- Como en el viejo comunismo de la «República ‘Democrática’ Alemana», Sánchez se apropia de los términos calidad y democracia para acabar con la calidad de nuestra democracia. No puede ser más sencillo. Ni más espeluznante
Uno de los grandes maestros que tuve en mi carrera de periodismo y el que más despertó mi interés por la política internacional fue Francisco Gómez Antón. Un pedagogo sin igual. Él daba una asignatura, «Instituciones Jurídico Políticas Comparadas», que no figuraba en el temario oficial de la carrera, pero con la que habían sustituido otra que la facultad consideraba de menor valor. El profesor Gómez Antón nos enseñaba a entender los modelos políticos del mundo: el comunismo de la Unión Soviética frente al de China, la Monarquía parlamentaria británica frente a la democracia republicana norteamericana o la República Federal de Alemania frente a la República Democrática Alemana. Recuerdo haberle preguntado un día por qué se llamaba «República Democrática Alemana» si era una dictadura comunista y él me contestó que por la misma razón por la que se llamaba República Popular China y el pueblo no pintaba nada en el Gobierno que era monopolio de un partido.
Ayer vimos en las Cortes cómo el diputado Rufián animaba al presidente del Gobierno a emplear el BOE para reprimir a los medios de comunicación y los jueces que no le son afectos y Sánchez tuvo el desparpajo de responder anunciando que ya está en marcha un «paquete de calidad democrática». Es decir, como en el viejo comunismo de la «República ‘Democrática’ Alemana», Sánchez se apropia de los términos calidad y democracia para acabar con la calidad de nuestra democracia. No puede ser más sencillo. Ni más espeluznante.
La de Sánchez es la huida hacia adelante. Hacia adelante para él. Para el resto de los mortales es llevarnos hacia atrás. Cada vez está más cercado por las acusaciones de corrupción y por el desafecto de sus socios que se dan cuenta de que están dejando que les chupe la sangre. Y, salvo los tontos de capirote, casi nadie consiente ser vampirizado hasta quedar exangüe. El ataque a elementos básicos de la democracia como el Poder Judicial y la libertad de prensa es muy grave. Pero lo es mucho más que el diputado de Esquerra Republicana tiente esa suerte ante el toro y el cornúpeta embista sin pudor anunciando un inminente «paquete de calidad democrática». Sonará tan bonito como República Democrática Alemana o República Popular China. Pero suena igual de bien porque las implicaciones son las mismas. Sánchez lleva a España hacia un totalitarismo frente al que nuestra última defensa son los Gobiernos regionales que no están en poder del sanchismo. Son pocos, pero muy poderosos.
Anunciar ayer en Televisión Española, con una interlocución dócil que sabe que debe su sueldo al entrevistado que puede destituir a su interlocutor sin pestañear, que va a forzar el próximo mes la renovación del Consejo General del Poder Judicial saltándose las normas en vigor es propio de un dictador ecuatorial. Pero cuando la bestia se siente acorralada, embiste contra quien le amenaza. Aunque le pueda costar la vida.