EL MUNDO 10/03/14
SALVADOR SOSTRES
· La presunta mayoría soberanista de 87 diputados que el líder de CiU dice tener es una ficción. Sólo tiene a los suyos y no a todos
El supuesto bloque soberanista, monolítico y ampliamente mayoritario, que Convergència usa como argumento para exigirle al Estado que permita un referendo secesionista en Cataluña; esos 87 diputados que Mas dice tener a su lado, como soldados, en defensa del derecho a decidir de los catalanes son una ficción más del catalanismo.
El presidente de la Generalitat reconoció a principios de la semana pasada, en una entrevista en el diario Ara, que no veía a Unió votando en favor de la independencia, de modo que a los 87 supuestos diputados soberanistas habría que restarles, de entrada, los 13 que corresponden al partido de Duran i Lleida.
Hace diez días, los comunistas de ICV se negaron a consensuar una defensa del referendo en el programa de las elecciones europeas con los demás partidos que presuntamente lo apoyan. Se escudaron en el viejo antisemitismo y su líder, Joan Herrera, dijo no poder pactar nada con CiU porque «le hace la pelota a Israel, que no respeta la dignidad de los pueblos». Ni Joan Herrera es tan cretino como para usar este pretexto en serio, y simplemente fue una excusa para distanciarse del procés. Otros 13 diputados que hay que poner entre signos de interrogación.
Los antisistema de la CUP, tal como informaron Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta en el periódico del lunes, han presentado una querella contra Caixa Catalunya acusándola de financiar fraudulentamente a empresarios amigos de Artur Mas y muy cercanos a Convergència. No parece ésta la manera de andar juntos un camino, ni de aunar fuerzas.
Lo que en verdad tiene Mas son 58 diputados sobre un total de 135, y eso contando –que es mucho contar– que los 37 diputados convergentes votaran todos en favor de la independencia. No parecen cifras muy halagüeñas.
Su alianza con Esquerra también se tambalea, pese a la infinita paciencia de Oriol Junqueras. Cuando los convergentes se veían perdedores en todas las encuestas, redoblaron la presión para que los republicanos entraran en el Govern y aceptaran presentarse bajo una lista conjunta a las elecciones europeas. Las negociaciones se llevaron a cabo justo durante el breve periodo de tiempo en que Convergència parecía mejorar sus expectativas electorales, de modo que ya no sintió la necesidad de cederle nada a ERC. Y así enfrió las prisas por compartir el Govern y Mas liquidó con insólita rapidez la reunión para pactar la lista conjunta que se supone que iban a pactar.
CiU no sólo dinamitó cualquier posibilidad de acuerdo sino que luego usó a los articulistas y tertulianos a sueldo de Quico Homs contar lo contrario lo sucedido, culpar a los republicanos de la falta de acuerdo y acusarles de partidistas y de malos patriotas.
Es tal la mezquindad partidista de los convergentes que Junqueras dice siempre que prefiere no ganarles ningunas elecciones porque si esto sucede tendrán tal ataque de rabia y de cuernos que serán capaces de dinamitar el proceso para recuperar al precio que sea la delantera.
Mientras los distintos líderes de CiU empiezan a dar por hecho que la consulta no va a tener lugar, sus aliados secesionistas –ERC, ICV y la CUP– rechazaron el pasado lunes las elecciones plebiscitarias, que es el plan B de Mas para cuando le prohíban el referendo, y exigieron que éste se celebre «sí o sí».
A la fragilidad de estas alianzas hay que añadirle que Convergència es un partido con la sede embargada por corrupción y que su actual presidente tuvo firma en una cuenta suiza mientras fue consejero de Economía. El líder anterior, Jordi Pujol, tiene a dos hijos perseguidos por la Justicia. Su hijo mayor, Jordi, está siendo investigado por el juez Ruz para conocer el origen de sus 17 coches de lujo y de los hasta 35 millones de euros que manejaba en el paraíso fiscal de Jersey. Otro de sus hijos, Oriol, está imputado por tráfico de influencias.
Ni Mas tiene la camisa limpia, ni tiene los apoyos que dice tener. Tal vez por eso insiste en mandarle emisarios a Rajoy pidiéndole una salida, y asegurándole que romperán su alianza con ERC si el Gobierno les ofrece algo con lo que presentarse a las próximas elecciones y ganarlas.
Rajoy está decidido a permanecer y a no ceder, y a demostrar que el problema no lo tiene él.