Ignacio Camacho-ABC
- Feijóo se ha puesto el traje de presidente a la espera mientras Sánchez zascandilea nervioso ante las encuestas
El formato de interpelación breve, el llamado ‘question time’, lo inventaron los británicos para darles agilidad a los debates parlamentarios. Pero entonces no existían redes sociales ni brigadas de asesores dedicadas a abolir cualquier rasgo de ingenio espontáneo en réplicas y contrarréplicas escritas de antemano. La política-Twitter es por ahora el grado más superficial de la política-espectáculo: dirigentes que recitan de escaño a escaño mensajes sincopados con consignas destinadas a ‘viralizarse’ en el ciberespacio para consumo rápido de simpatizantes y partidarios.
Así fue también el primer y esperado cara a cara de Sánchez y Feijóo en el Senado. Cada uno en su papel y en su estilo pero en la versión de trazo más esquemático: el jefe de la oposición tendiendo la mano y el del Gobierno rechazándola -«estorbar, estorbar y estorbar»- con el mismo desdén que gastaba con Pablo Casado.
De dónde vienes, manzanas traigo, el tipo de diálogo idóneo para pensar en pactos. Un cuarto de hora, un intercambio de epigramas prefabricados en doscientos cuarenta caracteres o cuarenta y cinco palabras, un fugaz cruce de reproches y para casa que se hace tarde, estamos en campaña y la Cámara Alta no sirve de mucho como caja de resonancia.
Así va a ser una vez al mes; el resto del tiempo el presidente lidiará en el Congreso con adversarios subalternos dispuestos a proyectar su carrera en una especie de concurso de méritos. En principio se trata de un lastre para el aspirante, pero tampoco hay mucha diferencia dado que los discursos, si así pueden llamarse, salen de los mismos laboratorios de frases. En este momento Feijóo casi podría ausentarse del todo y dejar que el Ejecutivo arrostre solo su propio desgaste. No hay oposición más eficaz que una inflación persistente y galopante. Hasta es posible que ésa sea en realidad la estrategia de los populares, que se han puesto por delante sin hacer otra cosa que cambiar de líder, mecerse en el viento favorable y contemplar sin despeinarse el avance hacia el desastre de la alianza Frankenstein. Que en el fondo, según ha dicho con humor la candidata andaluza de IU/Podemos, era un buen tipo. Es decir, un pobre monstruo desvalido al que la maldad humana llevó por mal camino. Una víctima colateral del patriarcado y el capitalismo.
En todo caso al gallego no se le ve incómodo. Ha apostado por el perfil de adulto en una política de patio de escuela y ha ordenado paciencia, aunque una parte del electorado conservador está a punto de perderla y echarse en brazos de opciones aventureras. Encaja bien en el traje de presidente a la espera mientras Sánchez zascandilea nervioso ante las encuestas y quema el mantra de la ultraderecha al repetirlo con excesiva frecuencia. Si las elecciones de Andalucía no esconden una sorpresa, la coalición gobernante llegará al verano pidiendo aire con la lengua fuera.