Ignacio Camacho-ABC
- Un buen suicidio político debe empezar confundiendo a los votantes en un conflicto con el mejor activo de tu partido
El primer paso para rescatar del desgaste al sanchismo desde la derecha consiste en tratar de depreciar a tu mejor activo político, justo el (la) que con su éxito apabullante te había dado motivo para atisbar el principio de un cambio de ciclo. Las rencillas internas son siempre el mejor camino para espantar votantes y desconcertar a afiliados y cuadros de tu propio partido. Los primeros concluirán que tienes celos de alguien con más brillo y los segundos se sentirán arrastrados a un suicidio colectivo. Como consecuencia, sembrarás dudas sobre tu liderazgo, abrirás una crisis en la organización, confundirás al electorado y pronto notarás que en los sondeos que encabezabas empiezas a ir para abajo. Primero poco a poco y luego cada vez más rápido, hasta que la ventaja se reduzca tanto que devuelva la esperanza a un adversario al que dabas por desalojado a medio plazo.
A continuación conviene que traces una estrategia basada en la fábula de la lechera. Es decir, un plan de victorias parciales dadas por hechas sin tener en cuenta que las convocatorias anticipadas de elecciones suelen esconder desagradables sorpresas. Es importante que te concentres en estropear la primera. Que rompas con tu actual socio de forma tan abrupta y mal explicada que nadie lo entienda. El paso siguiente ha de ser una campaña errática, basada en delirantes parodias -«ganadería o comunismo»- de tu rival desdeñada o en absurdas romerías campestres llenas de candidatos rodeados de vacas. Llegados a este punto hay que insistir en la táctica equivocada y comprar el marco de la ‘España vacía’ en una región donde la mayoría de la población vive en zonas urbanas. Si a pesar de ello las encuestas siguen siendo favorables basta con cometer más errores para rebajarlas -por ejemplo, formando un lío en una crucial votación parlamentaria- hasta que tu candidato llegue al día de la votación cargado de plomo en el ala.
Puede que todo eso no sea suficiente. Así que será menester que montes una operación de desprestigio del que puede ser tu único aliado tras haberte cargado al que te daba respaldo. Que digas a los cuatro vientos que no gobernarás con él bajo ningún concepto para acabar de decidir en su favor a los electores que sí quieren un acuerdo. Y por último que airees en todos los medios el pánico ante el desastre que tú mismo has provocado, método infalible para minimizar el descalabro del bando contrario.
Evitar ‘in extremis’ la derrota, como ha sido el caso, te salvará del fracaso inmediato pero no impedirá que Sánchez, pese a ser objetivamente perdedor claro, recobre el oxígeno y encuentre en Vox el espantajo para poner su máquina de propaganda a todo trapo. Y aún te queda la baza de gestionar mal la formación del Gobierno y perder en esa operación lo que te quede de crédito. Con algo de perseverancia quizá consigas estropear el resto en el próximo año y medio.