MARCO MARTINIELLO – EL MUNDO – 29/03/16
· Aunque el nombre pueda confundir Marco Martiniello no es italiano. Nació en Bélgica; hijo, eso sí, de inmigrantes napolitanos. Es profesor de Sociología de la Inmigración en la Universidad de Lieja y ha vivido 10 años en Molenbeek, el barrio de Bruselas del que han salido varios de los yihadistas que cometieron los atentados de París y los del martes en la capital belga. Hasta un par de los implicados en los atentados de Madrid del 11-M pasaron por Molenbeek.
Pregunta.– ¿Sufre problemas de integración la comunidad musulmana en Bélgica?
Respuesta.– Sí, existen problemas de integración en Bélgica. La población marroquí y turca es la más importante dentro de los inmigrantes no europeos, y es evidente que tiene problemas. Problemas de discriminación, de falta de acceso a una Educación de calidad, de paro muy elevado, de estar penalizados en el mercado de trabajo… Son problemas serios pero, en mi opinión, no existe una conexión directa entre esos problemas y el terrorismo. Los yihadistas, por suerte, son muy pocos y, aunque sea una obviedad decirlo, hay que recordar que la inmensa mayoría de la población musulmana no se hace jamás terrorista.
P.– ¿Los atentados de Bruselas pueden disparar la islamofobia y dar alas a la ultraderecha en Bélgica?
R.– Me temo que existe ese peligro. La población belga está muy polarizada. Por un lado vemos gente muy solidaria, que aboga por unir a todos contra el terrorismo y que estaría representada por todas esas personas que hemos visto estos días en la Plaza de la Bolsa. Pero también hay otra parte de los belgas que tienen miedo y condenan por lo sucedido a toda la comunidad musulmana. Lo vimos también el domingo en la Plaza de la Bolsa, con todos esos hooligans que lanzaban mensajes de odio contra el islam. En la política y la sociedad belgas existen fuerzas de ultraderecha que viven del rechazo a los musulmanes y que están tratando de crear claramente una confrontación. Por eso en mi opinión es fundamental mantener la calma.
P.– ¿Sabe que un movimiento de extrema derecha ha convocado una manifestación para el domingo en el barrio de Molenbeek bajo el lema: «Expulsemos a los islamistas»?
R.– Sí, lo sé. Su estrategia es provocar. Le he mandado un email a la alcaldesa de Molenbeek diciéndole que debería de prohibirse absolutamente esa manifestación que lo que busca es desatar el odio contra toda la comunidad musulmana y estigmatizar un barrio convirtiéndolo en campo de batalla xenófobo. Hay que impedir esas situaciones como sea.
P.– ¿Qué se debería hacer con Molenbeek, un nido de yihadistas del que han salido los autores de los atentados de París y de Bruselas?
R.– Yo he vivido 10 años en Molenbeek y voy por allí una vez a la semana. Es una ciudad, no un barrio, piense que tiene 100.000 habitantes. Históricamente era una ciudad industrial donde vivía la clase obrera belga. Pero la movilidad social, que hizo que muchos obreros belgas pudiera mudarse a otros barrios mejores, sumada a la llegada de inmigrantes, han hecho de él un lugar donde viven españoles e italianos llegados a Bélgica en los años 40 y 50 junto con una inmigración turca y marroquí.
Es verdad que Molenbeek tiene problemas, que de allí han salido yihadistas, que es un lugar con una alta densidad de población que permite vivir en el anonimato, que allí se ha estructurado un islam en algunas de sus formas más radicales… Pero otras muchas ciudades de Europa como Amberes, París, Londres o la propia Madrid tienen su propio Moleenbeek. Existen cientos de Molenbeek en toda Europa. Me parece un error estratégico considerar Molenbeek el centro del yihadismo europeo. Es evidente que es un nido de yihadistas, pero no es el único y no es sólo eso. Es mucho más complejo.
P.– ¿Qué impulsa a un joven que vive en Bélgica a hacerse yihadista?
R.– No existe una respuesta única. Lo primero es que el yihadismo sigue siendo algo marginal, y que sólo se produce si se dan toda una serie de condiciones. Para empezar, no hay duda de que los conflictos en Oriente Próximo juegan un papel: se trata de una realidad que aunque ocurre a miles de kilómetros de aquí tiene una clara influencia en Europa.
Los problemas de racismo, de integración, de paro y de falta de acceso a una educación de calidad que sufre la comunidad musulmana en Bélgica también influyen. Asimismo juega un papel importante el sentimiento de muchos musulmanes de no ser parte de esta nación, de haber sido dejados fuera de una sociedad en la que no se reconocen. Pero tampoco eso basta. Lo que los sociólogos estamos también observando es que muchos de los yihadistas no tienen una educación religiosa especialmente intensa, no son unos fanáticos del islam, no crecen en las mezquitas, aparte de que hoy uno se puede radicalizar solito delante de su ordenador.
Pero el proyecto yihdista da un sentido a su vida y a su muerte, les da unos valores que nuestra sociedad no les da. Hay un fenómeno similar al de las sectas: hay quienes se dedican a identificar perfiles débiles y atraparlos en el yihadismo. Y también vemos un efecto de grupo: muchos de los terroristas islámicos son hermanos, primos, amigos…
P.– ¿Qué se puede hacer para combatir el yihadismo en lugares como Molenbeek?
R.– Por un lado, y aunque no sea de mi agrado, me parece inevitable que se refuerce la seguridad y la presencia policial. Pero eso no es suficiente, porque no actúa sobre las causas profundas. Lo más importante para acabar con él es trabajar en integración, educación y cultura, conseguir dar sentido a la vida de esos jóvenes. En Molenbeek, por ejemplo, hay muchos artistas, y vemos que quienes tienen un proyecto vital ligado al arte no se hacen yihadistas.
Hay que trabajar en educación y cultura. Por cada euro gastado en seguridad, se debería gastar un euro en educación y cultura. Por desgracia, las políticas de austeridad han impuesto una reducción en los gastos tanto de seguridad como de cultura y educación. Esas políticas de austeridad tienen efecto en todo y, de algún modo, contribuyen a alimentar el yihadismo.
MARCO MARTINIELLO / SOCIÓLOGO DE LA UNIVERSIDAD DE LIEJA – EL MUNDO – 29/03/16