DAVID GISTAU, ABC – 11/05/15
· Nos reímos cuando Podemos trató de apropiarse de la victoria de Tsipras.
Pocas veces ha sido posible ver a la vicepresidenta del Gobierno disfrutar tanto como cuando compareció el pasado viernes para informar de los resultados electorales. Su euforia era compartida por el entorno mediático del PP, que también salió a los caminos a anunciar la buena nueva: Mariano Rajoy acababa de arrasar en las elecciones británicas, donde graciosamente delegará su puesto ejecutivo de Downing Street en un tal David Cameron, de sonrosadas mejillas. La proeza no fue fácil.
Rajoy sufrió graves problemas comunicativos en la pedagogía de sus logros al tener que dirigirse en español a un electorado cuya lengua materna es la inglesa, que allí aprenden en la más tierna infancia. Pero al final imperó la sensatez y los votantes se sacudieron, como se aparta las moscas una vaca con la cola, todas las tentaciones nihilistas con las que la antipolítica les propuso salir de aventura. La victoria del partido de Génova Street fue tan arrolladora que uno a uno, empezando por el laborista, los líderes adversarios fueron depositando sus armas a los pies de Rajoy como hizo Vercingétorix ante César.
Nos reímos cuando Podemos trató de apropiarse de la victoria de Tsipras. Nos reímos cuando tanto UPyD como Ciudadanos admitieron que los españoles somos tan burros que les iba a costar más de lo previsto transformarnos en daneses. Ignoramos todavía cuál es el país en el que quiere diluirnos Schz para confirmar él también el viejo axioma de que español es quien no puede ser otra cosa. Pero al menos ya sabemos que, en su mundo ideal, Rajoy ha errado el lugar de nacimiento por apenas un palmo de mar sobre el mapa y de esta manera ha perdido la ocasión de ser feliz haciendo aquello que de verdad sabe: liderar a los conservadores ingleses. En Madrid hay unas tiendas Hackett y Ganso en las que es fácil conseguir al menos el vestuario, bombín incluido. Pero eso es sólo un simulacro.
Comprendemos la frustración de Rajoy. Su éxito en Inglaterra demuestra, como vienen diciéndonos desde hace tres días los periodistas «angloaburridos», que el electorado de allí es el que merece a Rajoy. Por el buen sentido con el que ha comprendido, en el momento de echar su voto en una escuela rural de Westmington-On-The-Rye para conformar el Parlamento de Westminster, que España estaba al borde del rescate y ahora es el país que más crece de los de la UE, y que tanto las amputaciones traumáticas al bienestar como las mentiras acerca de la presión fiscal fueron medidas cuya necesidad sólo un ciudadano irresponsable y radical no ve.
Por el contrario, qué poco merece el electorado español a Rajoy. Por levantisco. Por castizo. Por protestón. Por repugnarle la corrupción de todos esos personajes de Scorsese que el partido conservador inglés jamás creó. La victoria de Rajoy en el Reino Unido ha permitido a su entorno mediático imponer el paradigma social para este año de elecciones: o votas PP, como los sabios ingleses, luz victoriana iluminando el mundo, o eres un tarado autodestructivo.
DAVID GISTAU, ABC – 11/05/15