ANA BELËN RAMOS-EL INDEPENDIENTE

ENTREVISTA

El diputado de Cs y hombre fuerte de Rivera critica que el Ejecutivo en funciones haya sido «incapaz» de formar Gobierno «después de meses» y hace un llamamiento a recuperar un PSOE de «centroizquierda» con el que «estaría encantado de pactar»

Con Marcos de Quinto (Madrid, 1958) no son necesarias las presentaciones. Su currículo es aval suficiente para carecer de todas ellas. Y, precisamente, es su experiencia de casi cuatro décadas en el más alto nivel empresarial, entre cuyas responsabilidades estuvo la vicepresidencia mundial de Coca Cola, la que hizo que su aterrizaje en Ciudadanos en el mes de marzo no dejase indiferente a nadie.

Pero aunque podría haber optado por “vivir una vida placentera”, el empresario no pudo negarse a dar el salto a la piscina política. Quería “cambiar las cosas”. Y lo hizo de la mano de Albert Rivera y de su proyecto, aún a costa de pasar a ingresar calderilla como diputado en comparación con sus honorarios en la cúpula empresarial mundial.

Polemista nato en redes, De Quinto reconoció hace unos meses que un amigo le recomendó que, en política, contase hasta diez antes de abrir la boca. Y quizá, el no hacerlo le ha convertido en el blanco perfecto de un amplio arco político. Pero eso, más que frenarle, le ha catapultado dentro de Ciudadanos: se estrenó siendo parte del mejor resultado de los liberales en unas generales de su historia y, en cinco meses, ya forma parte de la Ejecutiva nacional y de la Diputación Permanente en el Congreso.

A sus 61 años, el empresario acaba de ser padre de su tercer hijo y, con la vida resuelta, ha entrado en política para “complicársela”. Más aún en un contexto en que Ciudadanos no atraviesa su mejor momento: la crisis interna ha tambaleado los cimientos de la formación y los sondeos certifican el hundimiento electoral del proyecto liberal frente a un PP reforzado, en parte, a su costa.

Pregunta.- Después de haber llegado a la élite del mundo empresarial, decidió dar el salto a la política. ¿Por qué un cambio tan radical?

Respuesta.- Doy ese salto por un motivo muy sencillo: responsabilidad con mi país. Después de 37 años en la empresa privada he acumulado muchas experiencias y conocimiento, y podría haber optado por retirarme y vivir una vida placentera y tranquila. Y la otra opción era poner parte de mi experiencia al servicio de mi país. Opté por lo segundo. He tenido un bebé recientemente, y eso solo me ha dado más ganas de contribuir a hacer un país mejor. Y creo que no debería ser yo una excepción. Hay mucha gente valiosa que, en un determinado momento, se puede meter en política no porque necesite vivir de ello, sino porque quiere ayudar a España. Lo extraño es que eso sea extraño.

P.- Inició su andadura en Ciudadanos como independiente, ¿por qué el proyecto de Albert Rivera y no otro?

R.- La libertad, la justicia y la igualdad de oportunidades están por encima de todo en mi lista de valores. No me gusta hablar de derechas y de izquierdas. Pero he mirado a partidos de derechas y he visto que cuando hablan de libertades individuales han ido arrastrando los pies en conquistas como el matrimonio entre personas del mismo género, el divorcio o el aborto; y cuando hablan de libertades económicas, lo que hacen es defender el capitalismo de ‘amiguetes’, algo radicalmente contrario al liberalismo. También, cuando miro a partidos de izquierda y en lo que a libertad económica se refiere, son absolutamente intervencionistas, piensan que el empresariado tiene que ser intrínsecamente malo. Tampoco me gusta la concepción de la izquierda de que solo puedes ser feminista o pro LGTBI si eres anticapitalista, porque si no, no lo eres. Esas imposiciones hacen que piense que ningún sector, ni a derecha ni a izquierda, cree en la libertad. Y en Ciudadanos encontré un partido que, honestamente, cree en todo tipo de libertad.

P.- Los que le conocen más y menos dicen de usted que es alguien con las ideas muy claras. De hecho, sus convicciones le llevaron a abandonar el consejo de Telepizza por no compartir el camino emprendido con Pizzahut. Entonces, si la línea en Ciudadanos tomase un rumbo con el que no estuviese de acuerdo, ¿rompería también con Rivera?

