Jesús Cuadrado-Vozpópuli

La democracia española tiene muchas obligaciones por cumplir con los demócratas venezolanos

Si en España hubiera un Gobierno democráticamente decente, hoy estaría liderando la reacción internacional contra el usurpador Maduro. Para interpretar la actitud de Sánchez ante la dictadura criminal chavista, lo más práctico es recurrir a la palabra de María Corina Machado. Así, sobre las circunstancias de la salida de Edmundo González desde la embajada de España en Caracas, la líder de la oposición democrática ha declarado que “generó un enorme impacto en la moral de los venezolanos y también perplejidad en algunos actores internacionales, y eso es lo que el régimen quería”.

Fue ella quien definió el “Efecto Zapatero” como una maniobra de la dictadura para dividir a la oposición: “Su papel ha sido devastador para los venezolanos que luchamos por la libertad”. Teniendo en cuenta el peso de María Corina en la lucha por la democracia en Venezuela y en toda América Latina, calcula qué imagen tiene allí el Gobierno de España. Para despejar dudas, el ministro de Exteriores Albares y el propio Sánchez no pierden ocasión de apoyar explícitamente “la mediación de Rodríguez Zapatero en Venezuela”. Por su parte, para la líder venezolana el expresidente es “un agente del régimen en los términos, lugar y momento que la dictadura impone”.

El Ejecutivo, que acaba de situar como embajador en Caracas a un comunista a petición de la dictadura, está apostando por una colaboración con Maduro, no por castigos a quienes usurpan el poder

El sanchismo retratado en Iberoamérica. No sorprenderá a quienes saben que el PSOE sigue las directrices del castrochavista Grupo de Puebla, en el que Zapatero y el exjuez Baltasar Garzón tienen un protagonismo destacado. Como el presidente de Colombia Gustavo PetroSánchez practica ahora la ambigüedad, a la espera de que el tiempo lleve a la aceptación de la dictadura como inevitable. A esa estrategia responde el cínico “que Maduro entregue las actas” del ministro Albares, como si no supiera que nunca las enseñará. Disciplina castrochavista del sanchismo: antes un dictador de los “nuestros” que un demócrata de los “otros”.

Ocurre que la posición hipócrita de Sánchez empieza a ser insostenible ante los países democráticos. El Gobierno sanchista, el de las maletas de Delcy en Barajas, dificulta todo cuanto puede la adopción de más sanciones a la narcodictadura en la UE, como están haciendo ya Estados Unidos, Canadá o Reino Unido. El Ejecutivo, que acaba de situar como embajador en Caracas a un comunista a petición de la dictadura, está apostando por una colaboración con Maduro, no por castigos a quienes usurpan el poder y violan los derechos humanos. De eso ya se han percatado los países aliados.

Urge limpiar la imagen nacional en Latinoamérica con una desautorización institucional contundente del expresidente Zapatero por sus actuaciones a favor de la dictadura

Con la política exterior ocurre que Sánchez, como con los independentistas, a cambio del apoyo para seguir en el poder, adopta las políticas de sus socios comunistoides, incluida la inhibición para favorecer la continuidad de una dictadura criminal. Igual que con las imposiciones del secesionismo, es del máximo interés nacional sacar a España de su asociación con la estrategia castrochavista del Grupo de Puebla. Para empezar, urge limpiar la imagen nacional en Latinoamérica con una desautorización institucional contundente del expresidente Zapatero por sus actuaciones a favor de la dictadura.

La democracia española tiene muchas obligaciones por cumplir con los demócratas venezolanos: la investigación de los patrimonios españoles logrados gracias a una dictadura de ladrones; el conocimiento público de todas las implicaciones que hicieron posible el “Delcygate”; o el establecimiento de sanciones a gerifaltes del régimen que esconden su botín en España. La mayor contribución sería provocar un giro radical en la política de la UE, empezando por el reconocimiento de Edmundo González.

Convendría que Núñez Feijóo utilizara la capacidad de influencia que ya ha demostrado en la Unión Europea para lograr que el Consejo rompa con la línea de ambigüedad impuesta por Sánchez, Zapatero y Borrell, en coordinación con el Grupo de Puebla, en una cuestión -la política sobre América Latina- en la que los socios europeos siempre han reconocido a España la preeminencia. En la actual deriva geopolítica, Europa se juega mucho en el apoyo a María Corina.

Con un “no ha venido a mediar, ha venido a defender al régimen” señaló a Zapatero, ahora hibernando en algún lugar hasta que cambie la situación atmosférica. Con ministros que se confiesan admiradores de Lenin, de Fidel Castro o del grupo terrorista Hamás, a nadie puede sorprender que el PSOE sea asociado a una estrategia basada en esperar a que el paso del tiempo reduzca a hechos consumados el golpe de Estado. Está en juego si Venezuela se convierte definitivamente en otra Cuba, pero también la imagen de España y de la UE en Iberoamérica.