José Alejandro vara-Vozpópuli
Los gritos desparejos de Núñez de Balboa no son solo los que hacen temblar a Marlaska. El ministro teme los gritos por venir, cuando se desate la ira de los olvidados
La Resistencia en Madrid se ducha cada mañana, se cambia de camisa y hasta ha ido ya a la pelu. No recurre al chándal, ni al pulóver don Simón, con bolitas. A la caída de la tarde, una hora después del aplauso alicaído de los balcones, ha empezado a concentrarse en Núñez de Balboa, pleno barrio de Salamanca. De allí ha saltado, tímidamente, a Hortaleza, Aravaca, Pozuelo… Es gente de orden, clase media de toda la vida. Hasta le da apuro gritar lo de ‘Sánchez vete ya’. Lo hace con la timidez del primerizo, con algo de rubor y de vergüenza. Tampoco es muy de cacerolas, que lo ve cosa de izquierdas, importada de la pampa peronista, de los cofrades de Echenique (vecino de este ‘barrio de ricos’) y Pisarello (vecino de Ada Colau).
Un Franco, delegado del Gobierno en Madrid, así como secretario general del PSOE en la zona, les ha enviado los guardias, por amilanar. El gentío, agitado de rojigualdas y encendido de hartazgo, recibe a los coches patrulla con gritos de «viva la Policía» y unánimes cánticos de «miedo, miedo, Marlaska tiene miedo». El ministro del Interior es uno de los objetos de las invectivas de los amotinados. Le llaman de todo, menos valiente.
Grande-Marlaska se distinguió en la lucha contra el terror cuando ejercía de juez en la Audiencia Nacional. Persiguió con ahínco a la mafia etarra, la de los cobros por secuestros, en la ‘Operación Faisán’ y protagonizó varias gestas muy reseñables. En aquellos tiempos, coqueteó incluso con el PP. De espíritu acomodaticio, enemigo de los conflictos, ducho en el arte de bienquedar, Marlaska ha encajado en el sanchismo con sorprendente naturalidad. Aquella gente de bien que en su día le veneró, se siente ahora traicionada. De ahí el manifiesto rebote, los metafóricos esputos que vierten cada tarde sobre su nuca.
Soliviantados tras sesenta días de ensañamiento confinado, claman contra la deriva totalitaria de un Gobierno que aprovecha el decreto de alarma para redondear todo tipo de tropelías y atropellos
Los robots podemitas se agitan ante este fenómeno inesperado, esta enfurecida revuelta contra el encierro, contra la mazmorra social, contra la mordaza mediática, contra el desprecio permanente a la Constitución, la burla de la ley, el desastre, la ruina y el estropicio de un Gobierno que todo lo hace mal, menos conducirnos al precipicio. Y ahora la arbitrariedad de la fase 0, sin argumentos, sin documentos, sin respaldo técnico, una condena a la miseria y el horror a decenas de miles de madrileños. «Libertad, libertad», se escucha a estos nuevos indignados, este 15-M liberal, estos espontáneos defensores de la causa democrática, ajenos a siglas y unidos por el odio cerval hacia el Gobierno más estrepitosamente inútil y ferozmente radical de toda Europa, según cantan los números de la pandemia.
Soliviantados tras sesenta días de ensañamiento confinado, claman contra la deriva totalitaria de un Ejecutivo que aprovecha el decreto de alarma, que quiere eternizar hasta las lindes del verano, para cometer todo tipo de tropelías, como meter a martillazos a Iglesias en el CNI, prohibir el despido, nombrar decenas de altos cargos para los amiguetes, enterrar el portal de transparencia, empadronar a los okupas, hacer negocio con el material sanitario…
Los planes del gurú de la Moncloa
Esta es gente bien leída, informada, con criterio, que se cabrea con el Nodo mediático y que ha tomado al asalto las autovías de Internet. Llevan varios días en el frontispicio informativo y quizás no sea una estrategia adecuada, por más que tanta injusticia acumulada soliviante a los espíritus más pacientes. Pero tanta fogosidad tiene su riesgo. Es posible que esta insurrección cívica se acople como un guante a los planes de Iván Redondo, el ambicioso gurú del consejo de Ministros, el vicepresidente de facto, el pequeño Rasputín de nuestra actual tragedia… Sacudirle a Vox ya apenas satisface los primarios instintos de la izquierda hooligan, la más cerril amen de mayoritaria de la familia. Lo que ahora toca es arrearle a los fachitas madrileños, un ejercicio que siempre tuvo buena venta entre los burguesitos de la izquierda caviar, hijos espirituales de Vázquez Montalbán y de ‘El país’, valga la redundancia.
Los medios de comunicación ‘vasallos’, feliz expresión de la fiscal Consuelo Madrigal, colman su parrilla con este espectáculo cotidiano. Tienen bien armado el guión: franquistas arrebolados y Ayuso desarbolada. Mitad y mitad. No necesitan más. Ni una mención a los 30.000 muertos, a los 50.000 sanitarios contagiados, al saqueo de las libertades, al choriceo con los test, en definitiva, a la apropiación ilícita del poder.
Empresarios hundidos, pymes quebradas, autónomos arruinados… Un interminable ejército de desempleados, sin horizonte laboral, sin esperanza vital, encadenado a la triste limosna del Estado
En Moncloa, claro, se frotan las manos. Todo encaja. A falta de fútbol y cañas, ya tienen completado el programa para estas semanas que aún quedan de estado de excepción. Luego vendrá el cierre del Congreso por las vacaciones de verano (que no se las quiten a Adriana Lastra, de una laboriosidad estajanovista), es decir, el silencio estruendoso de la oposición y a continuación, a pedir la pasta a Bruselas, pérfida Europa, que está obligada a ceder a los reclamos de Sánchez para evitar un tremendo incendio en su delicada frontera del sur.
No son, desde luego, los gritos amateur, voluntariosos y desparejos de Núñez de Balboa los que harán temblar al régimen. Son otros gritos los que teme Marlaska. Están por llegar. La Guardia Civil se prepara ya para lo que venga, que no será bueno.Cuando baje la marea del virus mortal, ocho millones de náufragos emergerán flotando en la playa de la desolación. Empresarios hundidos, pymes quebradas, autónomos arruinados, familias pulverizadas…Un interminable ejército de desempleados, sin horizonte laboral, sin esperanza vital, encadenado a la triste limosna del Estado, carcomido por la ira y abrasado por la desesperación. Un escenario devastado y terrible en el que todo puede ocurrir. Es ese el grito que teme Marlaska, porque sabe que si esa furia se desata, si ese ejército escarnecido libera su cólera, no se contentará con con llamarle al ministro ‘miedoso’ y ‘cobardón’. Lo de Balboa, como advirtió Díaz Ayuso, «será una broma».