La historia ya sabe que el más indigno de los ministros del Interior de nuestra democracia es Fernando Grande-Marlaska, que ejecuta sin rechistar la órdenes abominables de un autócrata propenso a todo gesto de iniquidad. Se pavonea glorioso, consciente de su condición de indestructible. Está blindado, es incesable, intocable. Tantos secretos guarda en su cajita roja, tantas verdades incómodas, tantos escándalos se amontonan en su carpeta de los misterios, que no teme a la defenestración, ni siquiera al reproche. Es el fusible que se reserva Sánchez para hacerlo saltar cuando el barrizal de la infamia le alcance la barbilla. Mientras tanto, que nadie piense en un cambio en ese departamento. Así, hasta Margarita Robles, su histórica enemiga, ha salido en su defensa, temerosa quizás de que si cae esta pieza, bien podría caer ella también. De suceder tal cosa, estaríamos ante el hundimiento del sanchismo, circunstancia que nadie imagina por el momento.
Marlaska es un tipo hermético, retraído, dicen que cobardón -y así parece- jovial en privado y sumamente cuidadoso con su aspecto. Ni un gramo de más, ni un cabello fuera de su sitio, ni un traje demodé. Apenas mantiene amistad extramuros con sus compañeros de Gobierno. Desprecia a Yolanda, se entiende con Planas (tan plano, otro perenne) y no duda burlarse en privado de más de la mitad del Gabinete.
Acaba de convertirse en el más longevo de cuantos han ocupado esta cartera desde el advenimiento de la nueva democracia. Barrionuevo, otro pieza socialista, ostentaba hasta ahora el título. Nadie dude de que en una democracia como corresponde, un Marlaska habría sido defenestrado hace ya algunos decenios. No incurre en errores sino en ignominias. Y no son pocas. En cinco años largos de gestión ha consumado unas cuantas que, este lunes, La noche de Dieter resumía sabiamente: Informe falso contra Ciudadanos en el día del orgullo; acercamiento semanal de presos de ETA; fuera Guardia Civil de Tráfico de Navarra; cese del coronel Pérez de los Cobos por ser fiel a la ley; condena del Supremo por devolución en caliente de menores en Ceuta; reparto de inmigrantes en vuelos nocturnos; el bulo del culo de Malasaña; condena del Constitucional por estado de emergencia en pandemia; reprobación unánime del Congreso por los muertos en la valla de Melilla y así hasta una veintena. No pasa nada, nadie se altere, no va a caer Marlaska, es el parapeto de Sánchez, su gran muro de contención frente a las embestidas de la verdad.
Ni en Génova saben lo que es un off the record ni cierta prensa lo suele respetar. El absurdo patinazo de Galicia. Los hay tan tontos que bailan con la música del telediario
El asesinato de dos guardia civiles en Barbate, enviados a morir por unos superiores, incapaces de proteger la vida de los suyos que no logran distinguir una zódiac de un trasatlántico, ha conmocionado el carnaval gaditano así como el político nacional. Mientras Sánchez se adornaba con la pajarita y volaba en helicóptero para los Goya, estos dos agentes eran descuartizados por las planeadoras del narco en una escena de tremenda brutalidad. Un tuit de pésame expidió don Progreso. Horas antes del crimen, el ministro se había paseado por Algeciras pavoneándose de la seguridad de la zona, el despliegue de medios y su enjundiosa labor en defensa del común. Luego, el vídeo infame. Los gritos de un coro de salvajes jaleaban la embestida del barco de la muerte. El griterío de estas hienas coronaban la degradación de un escenario por todos conocido. Marlaska había desmontado hace dos años al grupo antidrogas más eficaz del sur de Europa, veinte mil detenciones y toneladas de material aprehendido en cientos de operaciones espectaculares. Nunca explicó el ministro el porqué de su decisión. ¿A quién molestaban estos guardias perseguidores del delito? Una locutora de la tele del movimiento apuntó a que había corruptos en sus filas. De ser así, ¿por qué no se procedió a su limpia, a apartar a los garbanzos negros para mantener limpio al grupo.
El terrible asesinato ha golpeado severamente al Ejecutivo, lo que se evidencia en el tono disparatado (hiperbólico se dice ahora) con el que la ministra portavoz ha defendido desde la mesa del Consejo a su cuestionado compañero
Este es otro enigma en el prontuario del ministro de las tinieblas, del guardián de la oscuridad, el tenebroso Marlaska que ha irrumpido en la campaña gallega, sin pretenderlo, y que ha obligado al Eejecutivo a forzar la máquina para tapar el drama y orientar el foco hacia la pifia de Feijóo. Que el terrible asesinato ha golpeado severamente al Ejecutivo se evidencia en el tono disparatado (hiperbólico se dice ahora) con el que la ministra portavoz ha defendido desde la mesa del Consejo a su cuestionado compañero. Al tiempo, se desgañitó en todo tipo de ofensas contra el PP, al que acusaba de representar la ‘mentira, la opacidad y la hipocresía’. Parecía describir al titular de Interior que insiste en estas horas en su frase favorita: «No voy a dimitir». Y luego explica lo estupendo de su gestión. Tiene razón en lo primero. Ni se va ni lo largan. Y surgen las especulaciones insistentes sobre la protección de Marruecos. Lo quiere ahí, en esa cartera, al frente de los guardias, insisten las versiones. Rabat pinchó su móvil, y el del presidente. Ambos aparecen como rehenes de ‘Pegasus’, temblorosos ante lo que pueda largar el vecino Mohamed. El Sáhara, el Polisario, los inmigrantes, el desmantelamiento de la unidad antidroga … demasiadas coincidencias.
Feijóo, dicen, también vive sumido en cierta inquietud ante la posibilidad de que alguien rompa su silencio. En este caso, Puigdemont. Ni en Génova saben lo que es un off the record ni cierta prensa lo suele respetar. Así ha sido. Los hay tan tontos que bailan con la música del telediario. La petulancia insoportable de Marlaska, su inconcebible actitud, ha eclipsado la tormenta que sacudió al PP tras las inconvenientes afirmaciones de fin de semana. En el PSOE pretenden que los truenos lleguen hasta las urnas, pero ya tan sólo se escuchan los ecos de las cacatúas orgánicas y algún otro de Vox. Más retumba el ‘no’ del PSOE al minuto de silencio propuesto por los demócratas en el Parlamento Cataluña. Y el ‘no’ a la bandera a media asta en los cuarteles. Y el ‘sí’ de Sánchez a disfrutar del desfile de Devota y Lomba, sin disponer de un minuto para las familias de los dos héroes. Marlaska, también, ha desaparecido.
Poco efecto tendrá el despiste de los indultos de Feijóo sobre el resultado electoral. Parece que los gallegos no se lo tragan. Piensan lo que Vidal-Quadras: «El hecho cierto es que Feijóo no aceptó ni la amnistía ni los indultos. Todo lo demás son monsergas».