- Si son capaces de evitar otro apagón es que conocen las causas y, por tanto, cuando niegan saberlo, mienten. Si realmente no saben nada y el sistema sigue funcionando como cualquier otro día, cosa harto improbable, habría que pedirles cuentas por su temeridad
Si han puesto todo de su parte para que no vuelva a producirse, tal y como aseguran, será que al menos tienen una vaga idea del origen del gran apagón. De lo contrario, ¿cómo iban a evitar que se reproduzca lo que no saben ni dónde ni cómo se ha originado? Sin embargo, el presidente y su vicepresidenta insisten en que están a oscuras, dejándose los ojos analizando miles de millones de datos. Y no acabarán en un día ni en dos, no acabarán ni en seis meses. En fin, que pasaremos el fin de año temblando y confiando en que no se corte la luz en la Puerta del Sol, porque, si creemos que no saben nada, si aceptamos que las perturbaciones graves son tan frecuentes como nos cuenta Aagesen, estamos expuestos a que, en cualquier momento, un cero energético que nos lleve de nuevo a negro súbitamente.
Lo que parece claro, por pura lógica, es que no puede ser una cosa y su contraria, como han intentado hacernos creer en sus últimas intervenciones en el Parlamento. Si son capaces de evitar otro apagón es que conocen las causas y, por tanto, cuando niegan saberlo, mienten. Si realmente no saben nada y el sistema sigue funcionando como cualquier otro día, cosa harto improbable, habría que pedirles cuentas por su temeridad. Susto o muerte, no hay más opción. Salvo para Pedro Sánchez.
Haciendo hábilmente de la necesidad virtud, nuestro presidente se ha plantado en el Congreso, no para comparecer en un Debate sobre el Estado de la Nación, esa costumbre que pasó a mejor vida democrática. Lo ha hecho para, en un pleno que versaba sobre el gran apagón, el gasto extraordinario en Defensa o la caótica deriva del sistema ferroviario, hacerse un mitin anti-nucleares. Es el único banderín al que pueden engancharse ERC, Bildu, Sumar o Podemos al PSOE al mismo tiempo. Y por eso el futuro de las centrales, sean o no útiles para diversificar y enriquecer el mix energético, será lo de menos. Lo importante para el inquilino de la Moncloa es ganar tiempo y conservar la plaza, que tiene familia extensa a la que mantener habitando en palacio. Eso pasa, a corto plazo, por aplacar los ánimos de los chicos del «No a la guerra» que intenta movilizar Pablo Iglesias. Mañana, si, con suerte, no hay apagón, será otro día. Sólo hay que apretar los dientes y aguantar, aguantar. ¿Para qué? Para nada.