Rubén Amón-El Confidencial
- El cálculo personal y el interés de Casado rompen mediante un tuit un Gobierno de modélica cooperación en plena crisis sanitaria, provocando la comprensible iracundia del vice Igea
Tiene sentido mencionar la manera en que nos hemos enterado de la convocatoria de elecciones anticipadas en Castilla y León. Porque estábamos en directo en Onda Cero con el vicepresidente Igea. Y porque despedimos la conversación sobrentendiendo que carecía de peligro el pacto entre el PP y Ciudadanos ni la continuidad de la legislatura.
Fue entonces cuando trascendió el tuit incendiario del Mañueco. Y cuando Alsina recuperó la llamada con el propio Igea, no ya noqueado y desconcertado por la noticia, sino indignado hasta extremos inconsolables. Decía Igea que Mañueco no era hombre de bien. Que la operación de las elecciones anticipadas respondía a una desvergüenza. Y “qué cojones le importa la población” a Mañueco, cuando improvisa un adelanto estratégico en una de las crisis sanitarias más graves de la pandemia, sabiendo, como sabe, que la consejería de Sanidad obra en manos de Cs.
Mañueco ha liquidado al vice Igea y a todos los consejeros naranjas. Y no se ha tomado la molestia de reunirlos para anunciar la decisión. Ha preferido proclamarla en las redes sociales, como quien anuncia su boda. Y ha urdido una traición que ni siquiera sospechaban los conspiradores más afines.
Puede entenderse el cabreo de Igea. Y se le puede cuestionar a Mañueco la indecorosa y abyecta iniciativa que ha adoptado. No solo por el sesgo impresentable de las formas —un tuit—, sino porque ha subordinado el interés de los ciudadanos y la estabilidad del Gobierno a los cálculos electorales particulares y al interés de Pablo Casado en el camino de la Moncloa.
El presidente nacional quiere redundar en el itinerario virtuoso que remarcó Díaz Ayuso el 4-M. Y convertir la gran victoria de Castilla y León en un augurio inequívoco que serviría de estímulo a un adelanto en Andalucía: Madrid, Valladolid, Sevilla… serían las metas volantes del éxtasis casadista.
El planteamiento se antoja astuto, inteligente, pero también irresponsable respecto a las obligaciones contraídas con los ciudadanos. Fernández Mañueco ha pensado estrictamente en sí mismo. Y en el oportunismo de unos comicios extemporáneos que no se justifican desde la lógica política ni desde la sintonía que habían demostrado el PP y Ciudadanos.
Se trata de llevar al extremo la guerra sucia. Y no podrá decirse que Cs haya actuado con pulcritud en algunos ayuntamientos y CCAA —Murcia es el caso más flagrante de transfuguismo y deslealtad—, pero la ferocidad de Génova 13 no se puede equiparar al comportamiento mesurado de los naranjas.
El PP ha convertido las alianzas en el procedimiento para acabar con el partido gregario. Y llegó a reclutar al secretario de Organización de Cs, Francisco Hervías, para organizar una campaña de traiciones y de felonías que ha dado excelente resultado. Hablamos de política basura, de maniobras ferales y de un abuso político e institucional cuyas consecuencias pueden quebrantar a partir de ahora muchos pactos de gobierno municipales.
Que Cs sea un partido amortizado a escala nacional no significa que haya perdido la fuerza que adquirió en los comicios locales y regionales de 2019. De hecho, los populares y los naranjas comparten 131 ayuntamientos en España. 12 de ellos son capitales de provincia, sin olvidar el peso político y simbólico de Madrid, pues ocurre que el alcalde Martínez-Almeida depende del apoyo que esté dispuesto a concederle el socio maltratado.
Reviste interés conocer cuál va a ser la reacción de Inés Arrimadas. La mansedumbre y la pasividad con que ha interpretado las traiciones del PP sobrentienden una respuesta moderada, pero no es difícil entender la moderación cuando tu socio se permite humillarte.