EL MUNDO 04/03/14
· El ex jefe de la banda no pide perdón a las víctimas ni habla de arrepentimiento.
Ni perdón ni arrepentimiento. Con luz y taquígrafos y en sede judicial, el que fuera jefe de ETA, Jurdan Martitegi, sacó ayer pecho y defendió todos y cada uno de los crímenes de ETA: «Me llamo Jurdan Martitegi Lizaso. Soy militante de ETA y me siento muy orgulloso de serlo. Hago mías todas las acciones político-militares que ETA ha realizado en medio siglo de historia».
Cuando aún no se han apagado los rescoldos de la falsa hoguera del desarme etarra, la fuerza de la violencia vuelve a su máximo vigor. Mientras ETA enseña y se lleva las armas ante la cara de los verificadores, conserva más de 250 pistolas y más de 1.300 kilos de explosivos, y emite comunicados anunciando futuros movimientos pero sin definir nada concreto, irrumpen voces de la organización terrorista que aún defienden la violencia. Es el caso de Martitegi.
Ayer, respondiendo a las acusaciones por el atentado con coche bomba contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Calahorra (La Rioja) de 2008, no solo no dio un paso atrás ni síntoma alguno de arrepentimiento, sino que sacó pecho y defendió la carrera histórica de sangre de ETA.
Pese a que el colectivo de presos etarras reconoció el pasado mes de diciembre el daño causado, el que fuera jefe militar de la organización reivindicó ayer ante la Audiencia Nacional todos y cada uno de los asesinatos de ETA. Lo hizo durante el juicio por el atentado cometido el 21 de marzo de 2008, dos semanas después del asesinato de Isaías Carrasco. En el atentado, siete personas resultaron heridas, dos de ellas guardias civiles.
Martitegi insistió en declararse «orgulloso» de lo que definió como «acciones» de ETA –asesinatos, secuestros, extorsiones, amenazas y un largo etcétera–, realizadas durante los últimos 50 años. «No reconozco ninguna legitimidad a este tribunal para juzgar a la resistencia vasca y no pienso participar en esta farsa jurídica que ustedes llaman tribunal. Nada más», proclamó el antiguo jefe de la banda, para poner punto y final a su declaración, informa Europa Press.
Martitegi se sentó en el banquillo junto a Arkaitz Goikoetxea, Dulantzi, e Iñigo Gutiérrez, para los que el fiscal pide 675 años de cárcel por la presunta comisión de 33 asesinatos terroristas en grado de tentativa, uno de estragos, otro de tenencia de explosivos, dos delitos de detención ilegal y otro de robo de vehículo a motor.
Goikoetxea sostuvo que las declaraciones inculpatorias que realizó fueron fruto de los malos tratos y Gutiérrez negó su participación en los hechos, la vieja práctica de manual que ordenaba seguir ETA a todos los integrantes de sus comandos cuando fueran detenidos.
El fiscal considera que el comando del que formaban parte colocó un coche bomba frente al cuartel de la Guardia Civil tras robar el vehículo a una pareja, a la que retuvo a punta de pistola hasta que perpetró el atentado.
La voz Martitegi no clama en cualquier caso en el desierto. En el seno de ETA existen grupos de radicales que defienden la lucha armada y que, si tuvieran la mínima oportunidad, retomarían la violencia. Incluso, algunos de los etarras más extremistas que han sido excarcelados por la sentencia de Estrasburgo que anuló la doctrina Parot, tratan de tomar las riendas de la izquierda abertzale con el fin de dar un golpe de timón y retomar los postulados más duros.
Los analistas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad creen que la salida de los «irreductibles» puede suponer un reforzamiento de los sectores más duros tanto de la trama armada etarra como de sus entornos político y social, y pueden llegar a tomar las riendas de todos y cada uno de los movimientos que engloban a la izquierda abertzale.
Este sector duro y crítico, que aún defiende la lucha armada, tiene seguidores y está organizado alrededor de la estructura del denominado movimiento Ibil. En él estarían, entre otros, el antiguo miembro de ETA Fermín Sánchez Agurruza y el ex miembro del comando Vizcaya Juan Ignacio Aldana. Las Fuerzas de Seguridad del Estado temen además que ex dirigentes de ETA recién excarcelados, como Isidro María Garalde, Mamarru, o Juan Lorenzo Lasa Mitxelena, Txikierdi, puedan pasar a formar parte de esta estructura, que defiende la vigencia de la violencia.
Gran parte de los beneficiados por la decisión de Estrasburgo son etarras contrarios a abandonar las armas. Los analistas saben que entre los excarcelados hay terroristas con un peso específico tremendo en el seno de ETA y de sus entidades satélite.
EL MUNDO 04/03/14