EL CONFIDENCIAL 31/12/13
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
Suave en la forma, pero implacable en el fondo. Así podría resumirse el propósito del mensaje de fin de año del presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas. Aunque a lo largo del texto no se menciona la expresión “independencia” ni “Estado propio”, el líder de CDC se refiere a España como a una entidad ajena y distinta a Cataluña y reclama “que nos dejen votar. Y que el Estado no nos vea como un adversario y, ni mucho menos, como un enemigo. Hemos estado a su lado cuando hemos podido; ahora queremos ser y podemos ser en el futuro, un buen aliado. Pero desde la libertad. Desde la propia opción. Pudiendo responder la pregunta que hemos acordado y en la fecha que hemos decidido”.
De manera elíptica –como en él es ya norma- Mas rehúye conceptos terminantes y se refiere a sobreentendidos. De ahí que, en otro momento de su intervención, sostenga que “el pueblo catalán prefiere gobernarse a sí mismo que no ser gobernado. Y lo quiere hacer en una Europa más unida, más fuerte y más federal”, referencia europea que se produce pocos días después de que reconociera que “en un primer momento”, en caso de independizarse, Cataluña quedaría fuera de la Unión, aspecto de la cuestión a la que ha evitado referirse.
El presidente de la Generalitat, sin titubeo ni concesión de género alguno al actual autogobierno estatutario y constitucional, alude al año que viene en estos términos: “El 2014 será un año cargado de simbolismo. Se cumplirá el tercer centenario de la Guerra de Sucesión, momento en el que Catalunya perdió sus derechos, sus constituciones, sus instituciones y sus libertades”. Y sin referencia alguna a la transición democrática, enlaza el tricentenario con la celebración actual de un “casi milagro: un pueblo que tenía todas las de perder no sólo sigue existiendo, sino que se plantea con más fuerza que nunca ganar una batalla democrática y hacerlo por medios totalmente pacíficos: la de decidir su futuro como país, como nación y como sociedad”.
No obstante, Artur Mas parece consciente de que el órdago independentista ha causado fuertes convulsiones en Cataluña. Por eso reconoce –y lo hace por primera vez—“que sobre este gran reto no hay unanimidad. Hay fuerzas políticas que no lo comparte y, sobre todo, personas, compatriotas nuestros, que lo ven con preocupación, temor, e, incluso, contrariedad”.
El presidente de la Generalitat –para distender el ambiente progresivamente más abrupto en Cataluña— hace un auténtico cántico a la pluralidad. Una pluralidad catalana basada en la distinta “procedencia de sus gentes”, en “las lenguas que en ella se hablan”, en “las formas de pensar” y “por razón de las opciones políticas o ideológicas”. Una pluralidad, sin embargo, que él remite a la tradición de “grandes consensos” poniendo como ejemplo de éstos el logrado sobre las preguntas y fecha de la consulta y la “vocación democrática” de los catalanes.
Por todo eso reitera al Estado la apelación a “que nos deje votar, que escuche la voz del pueblo catalán y que no alce muros para silenciarla. Que deje decidir a quien siente la necesidad de decidir”. Un derecho –el de decidir—que, según Mas, Cataluña se ha ganado porque “ha sabido acoger e integrar a millones de personas llegadas de otros territorios demostrando que Catalunya es una tierra donde lo que realmente importa es el destino que se busca y no el origen de donde se proviene”, reflexión, sin duda dirigida a los cientos de miles de catalanes nacidos o con origen familiar fuera del Principado.
Artur Mas, aun eludiendo los conceptos de contenido político más taxativo, ha empleado su mensaje de fin de año para reafirmarse en el proceso soberanista –en todo caso defendido “con respeto y buena convivencia”-, ha reclamado al Estado la consulta, ha mostrado Cataluña como una entidad ajena a España y a su Estado (del que sería en el futuro “un buen aliado”), ha reconocido la pluralidad de la sociedad catalana si bien ha hecho prevalecer el “gran consenso” sobre la consulta, las preguntas y la fecha de la misma y ha tendido la mano a los ciudadanos catalanes con origen o procedencia de otros territorios españoles para que se unan al proceso porque lo “importante es lo que se busca”.
El mensaje de fin de año del presidente de la Generalitat se comporta dialécticamente como un salto de pértiga: de 1714 a 2014, obviando trescientos años y, muy en particular, el proceso democrático español que, en Cataluña comenzó con la reinstauración de la Generalitat bajo la presidencia de Tarradellas, antes, incluso, de la aprobación de la Constitución de 1978, lo que testimoniaría que, pese a advertir “temor, preocupación y contrariedad” en “algunos compatriotas”, tanto él como su partido CDC y su socio, ERC, siguen dispuestos, sin ninguna concesión a terceras vías o soluciones de encuentro, a seguir adelante con el itinerario independentista.
Aunque esta reafirmación se haya formulado con la tradicional suavidad formal y semántica de Artur Mas para evitar más crispación social, remite, sin embargo, un mensaje inequívoco al Gobierno y a todas las fuerzas políticas. Y, por supuesto, al propio Rey que el pasado día 24 abogaba en su mensaje de Navidad por el diálogo y la cesión, cuando ésta fuere precisa. Queda por comprobar ahora cuál es la respuesta política del Ejecutivo de Rajoy si es que considera que esta intervención de Artur Mas la merece.