EL MUNDO 16/09/14
· El ‘president’ dice que para agotar la legislatura «se tiene que votar el 9-N con plenas garantías»
· «El espíritu de la Transición se ha evaporado», afirma
Todo apunta a que ayer empezó el último debate de política general de la legislatura en Cataluña. Lo anunció, entre líneas, el propio presidente de la Generalitat: desde la tribuna, asumió que no podrá apurar su mandato hasta 2016 si el Tribunal Constitucional (TC) veta la consulta soberanista del 9 de noviembre. Es decir, que perderá el apoyo de ERC y no tendrá más remedio que adelantar las elecciones autonómicas.
La conclusión de todo ello es obvia: aunque el presidente catalán evitó pronunciarse sobre el asunto clave –qué respuesta dará al TC cuando, como se da por seguro, prohíba la consulta–, dejó claro por omisión que no quebrantará esa suspensión, como le pide Oriol Junqueras. Y por eso se resigna a perder el apoyo de ERC y a tener que convocar unas nuevas elecciones.
Mas se comprometió a convocar el 9-N sólo con «plenas garantías democráticas». Y, aunque los republicanos entienden que la ley de consultas que se aprobará el viernes es coartada suficiente, el president no tiene previsto poner las urnas sin el aval del TC.
No hubo rastro en el discurso de Mas de la épica de los dos años anteriores. En 2012, propulsado por una Diada tan multitudinaria como la del pasado jueves, anunció que adelantaba las elecciones para proponer a los catalanes una «consulta de autodeterminación». Esa apuesta acabó mal y CiU perdió 12 diputados, pero en 2013 el president insistió con una promesa que cumplió poco después: que el año acabaría con la fecha y el enunciado de la pregunta de la consulta consensuados. Los diputados de ERC se sumaron a los aplausos de los de CiU en aquella ocasión, a diferencia de ayer.
De hecho, el discurso que abrió el debate de política general de este año habría pasado casi desapercibido si Mas no hubiera incluido una frase que no estaba en la copia escrita que se repartió a los periodistas. Fue justo después de asegurar que le gustaría, «si se puede», acabar su mandato cuando añadió: «Pese a que eso está sobre todo en mis manos, no sólo está en mis manos. Debe poder ser así, y para que pueda ser así se tiene que votar el 9-N con plenas garantías democráticas».
Es decir: por un lado, fía la consulta a que el TC no se pronuncie en contra de su celebración, algo que a día de hoy parece muy difícil porque el Gobierno central ya ha anunciado que la recurrirá. Y por otro, asume que no podrá contar con el apoyo parlamentario de Esquerra a partir de esa fecha si no se salta la legalidad española, una posibilidad a la que ni siquiera hizo ninguna referencia.
En la guerra abierta en los últimos días entre Oriol Junqueras y Josep Antoni Duran Lleida a cuenta de la «desobediencia civil» que propuso el líder republicano, Mas se colocó del lado del líder de Unió. El jefe del Ejecutivo catalán tampoco contestó en la Cámara al ofrecimiento que le hizo el presidente de ERC de entrar en el Govern si era para blindar la consulta.
Pese a todo, Mas quiso hacer un llamamiento a la unidad de las fuerzas que apoyan el referéndum del 9-N cuando dijo: «Todos los que defendemos la consulta somos igualmente y directamente responsables. Todos sabemos que el consenso político es como una figura de porcelana fina, que hay que saber cuidar con delicadeza y maneras suaves».
En algunos momentos, pareció que Mas advertía a Mariano Rajoy de que si no permite la consulta tendrá que vérselas con un enemigo más temible que él. O referéndum o elecciones; y, si finalmente se llega a unas autonómicas anticipadas, el principal favorito en todas las encuestas es Junqueras.
«Votar el 9-N con garantías democráticas también es bueno para España. Significaría que España entierra definitivamente a la vieja España para redescubrirse tal y como es realmente: plurinacional. De repente, España aparecería como un país de alta calidad democrática, tolerante, capaz de escuchar», advirtió el president.
Mas intentará dar a las eventuales elecciones anticipadas un cariz plebiscitario. Sin embargo, para ello deberá convencer primero a Junqueras de pactar una lista conjunta, y el líder de ERC no quiere oír hablar de ello si CiU –o Convergència en solitario– no se compromete a declarar la independencia en el Parlament si esa candidatura gana las elecciones.
Aunque Mas dedicó al 9-N apenas 15 minutos, era inevitable que centrara la atención del discurso. Fueron, además, los pasajes más cuidados en el aspecto retórico, como cuando afirmó que «el espíritu de la Transición y el pacto constitucional se han evaporado», por lo cual «Cataluña está en una vía muerta, que no lleva a ningún sitio» desde la sentencia del TC de 2010 sobre el Estatut.
«La mayoría de catalanes habíamos pensado que lo que el Estado español se reservaba para decidir a nivel central se decidiría contando con Cataluña, y no casi siempre contra Cataluña o al margen de Cataluña», se quejó.
Tras situar a la región como el más grave de los problemas que le genera a España su «crisis institucional», añadió: «En el fondo no hay choque de trenes, sino alejamiento de los trenes, porque Cataluña y el Estado van por vías diferentes y en direcciones diferentes».
Mas defendió su legitimidad –emanada según él de las urnas que le castigaron el 25 de noviembre de 2012– para llevar adelante el proceso soberanista. También insistió en poner a Escocia, que el jueves vota su autodeterminación, como ejemplo de lo que le gustaría para Cataluña.
En cualquier caso, el grueso del discurso de Mas evocó a las célebres enumeraciones interminables de proyectos cumplidos y por cumplir –conocidas como «el listín telefónico»– a las que Jordi Pujol recurría en estos debates. Pero fue lo único del mensaje del president que tuvo alguna relación con su mentor político: no dedicó ni una frase al caso Pujol, y se limitó a afirmar que «la determinación del Govern contra la corrupción es clara».
Las reacciones políticas a su discurso coincidieron en señalar que se trata de la confirmación de un fracaso. El portavoz del PSC en el Parlament, Maurici Lucena, calificó de «despedida» el discurso Mas, al que ve «arrinconado» por una «salida» política «muy compleja» a la consulta del 9-N. Carina Mejías (C’s) apreció asimismo un tono «de despedida». «Reconoce su fracaso, tiene un objetivo que no puede cumplir y, en una situación de desesperación, pide auxilio a ERC para que le deje continuar», fue el comentario del portavoz del PP, Enric Millo.