Belén Altuna, EL PAÍS, 15/6/2011
La «normalización» que nos venderán, bien lo sabemos, consistirá en aquí paz y después gloria, todo el mundo ha sufrido, hagamos borrón y cuenta nueva (con petición de amnistía incluida, claro), miremos al futuro y no al pasado, etcétera.
Mientras otros siguen emperrados en «el pasado», ellos sólo quieren mirar al futuro y «no reabrir las heridas». Así explicaba ayer el nuevo y flamante alcalde donostiarra, Juan Carlos Izagirre, su rechazo a la moción propuesta por el PP en la que se pide que todos los ediles condenen «todos los asesinatos de ETA» y exijan su «disolución incondicional».
Es un leitmotiv que se repite en todas las entrevistas que los electos de Bildu vienen concediendo. Los «independientes» que integran la coalición han sacado a estas alturas, y con nota, un doctorado en ManzanasTraigología. Usted pregunte, pregunte sobre la Cosa, que yo manzanas traigo. «¿Representa a la izquierda abertzale que no ha condenado los 100 asesinatos de ETA en la ciudad (Donostia)?» «Es un concepto erróneo, porque yo no soy de la izquierda abertzale, soy independiente» (Izagirre). «¿Condena el terrorismo de ETA?» «Yo, desde que me he incorporado a la política, ETA no ha hecho nada que no sea un comunicado. Más claro no puede estar» (Garitano). «Antes de entrar en política también era persona. ¿Condenaba o rechazaba la violencia?» «Mi incorporación a la política se hace en un plano no historicista… Firmo un decálogo en el que rechazo el empleo de la violencia para la obtención de fines políticos y a partir de ahí miro para adelante» (Garitano).
Un afán en «mirar hacia delante» que, por supuesto, no les resulta incompatible con la recreación de un pasado milenario ni con la promesa de construir «monolitos en relación a las víctimas del franquismo» o de impulsar la búsqueda de fosas comunes. Es decir, una amnesia perfectamente acotada. Con la peculiaridad, en el caso de Martín Garitano, de que las hemerotecas están plagadas de escritos suyos, en los tiempos en que fue redactor jefe de Egin y subdirector de Gara, difíciles de casar con ese «plano no historicista». En la antología de la crueldad pervivirán portadas como la de «Ortega vuelve a la cárcel», tras la liberación de Ortega Lara, o «El gobierno no se movió y ETA disparó contra el edil del PP», tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, por citar unas pocas. Si desde entonces nuestro próximo diputado general ha cambiado de idea sobre la legitimidad o/y oportunidad de la lucha armada, sería todo un detalle que nos explicara cómo o por qué.
La «normalización» que nos venderán, bien lo sabemos, consistirá en aquí paz y después gloria, todo el mundo ha sufrido, hagamos borrón y cuenta nueva (con petición de amnistía incluida, claro), miremos al futuro y no al pasado, etcétera. Una «normalización» sin examen de conciencia, sin autocrítica, sin aprender nada de cinco décadas de convivencia (o connivencia) con el terror. Y los que no coman esas manzanas serán acusados de «reabrir las heridas». ¿Las heridas de quiénes? Porque lo que reciben las víctimas del terrorismo y tantos otros ciudadanos es sal. Sal en las heridas.
Belén Altuna, EL PAÍS, 15/6/2011