EL ECONOMISTA 14/12/12
Editorial
Mas se dispone a renovar su cargo como presidente de la Generalitat, después de haber iniciado hace tres meses una huida hacia adelante que le enfrenta a una papeleta difícil de resolver. El resultado electoral ha sido muy diferente del que esperaba, y ahora se ve obligado a pactar con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) el apoyo a su investidura. Las exigencias de Oriol Junqueras para apoyarle son difíciles de conciliar con los compromisos de Cataluña para reducir el déficit y con lo que piensan los votantes de CiU en materia económica.
Sobre todo cuando esta comunidad tiene cerrado el grifo de la financiación en los mercados y por ello ha tenido que solicitar más de 5.000 millones de rescate al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). Además, Cataluña es la autonomía más endeudada, al superar por este concepto los 42.000 millones, y es muy difícil -más bien imposible- que reduzca su desequilibrio presupuestario este año del 3,9% de su PIB al 1,5%. En esta tesitura, Mas está dispuesto a lanzarse a la insumisión para conseguir el apoyo de ERC. El president frenará los recortes de 4.000 millones de euros que tendría que ejecutar el próximo año para rebajar el déficit catalán al 0,7%. Este incumplimiento fiscal provocaría la respuesta del Gobierno, baza que CiU y ERC consideran que serviría para calentar el movimiento secesionista. Es posible que así sea, porque en tiempos de crisis y con la población hastiada por la dureza de la situación los populismos prenden rápidamente. Mas antepone su propio afán, que le enfrenta con algunos miembros de su último Gobierno, a los intereses de los catalanes. Con su insumisión aboca Cataluña a la quiebra y al aislamiento.