Del Blog de Santiago González
Pablo Casado debería repetir la expresión del diputado Cristino Martos contra Antonio Cánovas en 1885, que hemos conocido gracias a la ponderada erudición de Pedro Corral. El diputado radical criticaba al presidente del Consejo precisamente a propósito de su incapacidad para gestionar la epidemia de cólera que asolaba España: «Me encuentro sin Gobierno que combatir, porque ese Gobierno está muerto, no porque tenga que marcharse, que ya sé yo que no se marchará, ni debe hacerlo, ni puede hacerlo; pero muerto está precisamente por la imperiosa, por la inexcusable, necesidad de quedarse».
La anécdota es pertinente y viene a demostrar que la incompetencia en la gestión es dolencia transversal en nuestra España y dilatada en el tiempo. Eso nos pasa con Sánchez; hace tiempo que lo bauticé como Sleepy Hollow, el jinete sin cabeza de Washington Irving. Está muerto, pero él no se ha enterado aún y no se baja del caballo aunque esté muerto por su imperiosa necesidad de quedarse en La Moncloa.
En un cuento de García Márquez, ‘El ahogado más hermoso del mundo’ aparece un cadáver en la playa de Macondo. Las mujeres dictaminaron con la sabiduría descriptiva del pueblo: “tiene cara de llamarse Esteban”. Esto me vino a la cabeza en el momento en que la portavoz Lastra empezó a sacudir estopa a la oposición mientras le exigía su apoyo con el gesto encabronado y la mirada iracunda. Y pensé: “Tiene cara de llamarse Críspula”.
El espectáculo que dieron esta tía y su mandante en el pleno de Jueves Santo fue inenarrable: faltones, zafios, mentirosos y manipuladores. Fue impresionante la actuación del doctor fraude citando unos presuntos elogios de la Universidad de Oxford a su gestión de la pandemia: 90 puntos Parker, diría el chisgarabís Redondo. Donde el informe señalaba el rigor compatible con la primera acepción del DRAE (excesiva y escrupulosa severidad) estos se apuntaban a la quinta (propiedad y precisión).
Ayer tocaba rueda de prensa después de los autonómicos, a la hora del telediario, como suele. Y volvió a estar cumbre, pasó del Jueves Santo a la Pascua de Resurrección, con una llamada a rebajar la tensión política, “a dejar atrás las palabras gruesas, yo soy el primero que me comprometo”. “Marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional”, dijo en 1820 Fernando VII, el gobernante felón que le sirve de modelo. Tres años después nos invadían Los Cien Mil Hijos de San Luis. Y a eso dice que se va a dedicar el doctor Trampas: “ni una crítica, ni un reproche, ni un desplante, de mi boca sólo saldrá una palabra unidad (…) Mi propuesta es de corazón, es sincera, la oposición debe ser parte de la reconstrucción”. Está anunciando su versión libre de Los Pactos de la Moncloa, absolutos desconocidos para él y para Iván.
A ver lo que hacen el PP y Ciudadanos. Tendrían que ser muy gilipollas para picar otra vez en ese anzuelo que les tiende un pescador muerto. Cuando Cánovas murió de verdad, asesinado en Mondragón, su rival, Sagasta le hizo un elogio fúnebre: “después de la muerte de Don Antonio todos los políticos podemos llamarnos de tú”. Comparar al doctor Plagios con Antonio Cánovas son ganas de exagerar. De momento, el que nos tutea es él y ya va siendo hora de que nos apee ese alarde de confianza.