R.- Uno tiene que estar de acuerdo y ser coherente cuando está dentro de una organización. Por ejemplo, dentro de Coca Cola ha habido cosas que me gustaban cuando entré, y otras que no tanto. Pero en 37 años he tenido la capacidad de cambiar esas cosas que no me agradaban para hacer una buena compañía. Todas esas personas que se comprometen en un proyecto tienen que hacerlo honestamente, sabiendo que nunca va a ser 100% lo que uno quiere o quisiera, pero esto es también parte del aprendizaje. Eso es lo que encuentro en Ciudadanos. Un partido absolutamente abierto, nada sectario, donde la gente intercambia opiniones y donde se puede contribuir.

Una vez que la Ejecutiva ha tomado una decisión, uno tiene que asumir su responsabilidad. Yo jamás cometería una deslealtad de ese tipo

P.- ¿Y dónde se puede discrepar?

R.- Por supuesto. Pero una vez que en la Ejecutiva, al completo, se han tomado determinadas decisiones, uno tiene que asumir esa responsabilidad. Ciudadanos lo dijo desde el principio. Que nuestros votos no iban a servir para investir a Pedro Sánchez, y no hemos cambiado nada desde entonces. Lo que sí hubiese sido motivo para que la gente se marchara es no haber hecho lo que prometimos. En un equipo de fútbol, por ejemplo, un jugador puede discrepar con el entrenador, pero si antes han acordado una estrategia, lo que no puede hacer a mitad de partido es decir que ahora quiere jugar en otro sitio. Eso es algo desleal. Yo jamás cometería una deslealtad de ese tipo.

P.- Tras la euforia del 28-A, comenzó en Ciudadanos una innegable crisis interna por la deriva conservadora que había tomado Albert Rivera y por la tajante negativa a negociar con la izquierda. Se saldó con salidas del calibre de Toni Roldán o Francisco de la Torre. ¿Estaban justificadas?

R.- No creo que haya habido tantas salidas, aunque sí un goteo. En un momento uno deja el partido, luego a los tres meses el escaño… es un poco repetitivo. Cada uno de ellos tiene sus razones y las han expuesto. Son antiguos compañeros y no haría un mal comentario sobre ellos.

P.- ¿Debería abandonar Javier Nart su escaño como eurodiputado?

R.- A título personal, yo cuando me afilio a Ciudadanos firmo además una carta ética, donde me comprometo a determinadas cosas. Supongo que Javier Nart también lo hizo. Esa carta ética dice que si abandonas, el escaño se lo dejas al partido. No te quedas con él ni con todo lo que conlleva, como el sueldo. Yo creo que Nart es una persona que siempre ha estado hablando de ética y estoy seguro que saldrá de él mismo renunciar a ese escaño. Si no lo hace, estaría siendo muy contradictorio con lo que él mismo ha predicado.

Estoy seguro de que Nart terminará renunciando a su escaño. Si no lo hace, estaría siendo contradictorio consigo mismo

P.- ¿Cree que le ha beneficiado a título personal que las salidas se hayan producido en el ala económica del partido?

R.- Beneficio ninguno. Ahora tengo mucho más trabajo (risas). No tengo ningún tipo de interés. Estoy aquí como uno más para tratar de colaborar y arrimar el hombro. De hecho, en el área económica seguimos contando con un referente como Luis Garicano, con el que me une una estrecha amistad. Me hubiese gustado que mis compañeros se hubiesen quedado, pero han decidido que no. De todos modos, hay un enorme banquillo.

P.- Y hablando de discrepancias. Resulta también innegable el halo de controversia en el que se ha movido en las últimas semanas por su tuit sobre el Open Arms y por los insultos que utilizó en las respuestas a los que lo criticaron. ¿Se reafirma en su consideración sobre el pasaje del buque humanitario?

R.- Creo que es un tema que a mucha gente le interesa remover. Pero lo que me parece curioso es este humanitarismo selectivo de una izquierda que pueden estar criticando lo que yo comenté sin haber leído lo que venía a continuación del tuit. Y, sin embargo, esa misma gente que se escandaliza, aplaude con las orejas otros tuits donde dicen que los venezolanos comen tres veces al día. De eso no se quejan. Yo voy a generar polémica de cualquier manera, porque hay un interés en generar polémica conmigo. Soy consciente de que existe ese interés por malinterpretarme en cualquier cosa que haga, que diga, que no haga, o que no diga. Lo sé, y lo acepto con deportividad.