preste en el trámite parlamentario un puñado de votos para sacarlos adelante.
Los Presupuestos, aunque tardíos y mejorables, favorecerán una mayor estabilidad política, tan necesaria en el contexto del desafío independentista catalán. Pero su aprobación aportará, sobre todo, estabilidad al propio Rajoy, que podría seguir gobernando sin grandes directrices políticas como hasta ahora con los PGE de 2018 prorrogados el año siguiente. Los vientos económicos soplan a favor, pero el Gobierno renuncia a elaborar unos Presupuestos que sirvan de guía o germen para atajar los daños más evidentes de la gran recesión: la precariedad laboral y la desigualdad. A cambio, incorpora guiños sociales de corte electoralista. Las cuentas, moderadamente expansivas, le permiten contentar a sus caladeros de votos con subidas salariales a los funcionarios y el aumento de las pensiones más modestas. Ello facilita el pacto con Ciudadanos y, en última instancia, permitirá culpar a los demás partidos de frenar los avances propuestos en caso de fracaso. Deja, por otro lado, aparte el prometido nuevo sistema de financiación autonómico que tantos quebraderos de cabeza le habría supuesto.
La apuesta de Rajoy tiene posibilidades de éxito. Si en junio hay Gobierno en Cataluña, el 155 dejaría de aplicarse y el PNV podría aprobar unos Presupuestos que prevén, por cierto, una inversión territorial en el País Vasco por encima de la media, un privilegio que se suma a la aprobación del nuevo Cupo vasco. Ello le permitiría convocar elecciones al final de la legislatura en una coyuntura económica y política más favorable frente al descontento ciudadano actual con el PP que reflejan hoy los sondeos de opinión.
El apoyo de Albert Rivera beneficia a Ciudadanos. Ha intentado adjudicarse las mejoras sociales, puede seguir jugando a la baza de la estabilidad y necesita tiempo para consolidar su proyecto en las urnas frente a una izquierda desunida y tal vez ensimismada en su probable derrota con ausencia de propuestas.
El vuelo raso, en definitiva, se impone. Con la vista puesta en las elecciones municipales, autonómicas y europeas del año próximo y con el horizonte limitado a junio de 2020 para las generales, este Gobierno se conforma con mantenerse a flote. Que solo haya gastado tres de cada diez euros presupuestados para I+D en 2017 es un dato elocuente del valor que otorga al necesario cambio del modelo productivo y a sus propias cuentas.