ABC 27/03/14
JAIME GONZÁLEZ
Antes incluso de que el TC anulara la declaración soberanista del Parlamento catalán, Artur Mas ya era un cadáver político. Su decisión de arremeter contra el alto tribunal y negarse a acatar la sentencia no es otra cosa que un estertor previsible, un movimiento reflejo de su propio patetismo. La agonía de Artur Mas le obliga a ocultar su fracaso y su impotencia con declaraciones tan salidas de tono que se diría que –en términos políticos– está dispuesto a morir matando. No lo hará, porque su derrota es tan grande que a estas horas ya sabe que él y su proyecto de ruptura con España tienen fecha de caducidad.
Artur Mas se ha ahorcado con su propia soga y no le queda otro camino que esperar a que el tiempo expida el certificado de defunción. Entretanto, el presidente de la Generalitat escenificará el victimismo combativo que caracteriza a los perdedores con frases incendiarias y desmesurados juicios, como los exhibidos ayer en el Parlamento de Cataluña. En realidad, la sobreactuación de Mas no es otra cosa que la constatación de su agonía.
Lo inteligente ahora sería no perderse en batallas dialécticas, dejar que la ley haga su parte y aguardar el momento en que se venga definitivamente abajo por el peso implacable del Estado de Derecho. Entrar en el cuerpo a cuerpo con un cadáver político es derrochar esfuerzos, de manera que convendría que la respuesta a un perdedor no viniera envuelta en aires de tragedia nacional, porque sería hacerle el juego a quien no le queda ninguna carta que jugar.
Invirtiendo la célebre frase de Mies van der Rohe, Mas es menos. Y a medida que vaya pasando el tiempo, estertores aparte, se irá consumiendo en su propia irresponsabilidad. Tal vez nos ha faltado entender que nuestra democracia, por muy imperfecta que nos resulte a veces, es mucho más fuerte de lo que parece. Desde luego, es mucho más grande que Artur Mas y todos aquellos que creyeron que a España se la puede doblegar con declaraciones soberanistas. Razón para observar el paisaje no con suficiencia, pero sí con confianza. No es tiempo de miedos. El miedo, que lo sientan otros. Artur Mas, durante su intervención ayer en el Parlamento de Cataluña, que empleó para criticar y descalificar al Tribunal Constitucional