En el mercado político nacionalista compiten el PNV, EA, Hamaikabat, Batasuna, Aralar y Alternatiba. La perspectiva del final de ETA y de que Batasuna vuelva a la legalidad ha agitado todavía más las aguas de este espacio político en el que las operaciones de la izquierda abertzale han comenzado a hacer mella.
El mapa del nacionalismo vasco está en plena ebullición. Seis grupos políticos diferenciados compiten en ese espacio político y electoral. No hay sitio para tanto partido, por lo que más tarde o más temprano se producirá una reestructuración que conducirá a una reducción de la oferta de siglas.
En el mercado político nacionalista compiten el PNV, su escisión, Eusko Alkartasuna, la reciente escisión de esta última formación, Hamaikabat, Batasuna, Aralar, partido desgajado de la izquierda abertzale, y Alternatiba, el grupo surgido de la ruptura de Ezker Batua. La perspectiva del final de ETA y de que Batasuna vuelva a la legalidad ha agitado todavía más las aguas de este espacio político en el que las operaciones de la izquierda abertzale han comenzado a hacer mella.
En Navarra, la coalición Nafarroa Bai, formada por Aralar, EA, elPNV e independientes, ha quedado rota, a pesar del éxito logrado en las elecciones autonómicas del 2007. Batasuna ha maniobrado para poner fin a esa plataforma que le disputaba la hegemonía que había tenido tradicionalmente en el electorado nacionalista de Navarra y lo ha hecho ofreciendo una coalición diferente a Aralar y EA. Este último partido ha tratado de jugar a dos barajas, de estar en NaBai y, al tiempo, tender la mano a Batasuna y, al final, ha quedado excluido de la primera coalición.
Aralar se ha hecho con el control de Na- Bai con el apoyo del PNV y de los independientes representados por la diputada Uxué Barkos.
Eusko Alkartasuna, que desde 1999 al 2009 estuvo en coalición con el PNV, decidió presentarse en solitario en las últimas elecciones autonómicas cosechando un sonoro fracaso: pasó de siete parlamentarios a uno en la Cámara de Vitoria. Después se produjo la ruptura del partido y el nacimiento de Hamaikabat, con implantación sobre todo en Guipúzcoa. El resultado ha sido un debilitamiento notable de EA que ha terminado abrazada a Batasuna a través de varios pactos.
Batasuna –y en esto coincide con ETA– se ha propuesto constituir un bloque soberanista, a modo de frente amplio, para competir con el PNV por la hegemonía dentro del nacionalismo. De la tregua del 2006 sacaron una doble lección: la primera, que ellos solos, ETA y Batasuna, eran incapaces de doblegar al Estado; la segunda, que el PNV no había estado de su parte sino al lado de los socialistas. Para el futuro tenían que buscar a otros socios con los que formar el bloque soberanista para competir con el PNV, en primer lugar, y con el que ir juntos a una nueva negociación con el Estado, más tarde. Han conseguido atraer hacia ese bloque a una EA en horas bajas y al grupo Alternatiba, que todavía no ha medido su fuerza en las urnas, pero no han logrado embarcar en la aventura al todopoderoso sindicato ELA, que era uno de los objetivos de la operación.
El PNV, desde su mayoría, contempla distante los movimientos de los partidos nacionalistas situados a su izquierda, aunque sabe que una vuelta de Batasuna a la legalidad podría tener algún efecto electoral adverso.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 16/2/2011