Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • Legislarlo todo desde un ministerio, muy lejos de los problemas que ocurren dentro de los talleres, es el sueño de todo gobernante
Cuando la semana pasada escribía el resumen de lo acontecido a lo largo de la semana y le hablaba de los compromisos cruzados y contradictorios del Gobierno con sus variados aliados pensaba que habíamos hecho cumbre en esta divertida disciplina del montañismo parlamentario estrafalario. Pues no. Grave error. En realidad apenas habíamos sobrepasado el campamento base.

Esta semana ha sido mucho mejor y hemos llegado más arriba. Se ha consumado el estropicio y el Gobierno se ha comido una nueva ración del polvo que se acumula en la Carrera de San Jerónimo. ¿Y qué? Pues eso mismo. ¿Y qué? Pues nada, un mero entremés para la próxima semana que será, seguro, más divertida y original. Pinta maneras.

El presidente no se dignó a proferir ni el mínimo comentario al respecto. Ya ha dicho que va a gobernar con o sin el apoyo del Congreso, así que ¿para qué fatigarse con las chiquilladas que se les ocurren a sus señorías y las travesuras que le hacen? Prefirió concentrarse en dar una sorprendente explicación al borrado de los mensajes del móvil del fiscal general del Estado. Es evidente que los mensajes existieron, pero han desaparecido y ya no están. Y como no están se le ocurrió la extravagancia de exigir a los habitantes de la ‘fachosfera’, a sus medios y a sus pompas y vanidades que le pidieran perdón a ese prodigio de neutralidad que ejerce el cargo. Antes, más que los inocentes, eran los culpables quienes acostumbraban a borrar las huellas de sus delitos, pero las cosas han cambiado tanto desde que nos pastorea este buen hombre que ya no sabe uno qué pensar.

En cualquier caso le aconsejo que se acomode, pues la semana viene buena. Despejado el frente judicial, que se toma un respiro en el carrusel de citaciones, podremos observar una nueva derrota parlamentaria del PSOE a nada que se cumplan las expectativas de voto de Junts y del PNV -las del PP y Vox están cantadas-. Pero hay más. Veremos también un nuevo pulso dentro del propio Gobierno. Quizás se haya olvidado usted de nuestra aguerrida vicepresidenta segunda, la señora Díaz. Pues sepa que vuelve una vez recargadas las pilas tras una retirada estratégica y temporal.

La ministra de Trabajo se ha disgustado con el de Economía por las pegas que le ha puesto a la reducción de jornada

De momento ya ha mostrado su disgusto con el actual ministro de Economía, el señor Cuerpo, mientras recordaba el que le provocaba la anterior, la señora Calviño. Y todo porque le ponen pegas a su proyecto estrella de reducir la horas de trabajo sin merma alguna del salario percibido. No es que se opongan a ello, al menos no manifiestan en público su oposición, que eso es pedir demasiado. Simplemente piden estudiar más despacio y con mayor profundidad sus posibles consecuencias. Desde luego, si no se han estudiado, sería poco menos que una temeridad implantarlo sin saber cuáles podrían ser. A ella seguro que no le importa porque no paga las nóminas ni organiza los trabajos, pero a las empresas, que no han participado en el alborozo de su anuncio, seguro que sí.

Una cosa es reducir la jornada, que tendría efectos limitados pues un buen porcentaje de los convenios ya incluyen esas jornadas y en especial lo hacen en aquellos lugares, como el País Vasco, con un fuerte contenido industrial y un tejido empresarial formado por empresas de mayor tamaño; y otra bien distinta son los efectos de la medida y de su coste en el mundo de los servicios, la agricultura y las empresas de menor tamaño.

Regularlo y legislarlo todo desde un ministerio, lejos de los talleres y muy lejos de los problemas que ocurren dentro de sus paredes es el sueño de todo gobernante y más si se trata de un gobernante progresista de progreso. Pero la realidad es mucho más compleja que los sueños, y estos, a veces, se convierten en pesadillas.

Bueno, mañana es lunes y empieza ya la semana. Que usted se divierta.