Editorial, LIBERTAD DIGITAL, 11/11/11
Lo último que pide el grueso de las víctimas del terrorismo es que se celebren actos-farsa como los de este jueves. Y lo primero, que se haga justicia. Que no se las martirice, ni siquiera o sobre todo por la a veces execrable ‘razón de Estado’.
La casta política vasca ha vuelto a quedar en evidencia este jueves, con ocasión del primer Día de la Memoria –pocos términos más traídos y llevados estos últimos años; y peor utilizados: la memoria es asunto siempre individual, no de las instituciones, menos aún de las leyes–. Ni siquiera se han puesto de acuerdo en el objeto de la conmemoración, lo que han aprovechado los alabarderos del terrorismo separatista para sembrar la confusión y mezclar, en un siniestro totum revolutum, a las víctimas con sus verdugos y la trágica realidad del terror con la abominable mentira del conflicto fratricida y poco menos que fatal, inevitable, cuya superación exigiría el borrón y cuenta nueva y la beatificación de los criminales.
Los propios políticos vascos han hablado de división, desunión, fricciones, incluso de espectáculo «lamentable». Por supuesto que lo ha sido: no puede provocar sino vergüenza e indignación la manera oportunista, tramposa, torticera, irresponsable con que abordan –cuando lo hacen– el drama del terrorismo tantos de ellos; por no hablar de los que están ahí para despejar el terreno, lavar las manos a los asesinos, cuya ejecutoria merecería figurar en una versión documental de la Historia Universal de la Infamia.
Lo último que pide el grueso de las víctimas del terrorismo es que se celebren actos-farsa como los de este jueves. Y lo primero, que se haga justicia. Que se les utilice menos y se les escuche más. Que se les reconozca su papel no con discursos de circunstancias o directamente hipócritas, sino con la aplicación de los principios que informan un Estado de Derecho digno de tal nombre. Que no se las martirice, ni siquiera o sobre todo por causa de la tantas veces execrable razón de Estado.
Ahora, ETA vuelve a hablar, doce páginas en su prensa lacaya. Para marcar la agenda, para que los ciegos voluntarios puedan seguir engañándose y engañando. Las víctimas seguirán pidiendo lo que deben: Justicia. Que caiga todo el peso de la Ley sobre los criminales. Ni una concesión. Jamás negociar. La casta política, ¿qué hará? El mero hecho de que podamos, debamos plantearnos semejante pregunta dice mucho del lamentable estado en que se encuentra nuestro sistema de libertades.
Editorial, LIBERTAD DIGITAL, 11/11/11