Los farolillos con la estelada han dividido al independentismo esta semana. La iniciativa de la ANC, que ha provocado malestar en sectores de ERC y del PDeCAT, ha recibido críticas por politizar una celebración de cariz claramente infantil como es la llegada de los Reyes Magos. Esa división se plasmó también ayer en las calles de Vic (Barcelona), la capital de la Cataluña más identitaria.
«Igual nos estamos pasando», decía uno de los asistentes a la cabalgata, señalando hacia uno de los farolillos con la bandera independentista catalana. Ayer se repartieron más de 2.000, pese a que la idea había sido ya criticada, entre otros, por el diputado de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, o por Òmnium Cultural, la otra gran asociación de agitación soberanista.
«Hay que ir con cuidado», advertía a sus afiliados el presidente de esa entidad, Jordi Cuixart, que añadía que los farolillos de la estelada no «concuerdan» con la estrategia de atraer hacia el soberanismo a sectores de la población no implicados con el procés.
Pero algunos ayer en Vic desoían las quejas y lucían con orgullo farolillo independentista. Hasta tres llevaba una madre, uno para cada uno de sus hijos, que tildaba de «farsa» la polémica por el uso de niños para defender una idea política. La mayoría de los que apoyaban la iniciativa recordaban que estas luces con la estelada se exhiben en la ciudad cada 5 de enero desde el año 2012, que «quien quiere la lleva y quien no, no» y que la controversia la han provocado «los medios de comunicación» y partidos como «el PP y Ciudadanos».
Otros, en cambio, se echaban las manos a la cabeza. Algunos llevan mucho siguiendo la tradición de recibir a los Reyes con farolillos, vigente desde hace más de 60 años en Vic. Una abuela de dos niños, con un farolillo que representaba a un dragón rojo y otro hecho con una botella de plástico pintada, se quejaba de la «politización» antes de quemar espliego en la plaza Mayor, otra de las tradiciones de la ciudad el día de Reyes.
La proporción, en cualquier caso, era de 10 a uno a favor de los farolillos con motivos típicamente infantiles, como animales de colores, acordeones o soles. La polémica suscitada provocó que casi nadie siguiera el consejo inicial de la ANC –la entidad luego se desdijo– de colgar también banderas independentistas para acompañar el recorrido. Sí las había, y de grandes dimensiones, ondeando en balcones de la plaza Mayor, donde finalizó el recorrido y donde TV3 realizó la mayor parte de su emisión. La televisión pública catalana escoge cada año un municipio diferente para la retransmisión, y los soberanistas locales intentaron aprovechar la circunstancia para alcanzar mayor repercusión.
En la ciudad, donde el independentismo tiene gran predicamento –CiU, ERC y CUP son los tres primeros partidos del Ayuntamiento, y ni PP ni Ciudadanos tienen representación–, también podía verse, en un cartel luminoso e incluso después de que se hubiera acabado la celebración, el último llamamiento de la ANC a convertir la celebración infantil en una gran reivindicación independentista: «Ven a recibir a los Reyes a la plaza Mayor con el farolillo de la estelada».
Durante el recorrido de la cabalgata también se evidenciaba la cotidianeidad de la movilización, ayer casi oculta, en las calles de la localidad. «Les hemos destrozado el sistema sanitario», decía una gran pancarta de la ANC, en alusión a unas palabras del ex director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso. Los independentistas han hecho de ellas un lema con el que buscan certificar la guerra sucia del Estado contra la Generalitat, aunque aludían a la lucha contra la corrupción.
Pero ayer la estrella mágica de Oriente se impuso finalmente a la independentista. La cabalgata de Reyes transcurrió con normalidad y sin más incursiones políticas que la presencia de los escasos farolillos de la ANC. Melchor, Gaspar y Baltasar, y las carrozas –con oro, incienso, mirra, regalos, y también carbón– que les acompañaban, repartieron saludos y caramelos en un recorrido de pocos kilómetros.
Y, aunque los farolillos de la estelada, que se vendían a la voluntad, se habían agotado por la mañana, por la tarde las colas estaban en la administración de lotería, donde lo que buscaban los mayores eran décimos para el sorteo del Niño. Los pequeños, por su parte, permanecían ajenos a los enfrentamientos políticos y sólo querían ver de cerca a los Magos en los que habían puesto sus esperanzas de recibir muchos regalos.