Joseba Arruti-El Correo
Parecía que la personalidad más tempestuosa del socialismo vasco era la de Eneko Andueza. Pero no. Y eso que lleva tiempo empleándose a fondo para acreditarlo. Sus frecuentes salidas de tono han quedado opacadas por la furia verbal de Marisol Garmendia, delegada del Gobierno español en la Comunidad Autónoma Vasca, que ha aparcado su habitual perfil anodino para emerger como referente de la imprudencia.
Quien debiera ser ejemplo aventajado de mesura y contención por su delicado papel institucional se ha descolgado afirmando que las últimas manifestaciones del lehendakari Pradales y del PNV en materia de inmigración les sitúan cerca de «las cavernas». Vamos, asomando en las inmediaciones de Santimamiñe. Semejante dislate ha sido respondido con temple infinito por los aludidos; pero Andueza, temeroso tal vez de ver comprometido su omnímodo protagonismo bullicioso, elevó la apuesta y no veía a los jeltzales, al menos hasta ayer, con «muchas ganas» de seguir gobernando con el PSE-EE. Así, sin demasiados matices que estropeen el titular-
Esta tormenta política de poco fuste condensa todos los males que provocan la demagogia y el oportunismo. El modelo vasco de acogida, en el que el PNV algo tendrá que ver, es bien reconocible por su visión profundamente humanista y su vocación abierta e integradora; tal y como el propio Gobierno de España ha subrayado en numerosas ocasiones. En ese contexto y bajo esa filosofía, plantear la necesidad de una política estructural para la inmigración, reflexionando a su vez sobre los retos demográficos y las necesidades del sistema productivo local, debiera ser una obligación para cualquier dirigente político juicioso y previsor.
Pocos asuntos hay tan inflamables en la Europa actual como el de la inmigración. Agitarlo de mala fe en pos de un incierto rédito político resulta absolutamente tóxico; más aún si se busca poner en duda el compromiso de quien está plenamente avalado por una trayectoria irreprochable en materia de acogida e integración.
Gobernar requiere de un permanente ejercicio de responsabilidad, totalmente incompatible con el exabrupto y la incontinencia verbal. Materias tan sensibles exigen políticas bien estructuradas y de amplia base que estén a la altura de los desafíos planteados, y no continuos encontronazos unidireccionales entre dos socios de gobierno.
Marisol Garmendia sabe bien que el PNV está en las antípodas de la caverna en materia de inmigración; y Eneko Andueza debería ser más consciente que nadie de lo fuerte que apuestan por la coalición el lehendakari Pradales y su partido: tanto que ni las constantes invectivas lenguaraces del líder socialista hacen mella en la estabilidad de la misma.